En Cuba, 53 por ciento de los autores de patentes internacionales son mujeres, según datos de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual de 2021, y es la nación caribeña la que mayor igualdad presenta en esa esfera a nivel global, donde apenas lo hace 17 por ciento de mujeres.
La inequidad de género en el campo de la innovación se cierra a paso muy lento, de acuerdo con los saberes compartidos en el panel “Mujeres con ciencia”, convocado por la Editorial Nuevo Milenio, en víspera del 8 de marzo.
Desde diversas áreas del conocimiento de las ciencias sociales y biológicas, cuatro científicas reflexionaron en ese espacio sobre ser mujer y hacer ciencia en Cuba, las responsabilidades y avatares que enfrentan cada día, cuánto han logrado ellas en las ciencias y también cuáles son desafíos.
Para la sexóloga Mariela Castro Espín, directora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), entre las dimensiones más relevantes que han condicionado de manera positiva la situación socioeconómica y cultural de las cubanas destaca el acceso universal y gratuito a la salud y la educación, el acceso al empleo y la toma de decisiones, así como el respeto y garantía de los derechos sexuales y reproductivos.
Sin embargo, dijo, la conquista de los derechos es un proceso complejo, incluso dentro de una sociedad que se identifica con las transformaciones más revolucionarias.
“No basta con la voluntad política del Estado y la actualización del sistema político, jurídico, legislativo, si no trabajamos en el espacio simbólico y las resistencias arcaicas que modelan las relaciones de género”, señaló.
Castro Espín añadió que las ataduras del patriarcado atraviesan todos los espacios de la vida cotidiana de las mujeres, incluso el acceso y desarrollo de la ciencia. “Las victorias sobre los derechos de las mujeres no pueden llevarnos a desconocer las brechas de desigualdades e inequidades de género que subsisten y reproducen la división sexual del trabajo”, enfatizó.
A su juicio, varios son los ejemplos que ilustran un camino de avances significativos. “Como resultado de la implementación y actualización de la política de adelanto de las mujeres en la nación caribeña se ha producido un incremento progresivo de la presencia de ellas en la ciencia, pero también como graduadas universitarias. En el curso escolar 2018-2019 las mujeres representaron el 60,3 por ciento. Ellas también constituyen 66,2 por ciento de las personas ocupadas como técnicos y profesionales en Cuba”, dijo Castro Espín.
En los últimos 10 años ha aumentado el número de mujeres dirigentes, pero no han logrado rebasar el 36 por ciento. “Estamos felices con lo logrado, pero tenemos que seguir escudriñando los sesgos patriarcales que se atraviesan en nuestras vidas profesionales y, sobre todo, de las mujeres científicas”, consideró.
Numerosos estudios llaman la atención sobre urgentes desafíos para las mujeres, dijo la especialista, quien citó a la socióloga Magela Romero y sus investigaciones sobre “el modo sutil en que opera y se impone la división sexual del trabajo mediante la organización social de los cuidados, reforzando los cimientos de una violencia estructural que se legitima también desde lo simbólico”.
Se desconoce el alto valor económico y social de estas labores, pese a su frecuencia, y continúa la subvaloración y anulación de la enorme carga de trabajo que suponen, así como los costos que tienen para quienes las ejecutan, fundamentalmente mujeres.
“La ciencia cubana está perdiendo los significativos aportes de las científicas que han asumido la responsabilidad de los cuidados de menores, ancianos y familiares como problema de salud”, apuntó Castro Espín.
Con ello coincidió Belinda Sánchez, directora de Inmunología e Inmunoterapia del Centro de Inmunología Molecular (CIM) y una de las científicas líderes en el diseño y desarrollo de los inmunógenos anticovid-19 Soberanas.
“Los proyectos de las vacunas llevaron un esfuerzo descomunal de horas de trabajo y allí estaban las mujeres”. Por supuesto, sin el apoyo y sostén en casa –porque hay hijos que atender, madres que cuidar–, no hubiese sido posible, dijo.
“En la dirección donde yo trabajo, 90 por ciento somos mujeres; en los proyectos de vacunas covid-19, más del 50 por ciento eran mujeres, jóvenes… quizás es un ejemplo de a qué debemos aspirar en todas las circunstancias”, señaló Sánchez.
Desde su experiencia, Sánchez asegura que nunca ha sentido discriminación o limitación de participar. “Lo que sí hemos vivido las científicas —y marca la diferencia entre el hombre y la mujer— es el momento de la maternidad y la crianza de los hijos e hijas en las primeras edades”, afirmó.
