El de las ciencias, ese ámbito que trabaja con datos duros y experimentales, parecería ajeno a la desigualdad de género. Pero no es así, como quedó comprobado durante el “Taller sobre empoderamiento de la mujer en las ciencias”, realizado del 22 al 24 de noviembre, en la sede del Instituto de Cibernética, Matemáticas y Física (Icimaf).
Concebido para analizar las desigualdades de género en las ciencias y las tecnologías (Mainstreaming Gender Topics in STEM, se llamó en inglés), nos regaló una oportunidad para confirmar que el asunto de la desigualdad de género llega a todos los niveles de la sociedad y para crear un espacio de aprendizaje colectivo acerca de cómo las científicas hemos debido padecer esa desigualdad a veces, incluso, a costa del propio desarrollo profesional.
Por supuesto, también generó una reflexión acerca de estrategias útiles para sortear y cambiar tales injusticias. Fue un espacio de crecimiento y de afectos, de soñar proyectos futuros de conjunto.
Las físicas Aurora Pérez Martínez y Elizabeth Rodríguez Querts, del Icimaf, dieron la bienvenida al encuentro, que incluyó a profesionales y estudiantes de Física, Química, Matemática, Biología y Ciencias Médicas, además de invitadas de las Ciencias Sociales. El debate abrió tras la proyección de un movilizador documental estadunidense de 2020, Picture a Scientist, que registra el proceso de concientización y denuncia del acoso y la violencia sufridos en los inicios de sus respectivas carreras, solo por ser mujeres, por parte de varias científicas que encabezan hoy sus respectivas disciplinas.
En el medio científico, tan aparentemente a salvo de las brechas de género, la cultura patriarcal halla el modo de crear relaciones desiguales, de normalizar la superioridad masculina y el acoso sexual. El documental aborda, asimismo, un caso donde se cruza la discriminación por género con la discriminación por raza, otro de los flagelos del ámbito laboral en cualquier latitud.
Por eso esta valiente iniciativa pone en evidencia las dificultades que enfrentamos las mujeres científicas para hacer valer los resultados profesionales, el derecho a condiciones iguales de trabajo y, en aquel contexto, incluso el derecho a un salario semejante al de sus pares varones.
No obstante, el material muestra también la postergación de la denuncia hasta lograr establecerse, pues hay un caso anónimo de una mujer que tuvo que abandonar su proyecto de formación luego de haber denunciado el abuso.
Intenso, emotivo, provocador, el documental –presentado a distancia por la también física Laura Sagunski– provocó un amplio debate, coordinado por la bióloga Laura Azor. Duranet el intercambio afloraron reflexiones, anécdotas y hasta el relato de un proceso penal inefectivo a un acosador, aquí, en Cuba. Al final, quedamos advertidas de cuánto necesitamos una cobertura total y articulada para combatir la violencia de género en nuestra sociedad y del enfoque patriarcal de la organización del trabajo (sea científico o no). Una deuda que tenemos con las cubanas del futuro.
Foto: Cartel del evento
La física María Sánchez Colina, junto a Azor, ambas de la Universidad de La Habana, coordinaron las presentaciones de la segunda jornada. Destacó la conferencia a distancia de la bióloga Demilade Fayemiwo, merecedora del Premio L’Oreal de Ciencias, sobre las desigualdades ocultas, aquellas más difícilmente perceptibles, entre otras cosas, porque son parte de la cultura en que nos formamos.
Fayemiwo nos habló del síndrome del impostor (la percepción de que estamos en un lugar que no nos corresponde), de la intromisión de los supervisores y tutores en la vida privada de sus estudiantes y de los cuestionamientos de sus capacidades o aspecto personal, entre otros temas.
Su charla hizo aflorar temas como el de las cuotas de género, aunque la igualdad numérica nunca será suficiente; pero también alertó acerca de las fallas de liderazgo, de cuál cultura estamos contribuyendo a formar al interior de los procesos de investigación, de por qué nos sentimos siempre a prueba y de cómo construir un modo, en tanto científicas, de lidiar con la transferencia de esos sistemas desiguales.
En fin, reflexionó acerca de la necesidad de despatriarcalizar nuestras relaciones personales en cualquier instancia, para acabar de una vez con la percepción de aquellas mujeres con opinión e ímpetu para el trabajo como “problemáticas” (indóciles, decimos las feministas).
Los debates también incluyeron a las científicas sociales. Invitada por las organizadoras, tuve la posibilidad de intercambiar acerca de la historia y la actualidad de los debates feministas en Cuba; en tanto Mayda Álvarez, investigadora del Centro de Estudios de la Mujer de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), actualizó acerca de la marcha del Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres (PAM), temas que generaron un amplio intercambio acerca del papel de la FMC en la sociedad y de las falencias de sus métodos actuales de trabajo.
Igualmente, fueron abordadas las condiciones de implementación insuficientes de los comités de género para darle seguimiento al PAM, con el peligro de que se conviertan en otra acumulación de gestos sin contenido real o apenas una formalidad.
