La trata digital. Exposición sexual en línea

Tania* conoció a un chico a través de internet. Después de un tiempo se volvió su novio virtual, y durante tres meses solo tuvo interacción con él a través de redes sociales. En ese lapso, él logró ganarse su confianza y le solicitó fotografías de contenido íntimo.

Inmediatamente después de mandarlas, él la sextorsionó y le pidió un depósito a una cuenta de Oxxo (que no necesitan tener registro ni nombre de quien las solicita para usarse). Tania decidió depositarle pensando que con eso acabaría el conflicto; sin embargo, a lo largo de seis meses, él continuó con las amenazas, generándole terror psicológico y recibiendo por su extorsión unos 10.000 pesos [unos 450 euros].

Lamentablemente, ella no fue la única víctima de este modus operandi. Varias chicas de la misma universidad a la que Tania asistía también fueron extorsionadas de esa manera. Y aunque muchas pagaron bajo amenaza, estas imágenes terminaron en recopilaciones (packs) que se vendieron a través de internet.

Y si una de las chicas lograba contactar a los administradores del sitio para que bajaran sus fotos, les decían que lo harían solo a cambio de que ellas les proporcionaran fotografías o videos de otra chica.

Este testimonio ejemplifica cómo este tipo de cibercriminales hacen uso de internet, de las redes sociales y de las herramientas digitales para crear redes de explotación sexual que violenta a las mujeres, incluso sin retenerlas físicamente, para lucrar con su cuerpo y su intimidad. Una evolución del fenómeno de la trata de personas que pasó de lo físico a lo virtual, al terreno de lo online.

Si bien no hay estadísticas específicas al respecto, Inegi (Instituto Nacional de Estadística y Geografía) da una pista del tamaño del problema: de julio 2018 a agosto 2019, 9,4 millones de mujeres sufrieron ciberacoso; y las más vulnerables a este tipo de violencia tienen entre 12 y 29 años.

El impacto de la tecnología en la trata sexual de mujeres y niñas

Diversas investigaciones revelan cómo la tecnología también se usa para facilitar la captación de mujeres y niñas, a través del enganche por enamoramiento en redes sociales o con ofertas de trabajo falsas, para después trasladarlas de su lugar de origen al lugar donde serán explotadas sexualmente.

Sin embargo, es importante destacar que el impacto de la tecnología en este delito también ha permitido la existencia de nuevas formas y medios de cometerlo (como las sextorsiones o la venta de packs), de las cuales hay poca investigación y datos oficiales por parte de las autoridades, lo que dificulta su atención y prevención, a pesar que su existencia se ha señalado desde hace varios años principalmente por parte de las organizaciones no gubernamentales.

Si bien gracias al trabajo de organizaciones feministas como Luchadoras y el Frente Nacional para la Sororidad, al menos desde hace seis años se ha visibilizado e investigado más el tema en México, hay antecedentes documentados que datan de 2005.

Como la investigación de la especialista australiana Kathleen Maltzahn: ‘Peligros Digitales: Las tecnologías de información y comunicación y la trata de mujeres’, donde enfatiza que el uso de la tecnología no solo se limita al reclutamiento y captación de víctimas, sino que también es un gran mercado donde conseguir clientes a través de las diversas plataformas.

Internet es un canal perfecto y rápido para que los mismos usuarios compartan los lugares donde pueden acceder a mujeres de forma física o sitios de intercambio y venta de fotos y videos.

La especialista plantea que, aun cuando a una mujer no se le traslade físicamente, en tanto se generen ganancias a partir de imágenes de su cuerpo que se ponen a disposición del público en el mundo entero -y por el daño que las imágenes virtuales causan a estas mujeres-, habría que replantear si ese fenómeno pudiera tratarse de un nuevo tipo de trata. El mismo texto se señala que, uno de los desafíos para hacer la conexión entre la tecnología y la trata es ligar las imágenes y videos de contenido íntimo que hay en internet con casos concretos de mujeres y niñas víctimas de trata, para después buscar y ubicar a las personas que salen en las fotos y crear los casos penales contra los tratantes.

Por otra parte, considera que quienes defienden los derechos humanos de las mujeres deben tener conciencia de que las imágenes y videos que circulan en internet están causando daño a personas reales, ya que se podría caer en la minimización e invisibilización de las consecuencias que esto tiene en la vida de las mujeres involucradas.