La diferencia es tremenda, sostuvo, y hay una parte importante que compete también a nosotras y a esa noción aprendida de que nuestros hijos no se los dejamos a nadie, ni siquiera al padre, y que redunda en una sobrecarga femenina.
Pero “las oportunidades están ahí. Las hemos vivido en estos tiempos estresantes de pandemia y de hacer ciencia contra reloj, en discusiones científicas importantes donde la opinión de la mujer ha sido muy respetada”.
Oportunidades vs puntos de partida
Sin embargo, la relación entre la igualdad de oportunidades que ofrecen las políticas públicas y la igualdad de resultados no siempre se observa en la práctica y de ello dan cuenta las investigaciones, apuntó Castro Espín.
“Por ejemplo, entre los resultados de mi tesis doctoral se muestra cómo, pese a que las mujeres trans tenían igualdad de oportunidades en la salud, en la educación … el bullying transfóbico al cual se sometían en la escuela hacía que dejaran los estudios en etapas tempranas. Por lo tanto, su nivel de instrucción era bajo, sus potencialidades para un empleo bien remunerado eran bajas y, en muchas ocasiones, la única opción que les quedaba, sobre todo cuando eran expulsadas de su casa, era la prostitución”, señaló la sexóloga.
En esa encrucijada entre las políticas públicas y sus puntos de partida se ubican muchas veces las mujeres afrodescendientes, aportó Rosa Campoalegre, coordinadora de la Cátedra Nelson Mandela del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas.
En Cuba, dijo, el acceso a la educación superior es un derecho universal, sin embargo, cada vez más entran menos personas negras a las universidades. “Las mujeres negras somos minoría en el grupo minoritario de la población cubana”. Tender puentes, visibilizar sus desafíos en la lucha histórica contra el racismo, es una urgencia, señaló la investigadora.
En ese espacio de resistencia, “primero contra el coloniaje, luego contra el racismo”, se posicionan los feminismos negros, añadió. Son feminismos insurgentes, diversos como la diversidad humana, que vienen desde los márgenes, la teoría crítica, las estrategias de solidaridad y un proyecto ancestral de lucha, comentó Campoalegre.
Para la socióloga, no puede perderse de vista que hoy las mujeres negras se encuentran en una encrucijada entre la pandemia de la covid-19 y sus costos, las deudas del Decenio Internacional para las personas Afrodescendientes— fijado por Naciones Unidas de 2015 a 2024— y las ataduras históricas del patriarcado.
“El decenio es un gran desconocido, está en mora, ha pasado cauteloso sin cumplir sus metas de reconocimiento, justicia y desarrollo para los pueblos afrodescendientes”, dijo la especialista. “En esa intersección están también los puntos de partida para las mujeres afro”, sostuvo.
La socióloga reconoció la validez de que la nación caribeña cuente con un Programa Nacional contra el Racismo y la Discriminación Racial que, a su juicio, “tiene que ser un programa también para las mujeres”, señaló. “Las mujeres negras dirigen en las comunidades, son mayoría entre las maestras de primaria, en la enfermería, están en lugares claves del cuidado de la vida y dejan su huella”.
En opinión de la jurista Yamila González Ferrer, vicepresidenta de la Unión Nacional de Juristas de Cuba, “en los últimos años, sobre todo después de la aprobación de la Constitución, los paradigmas de igualdad, no discriminación y dignidad humana se han elevado mucho y, por supuesto, el marco legal que se está transformando tiene que ir acompañado de todos esos principios”.
Señaló que el artículo 43 de la Carta Magna es muy claro y preciso en materia de igualdad de género, pero también hay artículos vinculados a la prevención y tratamiento de la violencia. “Contamos además con un Programa nacional para el Adelanto de las mujeres, que parte del reconocimiento de lo avanzado, pero también de los grandes retos que todavía persisten en este ámbito”, dijo.
Asimismo, ponderó la existencia de una “Estrategia integral de prevención y atención a la violencia de género y en el escenario familiar”, que coloca a Cuba en un mejor camino hacia una cultura de derecho y una cultura de género.
“Los debates sobre el Código de las Familias dan cuenta de que los puntos neurálgicos están vinculados con todos los estereotipos patriarcales, machistas, que perviven”, ejemplificó la experta.
“Somos parte de una sociedad donde todavía muchos elementos, desde el patriarcado, inciden en nuestra vida cotidiana y en la manera en que funcionamos como personas y también como profesionales”, agregó.