Igualmente, fueron parte de las polémicas la necesidad de crear conciencia pública e inundar los medios con mensajes formativos para divulgar cuál debe ser la ruta de denuncia frente a un caso de violencia de género, las estrategias de acompañamiento y abrigo para mujeres violentadas, la capacitación de las autoridades implicadas y la promoción de una educación sin violencia.
Durante el debate salieron a relucir ejemplos de cómo la sociedad no valora el trabajo de reproducción de la vida, el trabajo doméstico y la crianza de los hijos: como el descuento del dos por ciento por cada año de licencia de maternidad sin sueldo en el cálculo de la jubilación de las mujeres. Así, quien sea madre de dos hijos, pierde un año de jubilación, lo cual es una desventaja específica de las mujeres, una de esas “desigualdades ocultas”. Si somos cada vez más conscientes de que el maternaje es un trabajo, pues tendría que tener retribución.
Por su parte, las médicas Amalia Peix González, del Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular, y Claudia Carricarte, de la Universidad de La Habana, abordaron los padecimientos y las condiciones específicas de la salud de las mujeres, como la cardiopatía en el embarazo. También hablaron de cómo el sesgo en las investigaciones farmacéuticas —por ejemplo, cuando la investigación en animales se hace sólo con ejemplares machos— puede tener consecuencias inesperadas para la salud femenina.
Estas intervenciones contribuyeron a hacernos más conscientes de cuán amplias son las consecuencias de la desigualdad y de la ignorancia de las diferencias de género, las cuales pueden afectar la investigación, los servicios médicos, la morbilidad y hasta los índices de mortalidad.
Fueron días cargados de conocimiento y emociones, de discusiones y sueños. También de denuncias y búsqueda de rutas comunes para enfrentar la desigualdad que, de tan habitual, a veces resulta imperceptible.
Las organizadoras aplicaron una encuesta sobre la norma número 5 de la ONU para la igualdad de género, conocida por sus siglas en inglés SDG5. Entre los datos estadísticos que aportó, destaca la mayor participación de mujeres y la edad media de 36 años entre las personas encuestadas, lo cual demuestra que en el grupo estudiantil no fue suficientemente tomada en cuenta.
El cuestionario fue procesado por el mismo equipo que se encargó de las estadísticas durante la pandemia en el Icimaf y la mayoría de quienes lo respondieron reconoció temas asociados a la desigualdad de género, pero dijo no tener recursos para corregirla.
Desde otras provincias llegaron experiencias como las de las sismólogas del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma), quienes no reciben ropa apropiada para los trabajos de campo o botas de su talla, ni se les garantiza el traslado a las zonas donde deben investigar.
En el caso de las universidades, siguen trabajando profesores acosadores porque no hay cómo sustituirlos y existen sesgos de género explícitos en la enseñanza, por ejemplo, de la Física.
Tales experiencias afloraron en una discusión moderada por la matemática Victoria Hernández Mederos, del Icimaf, la ingeniera geóloga Zulima Rivera Álvarez, del Instituto de Sismología de Santiago de Cuba, la física Maybet Más Díaz, de la Universidad de Matanzas, y la estudiante de arquitectura Verónica Nates Rodríguez, de la Universidad de Oriente.
Entre las propuestas más importantes del encuentro están la solicitud a la FMC de ampliar el alcance de la encuesta del Órgano de Economía y Sociedad de la Organización de las Naciones Unidas (Ecosoc) y la de incluir explícitamente en los reglamentos universitarios y laborales la prevención de las desigualdades de género, el acoso sexual y la discriminación, junto a recursos para combatirlos.
El taller no sólo cumplió sus objetivos, sino que superó las expectativas de sus organizadoras. La inclusión de investigadoras en Ciencias Sociales, la colaboración de jóvenes investigadores en el diseño del cartel y el procesamiento de la encuesta, así como su asistencia y participación en las discusiones ampliaron su proyección en el entorno profesional de las ciencias.
El registro histórico de la labor de las científicas, la conformación de una base de datos sobre mujeres en las ciencias, el trabajo de la web Mujeres-en-Ciencias.org hacen de estos encuentros, y del proyecto “Mujeres en Ciencias”, un espacio de colaboración entre hombres y mujeres comprometidos con la igualdad y un ámbito de acompañamiento y solidaridad entre las científicas, que representan el 53 por ciento de los profesionales de su campo, para enfrentar los desafíos que la desigualdad de género insiste en presentarnos cada día.
Como parte del proyecto de colaboración Empowering Women in STEM in Cuba, financiado por el servicio de cooperación del gobierno alemán (DAAD) y liderado por Pérez Martínez y Marcus Bleicher, de la Universidad Goethe de Frankfurt, el taller sigue abriendo caminos para el combate de la injusticia y la necedad de un sistema de relaciones injustas y desiguales que deviene constante generador de inseguridad laboral, incertidumbre profesional e infelicidad en la vida íntima.
Estimular la concientización de hombres, mujeres y de toda la sociedad sobre estos temas, es la mejor vía para combatir ese flagelo.
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