La violencia, en sus diferentes formas de presentación, es un fenómeno cada vez más frecuente en nuestra sociedad. El acoso laboral, conocido también como mobbing, está adquiriendo mucho protagonismo y empieza a considerarse un riesgo laboral. Uno de los sectores laborales que se presenta con mayor complejidad ante este tipo de violencia es el agropecuario y azucarero que, a lo largo de la historia, se ha caracterizado por una marcada presencia de fuerza de trabajo masculina.
Estudios consultados –como el de la jurista Lydia Guevara “Repensar un protocolo de actuación y políticas públicas para atender, enfrentar y prevenir la violencia y el acoso en el trabajo”– y algunos acercamientos realizados desde SEMlac Cuba1 muestran que esto se agrava debido a la escasa cobertura de la legislación laboral y a los deficientes servicios de inspección, a lo cual se suma que los empleadores de las unidades de producción agropecuaria carecen de políticas internas preventivas de violencia de género. Por tanto, se ha colocado con mayor fuerza en las agendas de gobierno la deconstrucción de estos patrones tradicionales que colocan a las mujeres en situación de desventaja, con mayor fuerza en los contextos rurales.
En coherencia con estas acciones se encuentran los esfuerzos y el compromiso de la Cooperación Internacional en el mundo, incluidos varios países de América Latina y el Caribe. Tal es el caso de la Fundación española Instituto Sindical de Cooperación al Desarrollo (ISCOD), que desarrolla investigaciones y sistematiza buenas prácticas sobre el problema, con enfoque de género y derechos.
En el marco de esta cooperación, se desarrolló el “Estudio diagnóstico sobre violencia basada en género y acoso laboral en los sectores agropecuario y azucarero en Cuba”, entre septiembre y octubre de 2024. Este trabajo resume algunos de los resultados fundamentales de ese acercamiento, que tuvo como objetivo general analizar, con perspectiva de género, enfoque interseccional y de derechos humanos, los comportamientos, actitudes y prácticas sobre la violencia laboral en los contextos agropecuarios y azucareros en diferentes zonas de Cuba.
Además de analizar documentación sobre el problema, se entrevistó a especialistas, personas en puestos de dirección e informantes clave de ambos sectores; se encuestó a trabajadores y trabajadoras y se recogieron historias de vida a mujeres que han sufrido violencia o acoso en el ámbito laboral, entre otras técnicas y herramientas aplicadas.
Resultados más relevantes
——Nivel de conciencia y compromiso ante la violencia y acoso laboral hacia las mujeres en los sectores agropecuario y azucarero
El nivel de conciencia y de actuación ante este tipo de violencias está muy relacionado con el conocimiento que se tiene del fenómeno, cómo identificarlo, cuáles son sus manifestaciones más frecuentes y los espacios para denunciar y pedir acompañamiento. En el caso de la violencia, existe una marcada tendencia a relacionarla con la violencia física. Esto coincide con investigaciones previas que identifican esta manifestación como la más reconocible, por ser la más visible y fácil de detectar por las marcas que deja. No obstante, también reconocen que puede estar ligada a otras formas más sutiles, que incluyen aspectos simbólicos y psicológicos.
Las personas entrevistadas no correlacionan la violencia con las desiguales relaciones de género, es decir, con las diferencias en el acceso y uso del poder de mujeres y de hombres, lo que refleja una falta de conciencia de género. Una de las entrevistadas plantea:
“(…) la violencia es cualquier manifestación en la cual se abuse de alguien por ser mujer: puede ser físico, puede ser hasta en la manera en que mandas a hacer las cosas (…)” (informante clave).
Respecto al acoso, lo perciben desde las funciones que se realizan, vinculadas a las relaciones de poder entre jefes y subordinados o subordinadas. Por otro lado, es interesante que no conciben las manifestaciones de acoso sexual como una de estas formas en que se materializa el acoso laboral:
“(…) el acoso es aprovecharme de mi superioridad física, o incluso física y laboral, puede ser que tú hagas tareas que no te corresponden” (informante clave).
Las entrevistas y encuestas aplicadas arrojaron resultados similares acerca del conocimiento que se tiene sobre la violencia y el acoso laboral. Las principales manifestaciones identificadas están más ligadas a lo psicológico y a la violación de los derechos, pero no siempre fueron reconocidas como tal. Esto coincide con los resultados de investigaciones previas -ya mencionados-, donde sobresale la violencia física por encima de otras, lo cual corrobora el carácter simbólico y solapado que tiene el acoso laboral, que muchas veces resulta difícil de identificar y denunciar.
