Aunque a los efectos de las políticas públicas y el marco legislativo de Cuba se promueva el respeto a la libre identidad y expresiones de género no hegemónicas, y pareciera que los derechos de las personas LGBTQ+ –donde se incluyen las mujeres lesbianas– estén protegidos, la realidad es más compleja y pasa entonces por los sesgos y prejuicios de las y los profesionales que se encargan de la implementación de esas normas.
Es importante tener en cuenta las historias de vida de estas mujeres, atravesadas por la discriminación y las violencias basadas en las relaciones de género en el ámbito familiar, estructurales o sistémicas. Esto incide en la manera en que ejercen las labores de cuidados y son cuidadas, y en el tratamiento de sus problemáticas por las instancias y políticas públicas promovidas por el Estado. Por tanto, ante estos planteamientos surge la interrogante: ¿cuáles han sido las particularidades en relación con los cuidados de las mujeres lesbianas en calidad de cuidadoras y personas en situación de cuidados?
Historias adentro
Para dar respuesta a esa interrogante, se partió del análisis de documentos de fuentes secundarias, específicamente de las entrevistas recogidas en el libro Libres para amar, de las autoras Teresa de Jesús Fernández, Sara Más y Lirians Gordillo, publicado en 2020. Se trata de un primer acercamiento a los relatos de varias mujeres lesbianas cubanas, con la finalidad de profundizar en determinados pasajes de sus vidas que marcan la forma en que han sido cuidadas o cuidadoras.
Tras establecer una serie de aspectos claves para el análisis de contenido, es posible afirmar que la exposición a determinadas violencias ha incidido en la forma en que ellas llegan al ejercicio de los cuidados o los reciben, por parte de determinadas instituciones. La variable violencias es transversal en la revisión de estas fuentes secundarias: violencias en el espacio familiar, violencias en espacios escolares, violencias en espacios laborales, violencias en instituciones de salud y labores de cuidados.
Para este estudio se escogieron 21 historias de vida, de las cuales fueron seleccionadas seis para una lectura más profunda, ya que respondían a los aspectos claves que se declaran en la metodología relacionados con las violencias y vulneraciones de derechos que han experimentado estas mujeres y cómo estas situaciones las colocan en condiciones más vulnerables a la hora de desarrollar las labores de cuidados o de recibirlos.
Si bien las violencias atraviesan las existencias de muchas de estas mujeres en diversos aspectos, en este caso se tomaron aquellos fragmentos relacionados directamente con los ejes de análisis que se declaran en la metodología. Aunque estos no aluden directamente a los cuidados, las investigaciones sí han demostrado que están estrechamente relacionados con el ejercicio de los cuidados y las formas particulares en que sus existencias se han visto condicionadas por los episodios que se citan en el texto.
Resultados más relevantes
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Experiencias de violencias desde edades muy tempranas en sus propias familias.
Al revisar los relatos de estas mujeres, resalta el espacio familiar como primer escenario donde comienzan a experimentar las violencias: el lugar donde inicialmente, también, se deben brindar los cuidados, la educación, donde deben desarrollarse y brindarse los afectos. Resulta muy común que primen narrativas alusivas a cómo, durante años, han escuchado las injurias y descalificaciones dirigidas a las personas homosexuales, o referencias a no haber podido cumplir con el desarrollado de expectativas muy altas respecto a la continuidad de la familia. Incluso, algunas hacen alusión al maltrato físico en el seno familiar, una vez que asumen su orientación sexual:
(…) Mi mamá me dio golpes y mi hermano me sujetó para que me diera. Me tuvieron dos días sin tomar agua ni comer; cada vez que salían, me dejaban encerrada con candado. Tenía 18 años, era mayor de edad, era prácticamente independiente, ayudaba en todo. (Historia de vida 3)
En muchos casos, omitir el tema es la estrategia menos agresiva adoptada por la familia para no enfrentar la situación o reconocer que estas mujeres han decidido experimentar la sexualidad de una manera diferente, que las coloca en espacios de silencios:
(…) No se hablaba del tema pero, si entraba al cuarto, por ejemplo, mis hermanas se tapaban. Yo me sentía mal, con deseos de irme y alejarme de todo el mundo. A la hora de la comida, todos se sentaban a la mesa porque mi mamá acostumbraba a servirnos; pero faltaba mi plato (…). (Historia de vida 1)
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La escuela como escenario de vulneración de derechos.
