Eliduvina Álvarez Moscoso tiene 75 años y lleva casi tres décadas residiendo en Factoría 7, un inmueble donde habitan en cuartos contiguos más de 10 familias, a una cuadra de la concurrida calle Monte del municipio capitalino de Centro Habana, en la capital cubana.
“Vivía con mi hija y mi nieta, pero ellas emigraron hace 17 años y ahora están en Estados Unidos. Ocho años llevan sin poder venir. Vivo acá arriba sola y en el cuarto del segundo piso vive mi sobrina política, con sus dos niñas; ellas son mi apoyo. Imagina, yo me separé del padre de mi hija cuando era una bebé porque él se fue de Cuba, pero su familia siguió siendo la mía”, comentó a SEMlac Álvarez Moscoso.
Hasta hace muy poco, desde su puerta podía saludar cada día a Luis Pérez y Reinaldo Acuña, “dos vecinos de oro”.
“Eran pareja, sin que abiertamente lo dijeran. Una lo imaginaba, pero eso de ocultar la homosexualidad es cosa de mi generación. Luis murió primero y Reinaldo enfermó, se lo llevaron unos parientes porque los familiares de Luis reclamaron la casa, y ahora el cuarto está ahí cerrado. Luego supimos que Reinaldo también falleció”, rememoró Eliduvina.
Yanet Pérez Acosta, la sobrina de Eliduvina, se divorció en 2018. “Vivo con mis hijas Bárbara y Sofía, de 12 y 13 años. Mi vecina Sandra tiene dos hijos ya adolescentes y los ha criado sola, así que lo que hay que hacer es mirar para adelante”, dijo Pérez.
Para Eliduvina, su edificio “es como un país en miniatura. Por estos cuartos, en los años que llevo acá, han pasado todo tipo de familias”, comenta.
A juicio de la psicóloga cubana Patricia Arés Muzio, la familia en Cuba trasciende los estrechos marcos del hogar de convivencia y existe un sistema de relaciones mucho más abarcador: la “familia de interacción o ampliada”, un grupo de referencia y pertenencia más amplio, donde se incluyen los hijos adultos no convivientes, los padres biológicos no custodios, otros parientes, la familia emigrada e incluso los vecinos y amigos.
Todas esas personas conforman una red de sostén, apoyo material, instrumental y emocional que también hay que considerar cuando se habla de familia; de ahí que resulta inevitable romper con la idea de un modelo único de funcionamiento y funcionalidad, y sea más adecuado hablar de las familias, en plural, afirmó la sicóloga.
Justamente la diversidad familiar que coexiste en la sociedad cubana actual determina la necesidad de un nuevo Código de las Familias, señaló Yamila González Ferrer, vicepresidenta de la Unión de Juristas de Cuba.
En su opinión, es imprescindible contar con soluciones jurídicas inmediatas y especializadas para los disímiles conflictos familiares cotidianos.
Según Arés Muzio, estamos frente a una sociedad donde la familia no se define por los ejes vinculares de la consanguineidad, la convivencia, el parentesco o la conyugalidad. También son relevantes la consensualidad, la cohabitación, la adopción, el allegamiento y la tutelaridad.
“En la actualidad, lo esencial en una familia es la calidad de los vínculos afectivos y el cumplimiento de sus funciones”, apuntó la entrevistada.
Diverso entramado familiar
Arés Muzio insiste en que la diversidad y complejidad son tendencias rectoras de las familias hoy, que han pasado de la institucionalidad tradicional a formas de unión más voluntarias, menos estigmatizadas y más innovadoras en su funcionamiento.
La sicóloga agregó que, de forma general, se mueven hacia modelos de relación más democráticos, dialógicos, simétricos y colaborativos; mientras sus estructuras constan de pocos miembros, distintas edades, géneros y orientación sexual.
Subrayó que las investigaciones en Cuba dan cuenta de un incremento de las familias pequeñas y los hogares donde ambos cónyuges trabajan. Crece también la cifra de parejas que conviven sin formalizar su unión, desciende la fecundidad y aumenta el número de hijos que nacen fuera del matrimonio.
