Entrevistas y comunidad LGBTIQ+: apostar por la empatía

Los procesos de transición, aceptación y reconocimiento de las personas de la comunidad LGBTIQ+ pueden resultar complejos de entender desde los tecnicismos. Hablar de diversidad sexual y de los derechos de estas personas, a partir del relato de sus historias de vida, implica trascender el debate frío y pensar en sentimientos, emociones, vidas. De ahí que, a lo largo de este trabajo, nos propongamos demostrar las potencialidades de la entrevista -y del libro de relatos de vida en su conjunto- como potencial aporte periodístico al activismo contra la discriminación de esta comunidad.

Apuntes desde la teoría

La Organización Mundial de la Salud (OMS) entiende por sexo una interacción entre componentes biológicos complejos, tales como la genética, las hormonas y las respuestas cerebrales diferenciadas, pero que se manifiestan y desarrollan en el ámbito de lo psicosocial a partir del dimorfismo sexual. En cambio, las identidades de género son identidades colectivas, según explica Marybexy Calcerrada1, profesora titular de La Universidad de Holguín. Además, afirma que, como definición más general, se establece la conciencia y el sentimiento de ser hombre, mujer o ambivalente, a partir de los modelos que la sociedad dicta con carácter sexista. Es un constructo que está fuertemente asociado a los papeles de género.

El psicoanalista Erik Erikson2 se refiere a la identidad personal como una configuración subjetiva en constante desarrollo que se expresa en autoimágenes más o menos conscientes o inconscientes del sujeto en crecimiento, las cuales responden a las preguntas: ¿quién soy?, ¿cuáles son mis metas?, ¿para qué existo? Este concepto representa un punto de partida para la formación de una identidad de género, mediada también por otros elementos que apelan a la conciencia y el sentimiento de ser hombre, mujer o ambivalente, a partir de los modelos que la sociedad dicta con carácter sexista. Es un constructo fuertemente asociado a los papeles de género.

Autores cubanos como la experta Mariela Castro3 explican que estas pautas culturales establecidas históricamente en relación con la identidad de género y sus correspondientes modos de implementación, desde una lógica de dominación, funcionan como elementos que organizan los roles de género y su percepción. En este proceso, cuando los roles de género se asignan y asumen, constituyen una estructura que reproduce estereotipos, etiquetas, prejuicios y rechazo con respecto a las identidades de género que contradicen el modelo binario. Los patrones heteronormativos impuestos por la sociedad, basados en este modelo binario con matices machistas, aún no conciben ni entienden el modelo no binario.

Todas las personas con identidades no binarias no se ven a sí mismas de igual forma. La Asociación Estadounidense de Psicología (APA), una de las principales organizaciones científicas en el ámbito de la psicología, define el género no binario como un concepto paraguas que engloba muchas realidades del mundo trans.

Expertos coinciden en que la orientación sexual existe a lo largo de un continuo que va desde la heterosexualidad exclusiva hasta la homosexualidad exclusiva, e incluye diversas formas de bisexualidad. Las personas bisexuales pueden experimentar una atracción sexual, emocional y afectiva hacia personas de su mismo sexo y del sexo opuesto. A las personas con una orientación homosexual se las denomina a veces gay (tanto hombres como mujeres) o lesbianas (sólo a las mujeres).

Miradas hacia Cuba

Desde 2019, se viene desarrollando un trabajo de inclusión a nivel gubernamental y nacional. La Constitución de la República reconoce la dignidad como valor supremo y fundamento del resto de los derechos constitucionales reconocidos en ella (artículo 40), entre estos el del libre desarrollo de la personalidad, con lo cual se busca también la autorrealización de cada persona y de su propio proyecto de vida (artículo 47). Ese libre desarrollo de la personalidad reconocido en la Carta Magna lleva implícito, entre otras dimensiones, el derecho que tiene toda persona a fundar una nueva familia (artículo 81).

Luego, en 2022, con la aprobación del nuevo Código de las Familias, se visibiliza a los actores presentes en diversas construcciones familiares, algunos de los cuales pueden encontrarse en situaciones de vulnerabilidad, principalmente por temas de discriminación y constructos machistas determinados por la sociedad. Esta ley tuvo la intención de representar un respaldo para estas personas y determinar un antes y un después en sus vidas.

