La familia es una institución histórica, condicionada e influida por las leyes socioeconómicas y los patrones culturales de cada región, país y clase social. En su seno se organiza la vida doméstica, se establecen los primeros vínculos y se dan los primeros aprendizajes de los roles de género, que incluyen los parentales. Por tanto, es un escenario en el que también se producen y reproducen las desigualdades de género y, en consecuencia, múltiples manifestaciones de violencias.

El modelo familiar patriarcal se ha transformado, pero las bases que lo sustentan no se han movido lo suficiente. Los patrones de mujer-madre y hombre-padre, sostenidos por el consenso social, mantienen ideales y estereotipos que asignan a ella el rol de cuidadora principal y, a él, el de proveedor. Aún es insuficiente la aceptación social de las identidades no binarias y, desde ahí, de otras maneras de ejercer la responsabilidad parental.

Se precisa de un cuestionamiento crítico de la maternidad, la paternidad y los roles familiares tradicionales, en un escenario en el que se reconoce jurídicamente la multiplicidad de familias, sus formas de organización y sus diferentes modos de filiación.

Tomando como escenario el chat de debate “Convivencia familiar en equidad. Desafíos y percepciones desde las transmasculinidades”, con el grupo Trans masculinos de Cuba, pudimos explorar percepciones y vivencias en torno a las relaciones de género, los cuidados y las pautas de crianza.

Cuando hablamos de transparentalidad, nos referimos a la experiencia en la función de cuidar, brindar afecto, propiciar sostén y bienestar a hijos e hijas de personas que se autodefinen a sí mismas como personas transexuales.

Los hombres trans refieren diversas formas de paternar: la gestación, la adopción, el acompañamiento de la gestación de la pareja o la paternidad afín, todas reconocidas en el Código de las Familias de Cuba vigente desde 2022. En contraste, existen escasos estudios y datos oficiales sobre cómo se ejerce la responsabilidad parental por los hombres trans y cómo se acompañan desde las familias y las instituciones.

En este grupo, el anhelo de tener hijos y vivir la experiencia parental viene de la mano de ansiedad, miedo y estrés, generados por el proceso de gestación y la crianza, pero también por los estigmas sociales que generan acoso y discriminación hacia hijos e hijas de familias no cisheteronormativas, proyectando sus propias experiencias de vida.

“Nadie tiene que sufrir por ser diferente. Sufres cuando dejas que te hagan sentir diferente. Todos hemos sufrido bullying alguna vez, y estoy claro de que la causa radica en todos aquellos que se creen superiores” (hombre trans).

“Y una cosa es lo que tú les digas en la casa y otra que ellos lleguen y les hagan bullying en la escuela por tener un padre queer. Eso no hay apoyo mental que lo evite ni lo sane” (hombre trans).

Se advierte un marcado deseo de no repetir el patrón de crianza de sus padres, a los que tildan de “tiranos” debido a las violencias que recibieron en su entorno familiar. La influencia de factores vivenciales y psicológicos puede, incluso, llegar a determinar su preferencia por el sexo de su descendencia.

“No puedo tener hijas hembras o con anatomía igual a la mía, porque sería revivir todo mi trauma por haber nacido en este cuerpo. Reviviría toda la disforia a través de ese ser” (hombre trans).

Otros criterios del grupo denotan la necesidad de visibilizar las infancias trans y de facilitar la comunicación y la crianza desde el respeto y la asertividad.

“…que mi identidad de género fuera respetada y reconocida ayudó mucho a mejorar mi salud mental. En general, me empecé a sentir más feliz en la casa y tenía más ánimo y energía para hacer las cosas” (hombre trans).

“Es que antes de aceptarme a mí mismo, vivía con un complejo constante que me impedía ser yo mismo en cualquier parte… Además de que mis padres exigían de mí comportamientos que me hacían daño y por eso los mantenía más alejados de mis problemas, aspiraciones, etc… Ahora es todo lo contrario. La comunicación es fluida, nos conocemos mejor y nos implicamos más en los proyectos de cada miembro de la familia” (hombre trans).

Entre diferentes criterios, se pudo observar una tendencia a ponderar el rol de madre desde el predominio de una lógica biologicista y de la idealización de la función materna sobre la paterna.

Uno de los participantes comenta: “yo soy madre, pero no mujer. Hay madres no binarias”; y otros expresan que solo quisieran ocuparse de garantizar las necesidades materiales de hijos e hijas. La división sexual del trabajo promueve también la idealización de la maternidad como destino para las mujeres, atribuyéndoles una disposición instintiva para el cuidado.

Sin embargo, como los roles de madre y padre son construcciones sociales, pueden reconfigurarse de distintas maneras, según los significados que cada persona les atribuye y el momento en que ocurre la transición de género.

