La covid-19 cambió en alguna medida la cotidianidad de todas las personas. Sin embargo, la joven Ena María Morales Hernández no percibe solo visos negativos en la nueva realidad que impuso el aislamiento y las restricciones debido al SARS-CoV-2. La pandemia fue el impulso que la llevó a plantearse un nuevo proyecto de vida.
Selva es eso para ella, un comienzo. “Es un negocio, pero va más allá, porque representa parte de mi identidad personal”, dice en conversación con SEMlac.
El suyo es un emprendimiento centrado en promover cultura y conciencia medioambiental mediante el cuidado y conocimiento de las plantas y los beneficios del reciclaje. Cuenta con una línea cosmética y otra de confección de artículos artesanales, “pero la naturaleza está en el centro de todo”, apunta.
“Yo hacía mis manualidades y me presentaba en algunos espacios, como en el festival Madre Tierra en la Quinta de los Molinos —un amplio jardín situado en el centro de la ciudad—, pero es durante la pandemia que decido asumir el reto de empezar un emprendimiento. Fue un contexto propicio, porque me vi en casa, con la necesidad de llenar mis espacios creativos y lo tomé como una oportunidad”, comenta.
Historiadora de profesión y luego de trabajar alrededor de cinco años en el antiguo Instituto Cubano de Radio y Televisión, Morales Hernández abrazó sus raíces familiares, donde existe tradición de trabajar la artesanía, y comenzó a elaborar el concepto que define a Selva, a estudiar y a investigar sobre cómo crear un negocio, porque su idea era desarrollar algo que tuviera que ver con su personalidad.
“Selva es un emprendimiento ecológico, que no solo tiene la iniciativa de la cosmética, de la costura y el uso de fibras naturales, sino que se amplía a ese concepto de ecología general, de un producto consciente con el medioambiente”, refiere.
En el empeño está involucrada parte de su familia. Su esposo, que es artista, grabador y diseñador, colabora en la creación de los diseños y estampados que dan identidad a los productos. También su padre aporta en esta área.
Entre otra creaciones, ofertan bolsas de lienzo, sacos, cartucheras y delantales con motivos naturales; esponjas exfoliantes y para otros propósitos hechas de tejido de algodón; postales de papel reciclado y jabones elaborados a partir de distintos materiales, como leche, aceite de coco, arroz, miel, cera de abeja, avena, sábila, hojas de bambú, naranja, jengibre, salvia, moringa, albahaca, manzanilla y caléndula.
Defendemos un concepto de belleza diferente, afirma esta emprendedora. “La cosmética, por lo general, trata de enmascarar cualquier defecto o resaltar aspectos de tu belleza. Eso no está mal, pero nuestro deseo es promover otra cultura, defendemos que la salud también es belleza. Un rostro que luce saludable y natural es hermoso”, dice.
Selva ofrece una alternativa, a partir de plantas medicinales, para tratar lesiones como el acné u otras ocasionadas por el contacto con el entorno o microorganismos, para que el rostro encuentre más luminosidad y mayor naturalidad; aunque no se trata de productos médicos, aclara su creadora.
Están hechos con plantas medicinales, pero son productos cosméticos, no para curar enfermedades, enfatiza.
Precisa que trabajan sin distinción de género, porque al hacer un producto que promueve una belleza natural y la salud de la piel, no lo hacen pensando en mujeres u hombres.
“No tenemos solo clientes mujeres, aunque ellas son la mayoría; pero sí hemos tenido hombres que acuden a nosotros y han comprendido completamente el concepto de belleza que proponemos. Creo que sienten que son parte de ese concepto, que están incluidos en él”.
Para Morales Hernández, el mundo de la cosmética trabaja en función de la mujer, de resaltar su belleza, todo lo cual es parte de un pensamiento patriarcal y machista, que dicta que ella debe estar hermosa para su esposo o para los otros.