El reconocimiento de la igualdad de todas las personas ante la ley implica la misma protección en el disfrute de los derechos, libertades y oportunidades, sin ninguna discriminación por cualquier condición o circunstancia personal que implique distinción lesiva a la dignidad humana. Trasladado al plano familiar significa, entre muchas manifestaciones, el derecho de todas las personas a contraer matrimonio y a fundar una familia, a organizarla en la forma que le dicten sus convicciones, a acceder a todas las instituciones que se protegen en el espacio familiar, al uso equilibrado del tiempo que les permita desarrollarse integralmente sin sobrecargas domésticas y de cuidado y a la corresponsabilidad en las tareas de cuidado de los hijos y los que necesita el resto de los integrantes en las diferentes etapas de sus vidas.

El artículo 201 del Código de las Familias, en particular, avala el matrimonio igualitario, entendiendo matrimonio como la unión voluntariamente concertada de dos personas con aptitud legal para ello, con el fin de hacer vida en común, sobre la base del afecto, el amor y el respeto mutuos. Sin discriminación de orientación sexual o identidades de género.

Pero cuando se vive como persona trans, no siempre la familia o amigos entienden los procesos implícitos y se les llama por su nombre y sexo de nacimiento, por solo citar un ejemplo. ¿Quién asegura que estas personas no sean discriminadas? ¿Qué hacer para cumplir las leyes de no discriminación establecidas en la Constitución de 2019? Algunas posibles soluciones apuntan al periodismo y la comunicación con perspectiva de género

Comunicar con perspectiva de género, el desafío

La perspectiva de género y la comunicación son dos ramas que deberían ir de la mano para representar a las personas y grupos que pueden verse discriminadas u olvidadas. Castro4 apunta que en los medios de comunicación se decide la hegemonía cultural, se generan estereotipos. Estos promueven las relaciones sociales asimétricas. A través de ellos se construyen no solo las grandes ideologías económicas y políticas, sino también ideologías de género, raza, sexualidad y posición social.

Los manuales de género para periodistas insisten en que la introducción de la perspectiva de género en los procesos productivos no puede ser exclusiva de un sector especializado, más bien deben permear el tratamiento y desarrollo de toda la información. Algunas recomendaciones esenciales apuntan a profundizar en las relaciones de género, poder e inequidad, abordando las disparidades en el acceso y control sobre recursos, decisiones, oportunidades, retribuciones, expectativas.

Además, es necesario usar un lenguaje incluyente como herramienta de cambio. Al fin y al cabo, pese a la riqueza lingüística, suficiente para evitar exclusiones, invisibilizaciones o marginaciones, el idioma se utiliza con enfoques racista, sexista, clasista y heterocentrista.

Por otra parte, se debe otorgar igual importancia a la selección intencional de productos. No por gusto, el teórico francés Pierre Bourdieu5 definió el concepto de violencia simbólica como la articulación de mecanismos, imágenes y prácticas que tratan de imponer una visión del mundo que se pretende legítima.

Desde la perspectiva de Isabel Moya6, periodista y académica, los medios de comunicación y la teoría de género son fundamentales para comprender nuestra diversidad de realidades. Ambos permiten analizar la construcción social de sentido y forman parte, a su vez, de las construcciones simbólicas. En esta interrelación es posible lograr consensos, desmontar patrones de violencia, naturalizar la libertad expresiva de cuerpos e identidades.

Comunicar con enfoque de género implica tener en cuenta las necesidades y características diferenciadas de mujeres, hombres y otres, desmontar desde los textos y las imágenes los patrones tradicionales de la sociedad patriarcal. A su vez, Trinquete7 expone que para comunicar de una manera más inclusiva es necesaria la capacitación en género y violencia de quienes hacen las noticias; generar conciencia sobre la responsabilidad de las instituciones mediáticas en la promoción de imágenes sociales, culturales, simbólicas sobre lo que es ser hombre y ser mujer en nuestra sociedad contemporánea y sensibilizar sobre las causas y efectos de la violencia de género, estimulando el debate público sobre el tema.