Otro de los espacios donde comienzan a experimentar situaciones de violencias es el ámbito educacional, lo que lleva a algunas al abandono escolar y, en consecuencia, a tener bajos ingresos económicos, al tener que ocupar luego puestos de trabajo de menor remuneración. Incluso, esto puede generar frustración de metas y sueños en el campo profesional, aspecto que sobresale en uno de los fragmentos de las historias analizadas:
(…) fui expulsada de la escuela (…) no pude regresar a la escuela por vergüenza, había sido expulsada por homosexual y en aquel tiempo no podías entrar más a ninguna escuela. Fue en 1980. Lo peor es que en mi casa no se hablaba de eso, pero estaba apartada. (Historia de vida 1)
Otra de las entrevistadas plantea que:
Dejé a mi novio y empecé con ella, amén de que casi me cuesta mi pertenencia al Equipo Nacional de Atletismo. Tuve una reunión que fue un “juicio final”, como dicen los cristianos. Recuerdo que todos me dejaron de hablar. Iba a cumplir 17 años. (…) Ese año bajó mi rendimiento académico y de atleta, estaba totalmente deprimida, mi mamá me tuvo que llevar a un psicólogo (…). (Historia de vida 2)
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Espacios laborales como generadores de discriminación por orientación sexual.
Ser una mujer lesbiana puede traer consigo marcadas violencias en el escenario laboral, según sobresale en las historias de vida de estas mujeres. Ellas exponen, por ejemplo, que atenta contra su asignación a plazas importantes, aun cuando tienen las condiciones para asumirlas o se las merecen por años de trabajo. Otro aspecto que resalta en estos relatos es el desempeño de trabajos informales y poco remunerados, lo cual incide en que tengan pocas garantías en materia de prestaciones de seguridad social (aun cuando existan leyes que protejan a todas las personas). En ocasiones, quienes deben emplearlas declaran abiertamente que la orientación sexual de estas mujeres constituye una limitante para ocupar estas plazas:
(…) orientaron poner a los técnicos graduados a trabajar como técnicos. (…) Fui a la provincia, hablé con el jefe de recursos humanos y me dijo: “yo no tengo nada que ver con eso. Tu administrador dice que no te puede poner poque eres una tortillera”. Regresé a la fábrica y la compañera de recursos humanos me explicó que ella no podía hacer cambios si el administrador no la autorizaba. No pude hacer nada, ni tenía experiencia en hacer reclamaciones (…) (Historia de vida 1).
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Atención en los servicios de salud.
Las investigaciones apuntan hacia una marcada persistencia en los servicios de salud de posturas cisheteronormativas, que atentan contra la calidad de cuidados hacia estas poblaciones en las instituciones de salud, en particular en las consultas de salud sexual y reproductiva. Esas dinámicas muchas veces las inhibe de asistir a estas consultas, lo que puede traer consigo el deterioro de la salud sexual y reproductiva e incide en el ejercicio de los cuidados. Muchas han percibido un distanciamiento en el momento de recibir atención especializada por parte del personal de salud, específicamente en el examen físico, y relacionan esta idea con la presencia de prejuicios entre quienes proveen esa atención de salud. Como resultado, muchas limitan su asistencia al médico por temor a declarar su historial sexual:
Siempre tuve problemas de ovarios y después empecé con sangramientos y fui al ginecólogo. (…) Le pedí que no me pusiera un espéculo grande y me revisó por vía rectal, me palpó y oí cuando la enfermera dijo: “sabrá Dios las tortilleras estas en qué están, que tienen miedo”. (Historia de vida 1).
