El amor todo lo puede…, los celos son prueba de amor…, la media naranja… Los llamados mitos del amor romántico están en el origen de muchas violencias. ¿En qué consisten? ¿Qué desafíos representan? Para responder estas interrogantes, No a la Violencia invitó a la psicóloga especializada en estudios de género y violencia Mareelén Díaz Tenorio; la socióloga Raida Semanat Trutie, de la Sociedad Cubana Multidisciplinaria para el Estudio de la Sexualidad (Socumes) y a la filósofa Mirell Pérez, del Grupo América Latina: Filosofía Social y Axiología (Galfisa), del Instituto de Filosofía.

¿En qué consiste el mito del amor romántico?

Mareelén Díaz: La idea del amor romántico es muy común entre adolescentes y jóvenes. Constituyen creencias sobre cómo deben ser las relaciones de pareja y qué se espera socialmente de nuestro comportamiento. El concepto de amor que se nos ofrece socialmente viene impregnado por una ideología patriarcal, que lleva implícita la dominación de un sexo, el masculino, sobre otro, el femenino, lo que sin ninguna duda afecta a ambos, aunque no de la misma manera. Tienen mayor desventaja las muchachas.

Esta construcción patriarcal es difícil de cambiar y lleva a la aceptación errónea de conductas tóxicas para las relaciones, que contribuyen a mantener un desequilibrio de poderes y terreno fértil para que se instaure la violencia de género.

Algunas falsas creencias asociadas a este mito son: “es normal sufrir por amor”, “me cela porque me quiere”, “ellos no pueden controlar su deseo sexual y se buscará otra si no encuentra satisfacción en mí”, “me prohíbe ciertas cosas por mi bien”, “siempre quiere saber dónde estoy y qué hago porque no puede estar sin mí”, “a él no le gusta usar condón y yo lo complazco porque nos queremos” y otras más.

Raida Semanat: Son creencias instauradas en los imaginarios que conducen a que las personas reduzcan sus sentimientos eróticos/afectivos a la existencia de un otro, una otra u otros, de forma tal que esa otredad se convierte en su principal razón de ser. Sus maneras de expresión se han diversificado, a partir del propio desarrollo alcanzado en las sociedades -en materia de equidad- y las disímiles formas de vivenciar las sexualidades que han emergido en las últimas épocas.

Mirell Pérez: Es esencialmente una construcción social y cultural, por tanto, incide en la vida de las mujeres; constituye además la posibilidad de perpetuar un sistema social patriarcal y heteronormativo.

Creo que igualmente externaliza patrones culturales que se reproducen en la construcción de la subjetividad, en diversos productos comunicativos (resultados del cine, la literatura, la música, entre otros) Por otra parte, en estas propias construcciones sociales arraigadas en el sistema patriarcal, como decíamos antes, nos encontramos con los roles asignados a las mujeres; entonces la interrogante es: ¿qué significa “ser mujer”? Y ahí entran al juego el tema de la feminidad, la mujer cuidadora, buena madre- esposa- hija.

Por tanto, el matrimonio, la familia, la iglesia se convierten, en algunos casos, en lugares o espacios de opresión para la mujer, donde además se reproducen estereotipos y roles de género y, en esencia, la subjetividad patriarcal.

¿Cómo se manifiesta en el contexto cubano?

MD: Ocurre de diversas maneras, puede expresarse desde formas sutiles, imperceptibles, naturalizadas hasta formas abiertas, directas. Las consecuencias son también variadas. Una de las más graves lleva a la existencia de embarazos indeseados y maternidad temprana entre adolescentes y jóvenes, guiadas por este mito de que “el amor todo lo puede”, o sentir que enamorarse significa aceptar todo lo que disponga o imponga la pareja.

Se manifiesta a través del ejercicio del control machista, por ejemplo: pedirle a la mujer que envíe fotos para saber dónde está, llamarla repetidamente para conocer qué hace y con quién, revisar su celular, etc. Se ignora que el control no es amor. Algunos mitos refieren que “el amor todo lo puede, lo perdona y aguanta todo, no hay amor sin sufrimiento”. Otros señalan un destino predeterminado que nos “completa”, como si fuéramos personas inacabadas: “es mi media naranja, es mi alma gemela, el verdadero amor es para siempre, solo se ama una vez, él es mi hombre”. Este camino lleva de manera directa al matrimonio y a tener hijos como idea absoluta. En otros se aprecia la necesidad de entrega total como: “no se puede ser feliz sin pareja, la pareja debe saber todo sobre mí y debo renunciar a mi intimidad, para tener pareja hay que dar y sacrificar todo”.

RS: Desde el contexto cubano, son múltiples sus manifestaciones, en coherencia con la gran heterogeneidad social que caracteriza a la Cuba de estos tiempos. En ello inciden las particularidades de cada persona que lo experimenta, con una incidencia directa o no de sus capitales cultural, económico y otros. Además, intervienen determinantes como la edad, el género, el territorio, creencias o prácticas religiosas, por solo citar algunas de ellas.

Está presente en situaciones asociadas a personas que viven en el ciclo de la violencia en sus relaciones de pareja, las cuales no concluyen con el vínculo al pensar que “la vida se les acabará” (presente no solo en parejas heterosexuales); la falta de protección en las relaciones sexuales o el sostener relaciones “abiertas” como muestra de amor, muy frecuente en parejas jóvenes; el asumir una maternidad o paternidad no deseada, por complacer a la pareja y no perderla; permitir el control del cuerpo, del tiempo, del modo de vestir, con quién relacionarse (incluida la virtualidad/redes sociales), a dónde ir, qué estudiar o dónde trabajar; aceptar los “celos por amor”; permitir formas de crianza no respetuosas, por el simple hecho de ser la pareja que se tiene, sean o no madres o padres de los hijos y las hijas.