Arés Muzio señaló que “lo cohabitacional” no será el elemento que marque siempre el fortalecimiento de la familia como subsistema de parentesco, pues surgen las uniones de techo abierto, donde el vínculo de la relación familiar y de pareja se mantiene, independiente del espacio tradicional del hogar.
Hoy, agregó, se naturaliza la consensualidad como vía para la formación de pareja y familia, ganan espacio las familias monoparentales y el “hogar glocal”, cuando uno de sus integrantes abandona el hogar tradicional, pero se mantienen relaciones y estrategias familiares a distancia.
Asimismo, coexiste en ese entramado un tipo de núcleo familiar aún no reconocido jurídicamente y poco visibilizado en las estadísticas: las parejas homosexuales de uno u otro sexo.
En opinión de la socióloga Yailyn Rosales Sánchez, especialista del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), las lecturas hacia la familia, ya sea como institución o como grupo social, están permeadas por una lógica de reconocimiento de un modelo tradicional, integrado por un hombre y una mujer y su descendencia.
“Esta lógica de análisis permite explicar la forma en que las políticas sociales se han acercado a la familia, centrando sus intervenciones en este modelo tradicional y heteronormativo. La lógica de las intervenciones ha estado orientada hacia miembros específicos de la familia, obviando su papel como grupo o institución social. Ello no ha permitido que las dinámicas de las nuevas formas de familias logren entrar en los mecanismos de construcción de las políticas, lo cual debe ser revisado”, opinó Rosales Sánchez.
Derechos para todas las familias
En la Cuba de 2021, además de la familia matrimonial, nuclear, heterosexual, otros modelos deben ser reconocidos y protegidos en igualdad de condiciones, refirió por su parte González Ferrer.
Afirmó la jurista que ese es un mandato recogido en la Constitución de la República, cuyo artículo 81 proclama el derecho de toda persona a constituir una familia y reconoce su multiplicidad de formas y vínculos, sean jurídicos o de hecho.
Para González Ferrer, un aspecto importante es que transparenta la voluntad política de protegerlas a todas por igual, de ahí que no haya unos tipos de familias más relevantes o importantes que otros.
“Estamos ante la necesidad de reconocer y garantizar los derechos de aquellas familias que no los tenían reconocidos, lo cual no afecta ni limita al resto. En lo absoluto se trata de imponer un modelo, sino de respetar, reconocer y proteger a todos los que ya existen y que cada quien se acoja al de su preferencia”, explicó.
El nuevo Código de las Familias, que será valorado por el legislativo cubano y votado en referendo, deberá visibilizar a los actores presentes en esas construcciones familiares, algunos de los cuales pueden encontrarse en situaciones de vulnerabilidad.
“Hablamos del reconocimiento a los derechos y las garantías de protección de niñas, niños y adolescentes; de las personas en situación de discapacidad; adultas mayores; LGBTIQ+; víctimas de violencia intrafamiliar, que son mayoritariamente mujeres; cuidadoras, entre otras”, dijo.
De igual forma, la norma desarrollará las distintas instituciones jurídico-familiares, como el parentesco y la obligación de dar alimentos; el matrimonio con todos sus elementos, dígase la formalización, derechos y deberes entre cónyuges, regímenes económicos y divorcio, entre otros.
También la unión de hecho (constitución, pactos, extinción, etc.); la filiación (natural, adoptiva, asistida, etc.); las relaciones parentales con su contenido, alcance, y elementos como la guarda y cuidado, la comunicación y la extinción; así como las instituciones de guarda y protección (guardas, acogimientos, tutela, derechos y protección a personas adultas mayores y personas con discapacidad, entre otras), mencionó la jurista.
Consideró que es un desarrollo necesario, en tanto existen problemáticas que atender en materia jurídica, como los numerosos casos de abuelos y otros parientes, ya sean consanguíneos o afines, que son privados de comunicarse con los menores de la familia, por decisión de sus padres, y que no pueden solicitar un régimen de comunicación a los tribunales.