Este proceso genera contradicciones en los hombres trans. Por un lado, implica la resiliencia de desafiar los mandatos de género y demostrar constantemente su masculinidad, enfrentando las interpretaciones culturales en lo personal, familiar y social. Por el otro, asumir el rol de madre exige romper con las expectativas y asignaciones que la familia y la sociedad imponen según el sexo, influenciadas por el imaginario y la cultura. Por eso no existe una única forma de vivir la maternidad o la paternidad.

Crianza, corresponsabilidad y cuidados

Asumir la crianza de manera corresponsable aporta a hijos e hijas mayor bienestar psicológico y emocional y favorece una distribución más equilibrada de las tareas de cuidado en la familia. Sin embargo, para los hombres trans esto implica desafíos, dudas y resistencias en la vida cotidiana, especialmente al alejarse del modelo patriarcal tradicional.

Las experiencias compartidas evidencian la ausencia frecuente de la figura paterna en la crianza los cuidados e incluso historias de abandono familiar debido a lo cual mostraron posturas más equitativas e inclusivas sobre la crianza. La mayoría expresó su rechazo a reproducir patrones machistas y manifestó el deseo de ejercer una maternidad o paternidad más abierta y preparada para acompañar infancias diversas.

“En este sentido, me gustaría ser un papá que participe de los juegos de mis hijxs, que tenga todos los días un momento para conversar con ellos sobre lo que aprendieron en la escuela, que les aporte paulatinamente un pensamiento crítico de la realidad y pueda proveerles, además de sostenibilidad material, sostenibilidad afectiva (…) Quisiera ganarme su confianza para hablar de cualquier tema (…) Tampoco me gustaría replicar esos modelos de malcriadez que poco preparan para la vida y que permiten que el infante se sienta con toda autoridad de ausentarse de las responsabilidades del hogar, incluyendo la cuestión afectiva hacia padres, madres, abuelos…” (hombre trans).

Los temas abordados invitan a repensar el ambiente familiar en el que crecieron estas personas, quienes reconocen que, tanto la distribución de los cuidados como la presencia de violencias en la pareja y en la familia son expresiones de la desigualdad de género y la herencia patriarcal.

“Considero que son resultado de una cultura patriarcal, que deposita todo el rol de cuidadora en la figura femenina, y los hombres solo deben estar ahí para proveer” (hombre trans).

“He visto cómo desde mi familia se ejerce la violencia económica, cómo se subvalora el trabajo doméstico que hace mi mamá y cómo finalmente ella queda resignada a ser ama de casa, dejando sus aspiraciones a un lado… Por eso me gustaría que en el ambiente familiar todo lo relacionado con las responsabilidades de la casa se distribuyera de manera más cooperativa (…), que mi pareja pudiera realizarse profesionalmente y que mis hijes aprendieran que las tareas del hogar significan una forma de apoyarnos y cuidarnos mutuamente” (hombre trans).

Además, perciben que la “convivencia familiar en equidad” suele ser un privilegio de clase, ya que las personas en situación de vulnerabilidad cuentan con menos recursos y posibilidades para alcanzarla. Esto resalta la importancia de considerar la interseccionalidad.

Como expresa uno de los participantes, las largas jornadas laborales, la falta de oportunidades profesionales, los problemas habitacionales y la carencia de educación dificultan la participación equitativa en la vida familiar y la toma de decisiones compartidas. El factor económico, aunque no es el único, influye de manera decisiva en la posibilidad de lograr una convivencia en equidad.

Sin embargo, incluso en familias con buenas condiciones materiales, la equidad no está garantizada si no se cuestionan los roles tradicionales. Aun así, reconocen que la crianza ha sido históricamente expropiada del rol masculino y paterno, lo que dificulta una verdadera corresponsabilidad.

“Muchos padres de familia saben que si expresan su debilidad están mostrando una expresión de fracaso, de falta de virilidad. Alrededor de la figura masculina se ha impuesto también una serie de responsabilidades opresivas” (hombre trans).

En resumen, las parentalidades trans siguen siendo invisibilizadas y discriminadas, pese a la existencia de políticas y marcos jurídicos que buscan una mayor inclusión de poblaciones vulnerables e históricamente marginadas en la vida familiar y social. El estigma y la discriminación se mantienen como las principales barreras para que las personas trans formen una familia. El desconocimiento sobre esta realidad genera riesgos a nivel familiar, institucional y social, lo que afecta el derecho a formar una familia y a ejercer la crianza de manera corresponsable.

Consideramos apremiante:

— Crear espacios de sensibilización social y comunitaria que legitimen los cuidados como derecho y deber de todas las personas en la familia.

— Desarrollar estrategias educativas y comunicativas que apoyen la construcción de una paternidad corresponsable.

— Trabajar con la diversidad de varones para cuestionar la violencia asociada a los mandatos patriarcales y promover la pluralidad de masculinidades y paternidades.

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