La Habana, octubre, (SEMlac).– Denunciar y exponer el caso de acoso sexual callejero si la víctima se siente preparada, crear un espacio de ayuda y acompañamiento a quienes sufren este tipo de violencia, estrechar vínculos con las facultades de Derecho y Psicología para asesoramiento son algunas de las acciones que estudiantes de diversas disciplinas de la Universidad de La Habana consideran necesarias ante el acoso sexual callejero.
Asimismo, establecer relaciones desde la casa de altos estudios con las autoridades policiales para respaldar la seguridad y velar porque se cumplan las sanciones impuestas a quienes cometen el delito, coincidieron el pasado 8 de octubre quienes participaron en la Peña de la Red Feminista de la Universidad de La Habana.
Bajo el nombre “¿Hasta cuándo? Herramientas contra el acoso callejero”, estudiantes y profesionales de carreras como Ciencias de la Información, Periodismo, Sociología, Medicina, Arquitectura, Física y Lenguas Extranjeras, entre otras, dialogaron sobre experiencias cotidianas relacionadas con el acoso, una violencia que para nada está alejada de los predios universitarios.
Un ejercicio colectivo, guiado por preguntas como «¿Cuál es la primera forma de acoso que recuerdan?», «¿En qué lugar sucedió?» y «¿Cómo se sintieron?», reveló una realidad donde palabras, roces, gestos, miradas y chiflidos son comunes en la vida de las mujeres. Estas experiencias ocurren en el transporte, la calle, el barrio y la escuela, y provocan indignación, impotencia y tristeza.
Lirians Gordillo Piña, periodista invitada al espacio, destacó: “No son emociones casuales, son expresiones de inconformidad ante el daño sufrido. Transformar la rabia en acción y la impotencia en organización puede ser una vía para buscar cambios, tanto personales como colectivos”.
Un fenómeno estructural
A juicio de Gordillo Piña, es importante reconocer que el acoso callejero afecta a las mujeres a lo largo de sus vidas, especialmente en la adolescencia y juventud.
Dijo que se observa una creciente sexualización de los cuerpos de niñas, adolescentes y mujeres, amplificada por videoclips, redes sociales e influencers. Esta tendencia genera una presión social que lleva a las mujeres a presentar su cuerpo de cierta manera para ser consideradas atractivas, asociando la sexualización con el éxito, añadió la comunicadora.
Para la periodista de la Editorial de la Mujer, estos factores se desarrollan en un contexto patriarcal que debe ser cuestionado. Las mujeres tienen el derecho de vivir su sexualidad plenamente, sin la presión de las percepciones ajenas.
Sin embargo, la apropiación o reivindicación de la sexualidad femenina por las propias mujeres a menudo es sancionada. De ahí la importancia de una educación basada en el respeto y el consentimiento, dijo Gordillo Piña.
Cambiar este paradigma es complejo, pues se educa a los hombres para conquistar y a las mujeres para ser conquistadas, perpetuando un ciclo de poder desigual. Para entender y combatir el acoso, es necesario examinar cómo las masculinidades interpretan el erotismo, especialmente la influencia de la pornografía, que fomenta una visión distorsionada de las relaciones humanas, agregó.
Con ese criterio coincidió Abel Rivas, graduado de Física, para quien es esencial que los propios hombres sensibilicen a otros y se sumen a esta lucha.
Gordillo Piña añadió que es importante reflexionar sobre un aprendizaje que proviene de feministas de América Latina: las violencias machistas son reactivas. “A medida que las mujeres se empoderan y denuncian las violencias, incluyendo el acoso callejero y a los acosadores, esta violencia puede aumentar”, sostuvo.
También, dijo, es relevante visibilizar que, en tiempos de crisis económica, muchos hombres pierden su papel como proveedores, lo que puede percibirse como una disminución de su virilidad y control.
Esta insatisfacción e impotencia a menudo se manifiesta en un aumento del consumo de alcohol y de las violencias. Así, la rabia y la necesidad de sentirse en control pueden canalizarse en el acoso callejero, que a menudo ocurre en un contexto de mayor impunidad, explicó.
“Es posible que en casa no ejerzan violencia física contra su pareja, pero en la calle pueden sentirse con la libertad de gritarle a una desconocida o de tocarla en un transporte público, sintiendo que no habrá consecuencias”, reflexionó.
Para la estudiante Paula Ríos, el acoso sexual deshumaniza a las mujeres y las reduce a meros objetos sexuales. “Debemos resaltar nuestras cualidades más allá de lo físico, así como reconectar con quiénes somos y quiénes queremos ser”, señaló.
Gordillo Piña destacó que el acoso sexual callejero se experimenta de manera diferente según factores como el color de piel, la edad, la identidad de género, orientación sexual o estatus social. “Cuestionar los privilegios que influyen en la socialización de las masculinidades y en el acceso a oportunidades es un elemento esencial en la lucha contra esta violencia”, remarcó.
Esta violencia puede vivirse de manera más cruel por una pareja de mujeres jóvenes lesbianas que van de la mano en un parque, o por un adolescente trans. No se trata solo de mujeres cisgénero o de mujeres blancas; estas experiencias también están racializadas y reflejan estructuras de poder más amplias, señaló.
Además, reconoció que a pesar de los avances normativos recientes, como el Decreto Ley 35 de 2021 que aborda el acoso en redes sociales, el Código Penal de 2022 que incluye disposiciones sobre acoso sexual, y más recientemente el Decreto 96 de 2023 que legisla sobre acoso laboral, el proceso para denunciar forma de esta violencia sigue siendo desgastante y revictimizante.
Aunque han surgido más espacios de acompañamiento, aún queda un largo camino por recorrer para que las personas afectadas puedan contar con un apoyo continuo.
En ello coincidió la jurista Nathalie Miret, quien insistió en el valor de la denuncia para poco a poco acortar la brecha de impunidad sobre este tipo de hechos.
La Red Feminista de la Universidad de La Habana se fundó en noviembre del 2022, y tiene como objetivo impulsar una perspectiva feminista en el estudiantado universitario para contribuir a la transformación social.