El libro de entrevistas como alternativa

Para Ilin8, los libros y los seres humanos están interconectados. Los destinos de la gente, los pueblos y los países se narran en las páginas de millones de ejemplares durante siglos. Igual sucede con la evolución de las teorías feministas, de género, queer y los movimientos a favor de los derechos de la comunidad LGBTIQ+. Según Ronquillo9, el pensamiento se transforma en distintas épocas y se ha plasmado en diferentes formatos impresos y géneros literarios como la novela, el ensayo, el cuento, la epopeya, la épica, la fábula, la biografía, entre otros.

En ese contexto, la entrevista de forma particular -y los libros de relatos de vida, en general- se alzan como un recurso fundamental, en tanto acercan las historias en primera persona a los lectores y abren la puerta a la conexión emocional y la empatía.

Cebrián10 considera la entrevista como apelativo o dialógico, basado en el uso de recursos paralingüísticos, entonación, gestos y, en general, la expresividad de la comunicación kinésica y proxémica. Dichos elementos adquieren igual utilidad en la prensa escrita, pues enriquecen la reconstrucción subjetiva del encuentro desde la perspectiva del entrevistador y, posteriormente, la materialización del producto periodístico.

Cantavella11 insiste en trascender la simplificación de la entrevista en una forma dialogada y reconocerla como una generadora de conocimiento. En el transcurso de la entrevista se formulan preguntas, pero también se puntualizan aspectos tratados, se piden explicaciones, se impugnan afirmaciones, se señalan contradicciones. La entrevista es el resultado de una relación dialéctica entre entrevistado y entrevistador.

En su libro Entrevista con la historia, Oriana Fallaci12 se permite, durante todo el proceso de realización y conformación de la entrevista, ser influenciada por el cúmulo de emociones negativas o positivas que despierte en ella dicho diálogo.

Como una actividad discursiva compleja, la entrevista teje redes de intersubjetividad, crea obligaciones, ejerce persuasión. En este sentido, aunque ligada a las prácticas de la conversación cotidiana, se aleja sin embargo de ellas por su grado de institucionalización, por su intencionalidad, por su articulación al espacio público y a la función periodística, por la notoriedad o el estatus de sus protagonistas; pero, además, por el tipo de competencias exigidas en el rol del entrevistador.

El uso de la entrevista para la articulación de un periodismo con perspectiva de género, de un periodismo activista que defienda los derechos de la comunidad LGBTIQ+, permite trascender los análisis fríos y acercar las miradas de los usuarios a las experiencias y conflictos específicos de las personas que la integran.

También ayuda a hacer una especie de zoom entre apuntes teóricos, recursos legales y políticas públicas para identificar los prejuicios que sobreviven, los asuntos pendientes, las batallas por librar. El objetivo, en última instancia, podría ser apelar a la empatía, la comprensión y el respeto en cada línea, sin caer en la victimización; contar a través de experiencias reales y cercanas, basadas en conceptos en construcción desde hace muchos años, relacionados con la sexualidad, el género y las identidades personales.

1Calcerrada, M. (2016) “La cultura como fundamento de la identidad de género en su condición de identidad cultural”. Revista Islas (enero – marzo/2016).

2 Erikson EH (1956). The problem of ego identity. J Am Psychoanal Assoc 4:56-121.

3 Castro, M. (2014). “Estrategia para la integración social de las personas transexuales en el contexto actual de la sociedad cubana”.

Facultad Filosofía, Historia y Sociología. Universidad de La Habana, 8-15. En: https://revistaccuba.sld.cu/index.php/revacc/article/view/684/703

4 Ídem

5 Bourdieu, Pierre (2000): La dominación masculina. Barcelona: Editorial Anagrama.

6 Moya, I. (2014). Letra con Género. Propuesta para el tratamiento de la violencia en los medios de comunicación. La Habana:

Editorial de la Mujer.

7Trinquete, D. E. (2022). “La violencia en los medios: una mirada global”. Conferencia. Instituto Internacional de Periodismo José Martí.

8 Ilin, M. (1945). Un paseo por la casa. Editorial Calomino.

9 Ronquillo, L. (2021). Indecentes. Libro de entrevistas sobre la representación social de género en la Iglesia de la Comunidad

Metropolitana de Cuba. Facultad de Comunicación, Universidad de La Habana.

10 Cebrián, M. (1992). Géneros informativos audiovisuales: radio, televisión, periodismo gráfico, cine, video. Editorial Ciencia 3.

Distribución, S.A.

11 Cantavella, J. (1996). Manual de la entrevista periodística. Editorial Ariel.

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