Asimismo, ante la ausencia de los padres por razones de migración o cumplimiento de misiones en el exterior, quienes quedan al cuidado de los menores no pueden representarlos jurídicamente, dijo González Ferrer.
Otro asunto que debe solucionar el nuevo Código son los conflictos derivados de la falta de reconocimiento jurídico de matrimonios y uniones de hecho para las parejas del mismo género, que por años han sido afectadas en el orden patrimonial y personal, ante separaciones o fallecimientos, refirió.
“La validación del modelo de familia heteronormativo y heterocentrista permite explicar cómo las políticas han interactuado con este en el contexto cubano, quedando fuera las que no cumplen con este modelo”, dijo Rosales Sánchez.
Hacer efectivo lo que dicta la Constitución en materia de reconocimiento de los derechos de las personas a formar una familia, sin menoscabo de ninguna, es el primer paso para su inclusión como beneficiarias de las políticas sociales en general, añadió la especialista.
De acuerdo con la jurista Ivón Calaña Pérez, del Cenesex, las familias homoparentales son las que se encuentran en una situación de mayor desigualdad.
“Sabemos que los prejuicios, estereotipos sexistas y todas aquellas subjetividades conformadas a partir del escenario patriarcal en el que vivimos, han incidido en que muchas personas no vean como legítimo este tipo de familia”, precisó.
La Constitución abre las puertas y hay un cambio muy notable con el reconocimiento de los derechos humanos para todas las personas. Asimismo, establece el principio de progresividad, por tanto, ya no se puede ir en retroceso, es necesario avanzar, ampliar derechos, y ello le impone al resto de las leyes que están en proceso de modificación, la obligación de realizar formulaciones que permitan el ejercicio efectivo de todos los derechos para todas las personas, incluyendo aquellas que tienen sexualidades no hegemónicas, apuntó la jurista.
No se trata solo del derecho a formalizar las uniones, sino a la comaternidad o la copaternidad, la reproducción asistida, la responsabilidad parental, el proceso de adopción, la tutela o la violencia intrafamiliar, precisó.
Un código guiado por los afectos
A juicio de la jurista Yamila González Ferrer, el afecto, el amor, la solidaridad y la responsabilidad quedarán en lo más alto de los valores familiares dentro del nuevo Código, que buscará un equilibrio entre la socio-afectividad y la consanguinidad.
Además, la norma debe fortalecer la responsabilidad familiar con la atención a sus miembros, tanto desde el punto de vista emocional, como educacional, formativo y económico, dijo.
“El nuevo Código de las Familias busca igualdad en el reconocimiento, goce y ejercicio de los derechos humanos, se trata de lograr igualdad de oportunidades y del acceso a estas”, apuntó González Ferrer.
Para la psicóloga Patricia Arés Muzio, lograr la funcionalidad de la familia y la calidad de sus relaciones afectivas es el gran desafío actual, cuando las personas las construyen con mayor libertad, oportunidades y derechos.
“De igual manera, frente a los cambios en la sociedad y en las propias familias, constituye un reto aprender a preservar el núcleo básico de relación, comunicación y diálogo; la formación ética de los hijos, independientemente de las transformaciones o valoraciones morales; la contención de la infancia; la asistencia mutua de la pareja, y el cuidar de los ancianos y enfermos, por solo mencionar algunos elementos”, agregó la experta.
A su juicio, las familias necesitan, más que nunca, políticas sociales que las preserven y un ordenamiento jurídico que dé amparo legal a las nuevas realidades. También de asistencia clínica, de programas de atención y prevención, de escuelas para padres, y del fortalecimiento del vínculo escuela-familia- comunidad.
El derecho a formar la familia que se desee conecta con el derecho al libre desarrollo de la personalidad, la libertad y la seguridad; con el derecho a la dignidad humana que proclama la Constitución, opina Calaña Pérez.
“Es un anhelo y desafío que no se logrará solamente con la modificación de normas y leyes. Es necesario también que las personas cambien su maneras de pensar, ancladas en resortes patriarcales obsoletos que legitiman desigualdades y violencia y que es necesario deconstruir”, concluyó.