La Habana, noviembre (Especial de SEMlac).- Unas aprovechan al máximo el patio de sus casas y otras apuestan por proyectos más ambiciosos en zonas rurales o suburbanas, sortean barreras y se prueban con éxito en la agroecología cubana, sea para obtener sus propios alimentos o comercializar sus cosechas.

“A mí me ha aportado muchísimo haber descubierto este mundo tan bello que es la permacultura y, por supuesto, la agroecología”, asegura a SEMlac Natalia Caridad Quintana López, residente en La Habana y creadora del proyecto comunitario familiar Vida.

Con sede en su casa, Vida se basa en la permacultura, una filosofía de cooperación y cuidado de la naturaleza y las personas, mediante diseños que consideran la diversidad, estabilidad y resiliencia de la recuperación de los ecosistemas naturales.

Natalia Quintana, agroecología proyecto Vida
Natalia Quintana, al centro, con sombrero, en una de las actividades del proyecto Vida, en la comunidad de Los Pinos, en Arroyo Naranjo, uno de los municipios de la periferia de La Habana. Foto: Cortesía de Natalia Quintana

Mes tras mes ella puede comprobar, cuando saca cuentas, los gastos que pudo evitarse al consumir los alimentos que extrae de su patio, las preocupaciones que se ahorró y la ganancia neta de poder mejorar la alimentación de su familia con sus propias cosechas.

“Qué bueno cuando salgo a mi patio y tengo el ajo, la cebolla, el cebollino, el ajo porro, el orégano, en fin…un grupo de cosas que me permiten sazonar los huevos que recojo del patio o la carne de conejo de aquí”, comenta esta mujer que, contra múltiples adversidades, mantiene su proyecto.

Plantas medicinales, frutales, viandas, vegetales y condimentos diversos son parte de la siembra de su patio, que “sirve para nuestro hogar y para compartir con quienes lo necesitan”, expone.

Natalia sostiene que es toda una bendición, además, poder disfrutar de una ensalada con sus aguacates 0 km –como acuñó un amigo agricultor–, lo que le aporta un valor extra a lo que consume.

Natalia Quintana, agroecología Proyecto Vida
Natalia Quintana asegura que para ella ha sido una bendición conocer y adentrarse en el mundo de la permacultura. Foto: Cortesía de Natalia Quintana

Justicia y oportunidad

La agroecología supone cultivar de manera sostenible, respetando los ciclos naturales para producir alimentos y, a la vez, proteger el medio ambiente. Implica reducir la dependencia de insumos químicos, fomentar la producción local, obtener alimentos frescos y saludables.

No son pocas las cubanas que lideran iniciativas de este tipo en campos, huertas urbanas y comunidades, incluida la capital cubana, pues sus conocimientos y experiencias son fundamentales.

Consideradas pioneras en la recolección, siembra y preservación de semillas para la sobrevivencia familiar, muchas de ellas portan saberes tradicionales o motivan y asumen la conversión a sistemas agroecológicos.

 Especialistas insisten, además, en las potencialidades que brinda la agroecología para desarrollar espacios rurales más inclusivos, pues no se trata solo de cultivar de manera más amigable con el medio ambiente, sino de cambiar las reglas del juego en las relaciones de género, desde el liderazgo y aporte de las mujeres.

Para Bárbara Benítez Fernández, al frente del Comité de Género del Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (Inca), ellas son un eslabón valioso en la cadena productiva de fincas, patios y parcelas.

“Son parte de los sistemas productivos, donde utilizan tecnologías amigables con el medio ambiente; ellas son resilientes ante los efectos del cambio climático”, dijo a SEMlac la especialista e investigadora.

Mujeres y agricultura en Cuba
Muchas se destacan por su liderazgo en la crianza de animales, actividad fundamental en la alimentación de familias y comunidades. Foto: SEMlac Cuba

Como integrantes del Proyecto de Innovación Agropecuaria Local, conocido como Pial, ellas adoptaron prácticas agroecológicas en la producción de conservas de hortalizas y vegetales, algo que se convirtió posteriormente en una línea de trabajo, expuso como ejemplo.

“Entre otros impactos para la comunidad, trabajaron en la conservación de las semillas en bancos locales y se convirtieron en líderes de esos procesos, pues fueron capaces de garantizar próximas cosechas con semillas frescas y libres de patógenos”, precisó Benítez Fernández.

Igualmente, estas productoras  destacaron por su liderazgo en la crianza de aves y ganado menor, fundamental en la alimentación de familias y comunidades; la elaboración de piensos y de condimentos secos en pequeños negocios familiares, con metodologías amigables con el medio ambiente.