MP: Creo que el contexto cubano no está ajeno a los mitos del amor romántico y a la reproducción de estereotipos de géneros. En este sentido, podríamos comenzar con un análisis desde la propia infancia. El hecho de que nos eduquen en la diferenciación por sexos entre niños y niñas ya es prueba de ello; desde los colores asociados a niñas y niños: rosa y azul; los propios juegos: muñecas, juegos de cocina o limpieza/ armas de fuego, robots, superhéroes. De manera que ya desde la infancia nos imponen roles sociales diferentes, además de modos de comportamientos diferentes de acuerdo con los patrones sociales establecidos, que no hacen más que limitar las capacidades de las infancias en relación con las normas y los modos de hacer dictados socialmente y que condicionan el comportamiento femenino y masculino.

En tanto, los roles asignados a los hombres se asocian a la fortaleza, el poder, el espacio público, las libertades sexuales, la independencia económica y el proveedor económico por excelencia. Las mujeres son asociadas a la sensibilidad, al rol de cuidadoras y de servir a los otros, reducidas al espacio privado y al ideal de ser buenas madres, esposas e hijas.

Por tanto, el mito del amor romántico en función de las relaciones se sustenta en exigencias que imponen la fidelidad y la obediencia, que limitan los espacios propios de las mujeres, sus tiempos, su libertad e independencia económica. En nombre del amor se imponen modos de vestir, de comportarse, cambios en los modos de vida, el control por medio de la fuerza o el control psicológico.

¿Qué hacer para desmontar estos estereotipos que a menudo están en el origen de las violencias machistas?

MD: Es preciso saber que los celos no son amor, sino inseguridad y posesión; el amor no es entrega incondicional, esto se llamaría sumisión; nadie cambia por amor, se cambia o evoluciona por deseo propio y no por satisfacer a otra persona; las relaciones sexuales no son expresiones de amor hacia la pareja, sino deseos propios y deben ser consensuados.

Con frecuencia se hacen invisibles las señales que alertan sobre el peligro de relaciones de pareja violentas. Es preferible trabajar por hacer visibles esas señales y evitar la entrada en una relación de posesión, control, de violencia.

Definitivamente, es necesario desmontar los mitos del amor romántico para evitar violencias de género. Para cambiar estas falsas creencias se deben aprovechar todos los espacios de socialización posibles, desde los más formales como la escuela, hasta sitios y modos de entretenimiento. Es importante el uso del arte y todas sus manifestaciones, así como campañas de bien público. Y este desmontaje debe llegar a diversos grupos poblacionales. La autonomía personal y los derechos de las personas se educan desde la infancia. Grupos de edades mayores también son susceptibles de aprender, en no pocas ocasiones transmiten y refuerzan en las nuevas generaciones sus propios aprendizajes con los mitos del amor romántico.

Para amar a otras personas es importante amarse a sí misma. Puede ayudar responderse preguntas como: ¿Qué es para mí una relación de pareja? ¿A qué tenemos derecho cuando tenemos una pareja? ¿Qué obligaciones tenemos con nuestra pareja? ¿Al estar con mi pareja, puedo ser yo misma, hacer las cosas que me gustan y quiero? ¿Qué cosas no estoy dispuesta a aceptar en una relación de pareja?

No se trata de anular o disminuir las experiencias del amor romántico, no se trata de eliminar su ternura sino justamente lo contrario. Se trata de comprender lo bello y placentero de sentirse enamorada, las características que le hacen provocar emociones y sentimientos positivos únicos. Que no dejen de “revolotear las mariposas”, pero que no exista dolor, anulación de la personalidad, baja autoestima, subordinación o dependencia a una pareja que nos manipule e imponga decisiones, criterios y conductas que no son nuestras.

Que experimentar el amor sea un sentimiento verdaderamente auténtico y placentero.

RS: Educar, educar y educar. Enseñar a las personas a vivir en condiciones de equidad y respeto a la individualidad. Promover, desde las edades tempranas, el fomento de competencias personales y emocionales, así como habilidades para la vida que contribuyan al crecimiento y desarrollo positivo de las personas; enalteciendo la autoestima, el autoconcepto, la autonomía personal. Aspectos que resultan esenciales para la toma de decisiones y/o solución a conflictos en el ámbito de las relaciones de pareja; además, garantizan la salud y el bienestar de cada persona.

MP: Una alerta importante es cuestionarnos qué tipos de relaciones queremos construir. Las relaciones no deben ser una camisa de fuerza, deben fundamentarse en el respeto y la equidad, en la corresponsabilidad, el crecimiento personal y profesional de las personas implicadas, respetar los tiempos personales y construir democráticamente los tiempos de la pareja. Para ello, la formación y la capacitación siguen siendo necesarias.

Formar y educar en igualdad para generar relaciones más sanas es un compromiso, no potenciar estereotipos tradicionales que han calado socialmente, siempre cuestionarnos qué relaciones estamos construyendo y reconocer que es un tema cultural. Por tanto, es necesario fortalecer las capacidades para detectar los posibles mitos del amor romántico que se reproducen en la vida cotidiana.

Por otra parte, la comunicación debe ser más efectiva y colocar contenidos que cuestionen la violencia patriarcal y machista, visibilizar los derechos de las mujeres y cuestionar estereotipos de género, para transformar las relaciones y a la sociedad, para calar en los imaginarios y sensibilizar acerca de la construcción sociocultural del “género” y sus implicaciones sociales.

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