La Habana, septiembre (SEMlac). Menos personas con capacidad para trabajar, pero también menos mujeres en edad reproductiva y fracturas en las dinámicas familiares son algunos de los saldos que deja la emigración para Cuba, aseveran especialistas.
El país contaba al cierre de 2023 con una población efectiva de 10 millones 55.968 habitantes y poco más de un millón 11.000 personas emigradas, según el recálculo realizado por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (Onei), presentado oficialmente hace dos meses, en julio de 2024.
Esos montos de migración influyen “tanto en la fecundidad, como en el empleo del país y hay una mediatización relacionada con desigualdades de género que se agudizan”, asegura a SEMlac Matilde Molina Cintra, subdirectora del Centro de Estudios Demográficos (Cedem), de la Universidad de La Habana.
Según la estadística actualizada, en 2023 el total de mujeres en edad fértil (de 15 a 49 años) disminuyó en 304.717, de las cuales más 70 por ciento estaba en las edades más reproductivas (15-39 años).
La disminución del monto de población femenina en edad fértil “hace que se muevan los indicadores de la fecundidad. O sea, aumenta la tasa global de este indicador, pero también crece la de fecundidad adolescente y, sobre todo, el peso que esta tiene en relación con la fecundidad total en todos los territorios”, agrega la psicóloga y demógrafa.
En efecto, la tasa global de fecundidad aumentó desde 1,47 hijos por mujer en 2021 a 1,54 en 2023, según las interfases de población publicadas por la Onei. En el mismo período, la de las muchachas se incrementó de 49,7 nacimientos por cada mil adolescentes hasta 19 años, a 54,1.
Pero lo más preocupante, en opinión de la experta, es que el aporte de estas jóvenes a la fecundidad general ha crecido, lo que se considera la mayor desarticulación de este indicador en el país, actualmente.
Para Molina Cintra, hay otro elemento asociado a este fenómeno que incide en las adolescentes y no tiene tanto que ver con los montos de personas que abandonan el país, sino con la calidad de las relaciones familiares al interior de los hogares afectados por esa migración.
“A menudo, cuando los padres migran para ir adelantando proyectos familiares, los y las adolescentes quedan al cuidado, fundamentalmente, de los abuelos, lo cual impacta sobre la educación integral de la sexualidad de estas muchachas y muchachos”, asegura la experta.
A su juicio, la diferencia generacional puede obstaculizar la comunicación intrafamiliar, sobre todo en temas sobre sexualidad.
En este camino, si las adolescentes -sobre todo las muchachas- no tienen confianza para contarles a abuelas y abuelos sus preocupaciones, quizás no lleguen a tiempo a los servicios sexuales y reproductivos, ya sea para una consejería o para practicarse un aborto, en caso de que hiciera falta.
“Es decir, hay toda una serie de elementos importantes que pueden deteriorarse y retroceder en la comunicación sobre la sexualidad en estos casos”, insiste Molina Cintra.
Recalcular la población, una urgencia
De acuerdo con especialistas, faltan investigaciones para completar el análisis de los impactos de la migración sobre la vida nacional cubana, pero el cambio metodológico para su conteo pone al país en mejores condiciones para llevarlos a cabo, aseguró Antonio Aja Díaz, director del Cedem, durante la presentación pública de esos nuevos datos, en agosto de 2024.
Los nuevos algoritmos de cómputo para el cálculo de la población anual, aprobados en julio del presente año, introducen el concepto de población con residencia efectiva, también incluida en la nueva Ley de Migración, analizada en la Asamblea Nacional pero todavía sin publicarse su versión final.
La población con residencia efectiva es la que, en un año calendario, acumula 180 días o más de permanencia en el país durante los últimos 365 días.
Pero, ¿por qué hacía falta una nueva forma de cálculo? La actualización a la legislación migratoria implementada desde 2013, con la puesta en vigor del Decreto-Ley No. 302 (modificativo de la Ley no. 1312 “Ley de Migración”), estableció que las personas con ciudadanía cubana podían permanecer fuera del país hasta 24 meses sin ser declaradas migrantes.
A partir de las condiciones de confinamiento y cierre de fronteras impuestas por la pandemia de covid-19 en todo el mundo, el gobierno cubano puso en moratoria la implementación de esa medida. En consecuencia, desde 2019 no se registraban migrantes de forma oficial, con lo cual las estadísticas no se correspondían con la realidad del país.
La población obtenida después del recálculo para 2023 fue 10,1 por ciento menor que en 2020 y similar a la que se registró en la nación caribeña en algún momento de 1985.
Tras las nuevas cuentas, todas las provincias y municipios pierden población, solo La Habana suma más de un millón de habitantes y se ratifica el nivel de envejecimiento y el profundo cambio de la estructura demográfica del país: casi un quinto de la población (24,4%) tiene 60 años y más.
Para Aja Díaz, las alarmas que se encienden tras el análisis exhaustivo de la situación demográfica cubana no son menores, pues el país presenta una economía envejecida, caracterizada por el alto costo, para la sociedad y la familia, de la atención y el cuidado a la creciente población adulta mayor.
Ello también implica que hay menos personas aptas para trabajar, no solo porque se van más jóvenes, sino porque quienes quedan asumen muchas más funciones y cargas.
“La migración se convierte también en un factor expulsor del empleo para las mujeres”, confirma Molina Cintra. “Cuando los hombres de la familia migran, ellas quedan a cargo de personas mayores solas, hijos e hijas”, comenta.
“A menudo, para la configuración de este proyecto de vida familiar, los hombres salen primero y después las mujeres. Entonces los cuidados familiares recaen más sobre las mujeres y, por lo tanto, eso repercute en la fuerza laboral y en las tasas de actividad femenina”, detalla la especialista.
Para la subdirectora del Cedem, el problema no son solo las cargas domésticas multiplicadas y la salida del empleo formal, sino también la poca autonomía, la soledad y las carencias afectivas que esta situación impone y que llevan, incluso, a que muchas mujeres no lleguen a alcanzar su ideal reproductivo. “Ahí hay un impacto directo en las relaciones de género”, insiste la especialista.
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