La mayoría de las personas participantes en el estudio se declara con conocimientos sobre el proceso relacionado con la denuncia y el apoyo a las víctimas. Pero al profundizar en otros espacios de discusión se identifica que, de manera práctica, no aportan una respuesta coherente a esta declaración de conocimientos; a la vez que poseen poca información acerca de las legislaciones vigentes en el país y de su implementación en las entidades en las que laboran:
“En el caso de que ocurra alguna de estas problemáticas, se le informa la jefe de brigada que esté al frente. Luego se le informa al sindicato. Después en conjunto se reúnen con la junta directiva y se toman los acuerdos y después se le informa a la asamblea” (persona entrevistada).
Aun cuando no se puede hablar de representatividad por el tamaño de la muestra, el estudio sí permite contrastar la información con otras fuentes de verificación, como son la bibliografía consultada y las entrevistas a especialistas e informantes claves. Esto aporta pistas en relación con la efectividad de los mecanismos ya existentes, pero también confirma que contar con las normativas legales no garantiza una solución efectiva a estos actos de violencia, que generalmente se cometen contra las mujeres.
En su mayoría, especialistas entrevistadas coinciden en la existencia de leyes que están bien pensadas para atender la violencia y el acoso laboral, con su base en las estrategias de género que se han elaborado en cada sector de trabajo, pero el problema radica en la implementación y el conocimiento que se tiene sobre su existencia.
Reconocen, además, que la falla fundamental de la implementación de las políticas, instrumentos y normativas existentes está en la articulación de los actores de este sistema y el conocimiento de esta plataforma legal y de las normas que de ella emanan.
Siguiendo la idea desarrollada anteriormente en relación con el desconocimiento sobre las leyes que protegen a trabajadoras y trabajadores en caso de ser víctimas de violencia y acoso laboral, se identifica que la mayoría valora de poco confiables los mecanismos establecidos para denunciar los actos de violencia y se cuestiona la fiabilidad de las respuestas a estas manifestaciones por parte de quienes coordinan y/o dirigen las instituciones y sus organizaciones (sindicatos) o departamentos (recursos humanos, órganos jurídicos). Pese a considerar los espacios de denuncia poco efectivos y confiables, la mayoría de las personas entrevistadas (33) valora la importancia de conocer acerca de este tipo de actos y cómo proceder ante ellos.
En uno de los grupos de discusión se pidió reflexionar sobre las principales manifestaciones de violencia y acoso laboral que ocurren en sus espacios. Las reflexiones aludieron a la falta de conocimiento sobre leyes y protocolos de actuación ante situaciones de este tipo, lo que sin dudas coloca a las personas en situación de vulnerabilidad ante cualquiera de las manifestaciones de este tipo de violencias.
Las dinámicas grupales también posicionaron la necesidad de que jefes y jefas conozcan estas leyes, de desarrollar acciones de capacitación y sensibilización en este sentido, darles herramientas para utilizar las rutas establecidas para la denuncia y las leyes que existen en materia de violencia y acoso laboral.
Conclusiones
La existencia de voluntad política y un marco legal no discriminatorio por razón de sexo ofrece oportunidades para la inserción de las mujeres en las organizaciones agropecuarias. Si bien este contexto propicia el empoderamiento de las mujeres, en la práctica se mantienen comportamientos que muestran limitaciones para su incorporación relacionados con la construcción social de género en esos espacios.
Las acciones deben proporcionar no solo la independencia económica de las mujeres, sino además la comprensión y transformación de comportamientos de quienes habitan en las zonas rurales y de quienes dirigen las diferentes organizaciones que en ellas intervienen, de forma tal que se fomente un discurso y una práctica sensible al género, coherente y pertinente con los principios de justicia y equidad que propugna el sistema social cubano.
Las estrategias para prevenir la violencia y el acoso, actualmente en proceso de implementación, responden a la marcada intención política de contemplar estos problemas en las agendas de dirección del país e incluyen pasos en el proceso a seguirpara la detección, atención, transparencia, evaluación, sanción e información de este tipo de violencias.
En las entrevistas resalta la necesidad de crear espacios para la superación y generación de capacidades y la concreción de alianzas en función de estas preparaciones, ya que muchas veces no se denuncia porque el trabajador o trabajadora no logra identificar que está siendo víctima de una situación de violencia o acoso en el ámbito laboral, ni conoce los mecanismos de protección disponibles.
1 Se trata de la monografía “Mujeres rurales más allá del surco” y el trabajo Acoso laboral, un maltrato difícil de probar.

