Mujeres emprenden proyectos en el oriente rural

Como mejor conocen en su pueblo a Francisca Eugenia Milanés García es por los pregones que la acompañan. Es raro el día que a ella no se le escuche entonar un ocurrente anuncio para vender algún producto por su comunidad del municipio Yara, en la oriental provincia de Granma, a más de 740 kilómetros de La Habana.

«Lechuga fresquecita…acabadita de cosechar, a mano alzada y p’almorzar; la habichuela mantiene la salud buena; el cilantro a la sopa le da encanto; ají de cocina, condimento de comida…compra hoy para que no quieras mañana…», se le escucha vociferar con frecuencia, mientras mueve y muestra en su carreta los productos en venta.

«En el organopónico (huerto orgánico), yo soy la administradora, la productora y la comercializadora», resume esta risueña y espontánea mujer que hace unos años transformó un solar yermo lleno de basura en tierra productiva de la cual se benefician ella, su familia y la comunidad.

Junto al deseo personal por mejorar el entorno de aquel lugar, a Milanés la movió en esa empresa el interés por lo que aquel sitio podía representar como fuente de empleo y de ingresos para la economía familiar, mientras se resolvía también una necesidad de la producción y consumo de alimentos.

La suya no es una historia aislada en el paisaje rural cubano, según contaron pobladoras de asentamientos y espacios diversos de las cinco provincias orientales y Camagüey, reunidas en la ciudad de Bayamo, provincia Granma, los días 15 y 16 de julio, en una Jornada de saberes y experiencias con motivo del Día internacional de la Mujer Rural y el Día Mundial de la Alimentación.

Convocada por la por la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), el Ministerio de Agricultura, la Asociación Cubana de Producción Animal, la de Agricultores Pequeños y la de Trabajadores Agrícolas y Forestales, la cita contó con el apoyo financiero de la Agencia de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y Oxfam Cuba.

El encuentro también sirvió de escenario a la II Reunión de la red de apoyo a la mujer rural en la zona oriental, que fue reactivada este año en todo el país con la participación de varias agrupaciones y entidades, y que coordina la FMC, única organización de su tipo que grupa a más de cuatro millones de cubanas.

«La incorporación de las mujeres a la producción de alimentos es una tarea de primer orden que debemos seguir promoviendo», consideró Teresa Amarelle Boué, secretaria general de la organización femenina, durante el intercambio con productoras y otras mujeres de las zonas rurales.

Una oportunidad no aprovechada aún en todas sus posibilidades por ellas, pero que ya muestra algunos resultados, es la que ha permitido a varias convertirse en arrendatarias de tierras para la explotación de fincas y parcelas.

Magalys Rodríguez Guerra es una beneficiada con el otorgamiento de tierras desde la puesta en vigor del Decreto ley 259, en septiembre de 2008, que fue sustituido desde el 9 de diciembre de 2012 por el Decreto ley 300, que amplía algunas posibilidades, entre ellas la cantidad de hectáreas para cultivar por persona y la autorización para la construcción de viviendas que garanticen la permanencia en el campo.

«En 2011 solicité 2,10 hectáreas de tierra en la Jabilla, que pertenecía a la Cooperativa de Créditos y Servicios Fortalecida Enrique Campos Caballero», contó Rodríguez para ubicar el inicio de la historia que terminó en la creación de la finca El Guayacán, ubicada en la franja costera sur, a 10 kilómetros de la carretera de Caimanera, en el extremo oriental cubano.

La que entonces era promotora cultural en la comunidad de Hatibonico, decidió aprovechar la experiencia agrícola de su esposo, quien junto a ella empezó a desmontar malezas y a transformar el área en productiva.

Lo que ese proyecto le ha dado en alimentos y utilidades, además de sus efectos en la vida de la comunidad, Rodríguez lo resume en un suceso de alcance social.

Además de la producción de cultivos varios, ha desarrollado la cría de cerdos, aves, conejos y ganado ovino – caprino. También promovió, junto a la FMC allí, la creación de una brigada de Mujeres Creadoras.

«Hicimos un diagnóstico para determinar las causas fundamentales del alcoholismo, el machismo y el deterioro de la autoestima en las personas de la zona y elaboramos una estrategia para tratar de disminuir poco a poco su incidencia», contó ante SEMlac.

Las integrantes de la brigada apoyan a mujeres y hombres que viven solos o son personas enfermas, las vinculan a un taller de artesanía y les han facilitado alimentos, ropas y en ocasiones dinero recolectado como donativo. «Damos ese acompañamiento en la comunidad para que mejore su calidad de vida», precisó Rodríguez.

En opinión de Esperanza González, de la FMC en Guantánamo, las miradas deben dirigirse al empoderamiento de las mujeres usufructuarias, pero también a influir en la reversión de procesos como el éxodo de la montaña o la solución de necesidades como el cuidado de hijas e hijos para que las madres puedan incorporarse al trabajo.

Desde las que asumen funciones directivas hasta la que emprenden un nuevo oficio, pasando por otros desempeños, ellas reconocen muchos cambios en el ámbito rural, que aún necesita de profundas transformaciones económicas y sociales.

«La cultura y los preceptos patriarcales no cambian en corto tiempo y tenemos que mirar cuánto hemos cambiado e inspirarnos en ese cambio para seguir avanzando desde experiencias personales, pero también familiares», acotó Arelys Santana Bello, segunda secretaria de la FMC.

Además del cambio cultural, las zonas rurales demandan mejoras de infraestructura, que no es homogénea en el oriente, con notables efectos en la vida cotidiana por dificultades con el abasto de agua y electricidad, la lejanía de servicios clave y la falta de transporte.

Entre los retos y oportunidades inmediatos, las asistentes identificaron la posibilidad de incorporarse como usufructuarias a la producción agropecuaria, en beneficio propio y de sus familias; aprovechar al máximo los aportes de la ciencia y el conocimiento del campesinado en las labores del campo, y promover miradas a favor del desarrollo endógeno de las zonas rurales.

Para Gemma García Oliva, responsable de Desarrollo local y Género en la AECID, se confirma la pertinencia de un marco legal, jurídico y medidas de acción positivas, entre otros propósitos en los que se ha trabajado y continúa enfrascada la red.

También que «hay que seguir rompiendo estereotipos en el ámbito doméstico y mejorar el trabajo por la igualdad en la familia», señaló García entre otros desafíos, como promover y aprovechar mejor los liderazgos, desarrollar la vocación para transmitir conocimientos y experiencias de mujeres exitosas y plantearse nuevas metas para mejorar la calidad de la vida rural.

En opinión de Faure Jerone, representante de Oxfam, otro punto clave es transformar creencias y actitudes, mujeres y hombres, a favor de una cultura de verdadera igualdad.

«Muchas han tenido que recorrer una trayectoria de vida llena de obstáculos y sacrificios, pero los han superado, han mejorado su ingresos económicos, tienen una vida con menos violencia y la posibilidad de participar plenamente en su comunidad, cooperativa y asociación», consideró.

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