Por más de 20 años, ese proyecto ha abarcado 12 provincias y 75 municipios del país y ha mostrado que el trabajo conjunto entre la ciencia y la agricultura puede generar empleos e ingresos, a la par de promover la equidad de género y el empoderamiento de las mujeres en el campo.

Mujeres y agroecología en Cuba
Grandes conocedoras en la recolección, siembra y preservación de semillas, las mujeres aportan saberes tradicionales y motivan la conversión a sistemas agroecológicos. Foto: SEMlac Cuba

La especialista agregó que el acompañamiento desde la ciencia a las prácticas agroecológicas en patios y parcelas considera el uso de la materia orgánica y bioproductos para lograr una producción sana y en menor tiempo, así como de variedades resistentes a plagas y enfermedades, como garantía de producciones más inocuas.

Igualmente, la aplicación de compost proveniente de los residuos de los espacios productivos y el reciclaje de los restos de cosecha.

Entre avances y pendientes

Aunque muchas cubanas progresan en sus proyectos agroecológicos, aún la brecha de género en la agricultura sigue siendo un problema en el país.

“Todavía el protagonismo de la mujer en los espacios productivos es escaso, ellas no rebasan el 30 por ciento”, acota Benítez Fernández, partidaria de que aún no es suficiente todo lo que se hace, en parte porque sigue siendo muy fuerte la cultura patriarcal.

“Las mujeres todavía dominan el espacio doméstico y reproductivo, mientras que los hombres son mayoría en el espacio productivo”, explica. En su opinión, aunque se aprecien cambios en favor de las mujeres, persisten cánones que las limitan, sobre todo en espacios rurales, para que puedan liderar procesos productivos con repercusión en la economía hogareña.

De acuerdo con el informe «Ascenso a la raíz. La perspectiva local del desarrollo humano en Cuba”, de 2019, las cubanas eran 46,3 por ciento de la población rural, pero solo 26 por ciento de la población económicamente activa.

Además, solo el 22,6 por ciento de personas con tenencia de tierra son mujeres, la mayor parte de ellas con más de 50 años de edad, de acuerdo con datos de 2023 tomados del registro de tenencia de la tierra y publicados en el Observatorio de igualdad de Género.

Aunque son escasos los datos referidos a la agroecología, informaciones emitidas en 2021 desde la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños indican que eran mujeres poco más del 40 por ciento de los 22.667 promotores agroecológicos del país.

Por otra parte, ellas suelen tener desventajas respecto a los hombres en el acceso a los recursos para iniciar proyectos de este tipo o algún agronegocio, alega Katia Pérez Díaz, coordinadora de la Red Cubana de Mujeres Emprendedoras.

Katia Pérez Díaz, Red Cubana de Mujeres Emprendedoras
Katia Pérez Díaz, coordinadora de la Red Cubana de Mujeres Emprendedoras, cofundadora y socia de la empresa Quota SRL., aboga por facilitar la conexión entre redes nacionales e internacionales, para promover el intercambio de saberes y experiencias en materia de agroecología. Foto: SEMlac Cuba

Cofundadora y socia de la empresa Quota SRL., vinculada a varios agronegocios, Pérez Díaz ha constatado que la mayoría de las mujeres no suelen ser las dueñas de los medios de producción y de las tierras, como tampoco integran los espacios donde se toman las decisiones dentro del modelo de negocio en el cual se desarrolla la práctica agroecológica.

“Notamos que, en muchos casos, les falta visibilidad y no están siendo reconocidas por el trabajo meritorio que realizan en este sector, tan importante en el desarrollo de la agricultura y el consumo saludable de alimentos”.

Entre otras barreras, menciona el escaso acceso que tienen a redes de apoyo, información especializada, conexión con institutos de investigación y la formalización de sus proyectos y negocios, muchas veces sin estatus jurídico o dentro de otras formas de gestión, lo que les resta visibilidad, desarrollo y protección.

A su juicio, otra limitante se asocia a los entornos de ruralidad, donde hay menos acceso a internet, información especializada y se carece de un ambiente que les permita acceder a capital relacional y a nuevos segmentos de mercado.

Por ello, entre las estrategias inmediatas se han propuesto facilitar la conexión de estas mujeres con redes nacionales e internacionales, para promover el intercambio de saberes y experiencias en materia de agroecología. Además, realizan acciones de promoción y acceso a mercados.

Pérez Díaz es partidaria de aprovechar mejor el auge que actualmente han tenido las prácticas agroecológicas, en parte asociado al uso más generalizado de internet en el país, una mayor organización de este movimiento, la proliferación de negocios de agroturismo y el despegue y visibilidad de estas prácticas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

18 + once =