“Estar bellas es una exigencia que se les hace a ellas, aun cuando la belleza es inherente a todas las personas sin distinción de género, sobre todo en el concepto que queremos transmitir en Selva, donde no hay nada más hermoso que una piel saludable. Actualmente no creo que existan prejuicios en relación con nuestra propuesta, algo con lo que nos sentimos contentos”, comenta la joven.
La naturaleza como inspiración
Que sus ofertas sean respetuosas con la naturaleza es parte importante de su emprendimiento, por eso aprecian vivir el proceso de creación completo, desde plantar hasta obtener finalmente el producto, confiesa.
Es la garantía de lograr un resultado ciento por ciento orgánico y saludable, pues podemos asegurar que nuestros productos no contienen nada expuesto a químicos o sustancias agresivas para las personas o el medioambiente, detalla.
Precisamente, encontrar un espacio para plantar fue uno de los mayores desafíos para esta mujer, empeñada en defender un concepto de ecología que a su vez la comprometía a darles seguridad los clientes sobre la sostenibilidad y naturalidad de toda la preparación.
“Nos propusimos buscar un pedazo de tierra donde pudiéramos plantar y actualmente somos parte de una red de patios solidarios en Los Pocitos, Marianao, donde tenemos nuestro espacio para cultivar las plantas que luego procesamos en casa”.
Sin embargo, viajar del municipio Cerro, en el centro de la ciudad, donde ella vive, hasta Marianao, al oeste de la capital, no es tarea sencilla, y solo es posible por el amor y la motivación que siente con este proyecto. “Siempre he estado ligada al mundo de las plantas, la naturaleza y su protección, y tenía este deseo de crear productos a partir de eso, pero también de ayudar a que otras personas tengan esta misma conciencia”, acota.
Es por esta razón que el perfil de Selva en Facebook, además de promover sus productos, transmite mensajes ecologistas y refleja experiencias en el cuidado de la naturaleza.
Manejar las redes sociales es uno de los aprendizajes que este emprendimiento ha traído a la vida de Ena María Morales, pues en el contexto de la pandemia de covid-19, cuando todo el contacto físico ha estado limitado, tuvieron que explorar otros espacios de promoción y ahí estaban las plataformas digitales.
“Fue necesario aprender sobre su administración e insertarnos en el mundo de la publicidad y el marketing, algo de lo que vamos aprendiendo poco a poco. Nos capacitamos y asesoramos con otras personas que tienen conocimientos y muchos amigos nos han ayudado”, comenta.
Comenzar requirió el empleo de los ahorros familiares y la transformación del espacio de la casa para poder crear el taller, así como conectarse con el suministro de materias primas.
“Aunque la covid-19 dejó un panorama adverso, yo he logrado ser resiliente y poco a poco crecer y superar obstáculos para llevar adelante el proyecto”, dice optimista.
Además de vender los productos, fundamentalmente, a través de sus redes sociales (Facebook y Whatsapp), y en su casa, ubicada en Calzada del Cerro 1457, participa en varias ferias y bazares junto a otros proyectos. Actualmente gestiona un espacio en La Habana Vieja.
“Para nosotros son muy importantes las alianzas con otros emprendimientos, sobre todo ahora que hay una política de promover estos negocios y que el país se abre a ellos”, refiere Morales Hernández.
“Creo que estamos aprendiendo y las alianzas son muy positivas en ese aspecto, en el espacio creativo, en el intercambio y la creación de redes para impulsar nuestros negocios”, sostiene la joven.
Afirma que Selva está dispuesto a cooperar con todos los proyectos afines que apuestan por promover una conciencia medioambiental y el uso de productos naturales.
Es por ello, precisa, que conceden gran valor a la colaboración con otras emprendedoras. “Nos fortalece, nos enseñamos mutuamente y eso puede determinar el futuro, porque hay muchas mujeres con capacidades que, por falta de conocimientos, no se han decidido a emprender. Estas alianzas les dan herramientas para que se decidan a comenzar”, considera