Una de las entrevistadas reconoce que son bastante frecuentes las posturas cisheteronormativas del personal de salud, el cual da por hecho que, al tratarse de mujeres, ya han tenido relaciones sexuales con penetración. En no pocas ocasiones se sienten maltratadas, sobre todo en las consultas ginecológicas, de salud sexual y reproductiva, dando cuenta además de una fuerte presencia del enfoque binario hombre-mujer que deja fuera otras formas de vivir la sexualidad:
Muchas lesbianas refieren que han sufrido discriminación o trato inadecuado por prejuicio del personal médico. (…) Algunas no asisten jamás a una consulta de ginecología ni se hacen la prueba citológica. (Historia de vida 4)
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Mujeres lesbianas como cuidadoras y cuidadas.
En relación con las labores de cuidado, sus recorridos existenciales apuntan a que son ellas quienes cuidan a sus familiares, ya que al no poder formar una familia que sea aceptada por sus familias de origen, muchas veces deciden prescindir de ello y optan por quedarse en la casa y asumir las labores de cuidados, cuando los demás se van y crean sus propios hogares. La organización familiar apunta a una feminización de estas labores, donde también se incluyen estas mujeres, aun cuando en determinados momentos deban abandonar sus viviendas por voluntad propia o porque la familia no acepta su orientación sexual:
Me fui de mi casa a los 17 años. Decidí no imponerle a mi mamá mi sistema de vida; no se lo merece. Suficiente con haber tenido un esposo gay y además una hija homosexual, que le recordara todos los días la triste realidad que vivió. (…) Hoy vivo con ella porque soy la única hija, los demás son varones. Mi mamá tiene 63 años y una salud de oro, pero el día que se enferme, ¿quién la va a cuidar? Yo, su hija. (Historia de vida 2).
Otro aspecto que sobresale en estas historias, específicamente en aquellas donde se relatan experiencias de cuidados, es la atención la asistencia y atención que se le brinda a la pareja o se recibe de ella, como resultado de estas violencias y abandonos que llevan a que la “familia elegida” supla las labores de la “familia de origen”. Una de las entrevistadas comenta sus experiencias, al ser diagnosticada con un tumor en fase III B, y se refiere a la convivencia con su pareja, quien asumió sus cuidados:
Yo estaba chequeándome, ya no estaba trabajando y me puse mal. Le dije: “mira Judith, si tú quieres, haz tu vida; si tienes algún sueño o algo que vivir, haz tu vida porque a mí me tocó vivir esto. Entonces me contestó: “yo voy a estar contigo hasta donde tenga que llegar”. Llevamos más de dos años y vivimos en mi casa. (Historia de vida 3)
Uno de los relatos habla de una pareja que se encuentra cuidando a los hijos de la hija fallecida de una de ellas. Una de las entrevistadas comenta que desarrollar las labores de cuidado de niños y niñas puede ser un proceso muy complejo, ya que la sociedad tiene instaurados una serie de tabúes al respecto y asocia la orientación sexual como una condicionante en la de hijos, hijas o menores de edad bajo su tutela.
Hay mucho prejuicio sobre si dos mujeres lesbianas pueden tener juntas una familia con hijos que criar. La homosexualidad no se pega. Los valores que se inculcan a los niños son importantes: enseñarles que somos seres humanos todos juntos, que la condición de las personas está en sus almas, sus valores, no en lo que puedan aportar física o visualmente a la sociedad. (Historia de vida 6)
Algunas conclusiones
Las historias de vida de estas mujeres están marcadas, en su mayoría, por la presencia de violencia basada en género, debido a su orientación sexual. Estas experiencias negativas condicionan también el ejercicio de los cuidados, particularmente en los espacios familiar, laboral y de las instituciones de salud. El cuestionamiento les ha llegado, además, por parte de la escuela, cuando se cuida a un niño o una niña, ya que se establecen relaciones sin basamento científico entre la orientación sexual de la persona que cuida y la implicación en la de los hijos e hijas.
Aun cuando se han trazado políticas encaminadas al empoderamiento de las mujeres en el país, los cuidados siguen recayendo en las mujeres. Por tanto, se debe abogar por la elaboración, implementación y monitoreo de políticas públicas que logren una articulación entre Estado, familia y mercado, con la finalidad de sacar el cuidado del ámbito privado y familiar.
Ese ejercicio demanda también una mirada particular a las poblaciones LGBTIQ+, cuyas historias de discriminación familiar y social influyen en sus relaciones y vivencias cuando demandan o proveen cuidados.