La violencia digital y su relación con la explotación sexual

En México, la investigación de esta modalidad de trata, y en general de la violencia digital de género, la han llevado a cabo las organizaciones feministas, quienes nombran a la difusión y venta de contenido íntimo de mujeres en internet como trata virtual. De acuerdo con la investigación ‘La violencia en línea contra las mujeres en México’, realizada por la organización Luchadoras MX, la violencia contra las mujeres relacionada con la tecnología se refiere a: “Los actos de violencia de género cometidos instigados o agravados, en parte o totalmente por el uso de la Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), plataformas de redes sociales y correo electrónico; y causan daño psicológico y emocional, refuerzan los prejuicios, dañan la reputación, causan pérdidas económicas y plantean barreras a la participación en la vida pública y pueden conducir a formas de violencia y otras formas de violencia física”.

En esta investigación se identificó una tipología de agresiones digitales en contra de las mujeres que considera 13 tipos distintos de ataques. Uno de esos ataques se denomina abuso y explotación sexual relacionada con las tecnologías, y se define como un ejercicio de poder sobre una persona a partir de la explotación sexual de su imagen y/o cuerpo contra su voluntad. En este tipo de agresión la tecnología es intermediaria y fundamental para llevar a cabo la explotación y puede implicar la obtención de un beneficio lucrativo o no. Por otra parte, las modalidades de ataque van desde el enganche con fines de trata, al enganche con fines de abuso sexual, o al grooming (uso de redes sociales para cultivar deliberadamente una conexión emocional con menores de edad con fines de abuso o explotación sexual).

Olimpia Coral Melo, del colectivo Frente Nacional para la Sororidad y Defensoras Digitales, explica en entrevista para LADO B que de todas las violencias de género digitales, la trata virtual es la más grave: “Para nosotras, cuando hablamos de que lo virtual es real, nos referimos justo a que la violencia sistemática tiene una extensión en el espacio digital, y ya no es necesario tener a las mujeres, por ejemplo, encerradas en un cuarto, privadas de su libertad, explotadas sexualmente… ya no es necesario ni siquiera que las penetren para violarlas. Ya por medio de los espacios digitales lo que se tiene es una compilación de diferentes packs, videos de mujeres con fines de lucro y de explotación sexual”.

La vulnerabilidad en el ciberespacio

De acuerdo con la teoría criminológica de la actividad rutinaria, la combinación de agresores motivados con objetivos al alcance y la ausencia de guardianes o autoridades capaces, da la oportunidad a que aumenten los delitos u ofensas. Esto aplica también al ciberespacio.

Si bien en México no se cuentan con cifras oficiales de las personas víctimas de trata y explotación a través de las plataformas de redes sociales y páginas de internet, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía realizó un estudio llamado Módulo sobre Ciberacoso (MOCIBA), el cual da un panorama de las conductas de ciberacoso. De acuerdo con la última versión de este estudio, las mujeres son quienes más sufren de ciberacoso. En el periodo de julio de 2018 a agosto de 2019 hubo 9,4 millones de mujeres en el país que sufrieron de este tipo de violencia. Las tres situaciones de ciberacoso que más se experimentaron fueron: insinuaciones o propuestas sexuales con un 40,3 por ciento, contacto mediante identidades falsas con 35,3 por ciento y mensajes ofensivos en un 33,9 por ciento. Sobre los agresores, en su mayoría no fueron identificados por las víctimas (53,2 por ciento).

El estudio también identificó que el 24,2 por ciento de las mujeres en el país con acceso a internet y un teléfono móvil han vivido ciberacoso en los últimos 12 meses. Los grupos de edad que lo sufrieron en un mayor porcentaje fueron de 12 a 19 años con un 32,7 por ciento y de 20 a 29 años con 36,4 por ciento.

Esto obtiene mayor relevancia ya que, de acuerdo con Olimpia Coral, el Frente Nacional para la Sororidad ha identificado, a escala nacional y de acuerdo con los casos que han atendido, que el rango de edad de la mayoría de las víctimas de explotación sexual digital (es decir, en la que hay un lucro por la imagen de su cuerpo desnudo) tiene de 14 a 22 años (aunque también consideran que puede haber víctimas de otras edades).

Enamoramiento como forma de captación y la utilización de perfiles falsos

El caso de Tania no es un hecho aislado, sino una metodología establecida que utilizan estos cibercriminales.

“Hay un modus operandi como en la trata que se da en el estado de Tlaxcala: enamoran a las chicas [en línea], se ganan su confianza, se hacen novios virtuales y su único objetivo es sacar contenidos íntimos de ellas para sextorsionarlas. Y ellos ganan doblemente: con el dinero de la extorsión y porque tienen packs ofertados […], ganan ellos de manera personal con todas las aportaciones que cada persona hace en internet viendo el pack de sus víctimas”, explica Olimpia Coral.

Según un estudio criminológico de 2015, una de las ventajas para los agresores al usar redes sociales es que así puede conocer e investigar más acerca de la persona objetivo a través de lo que esta ha publicado en su perfil. Además, el uso masivo de las redes sociales y la facilidad con la que se puede crear una identidad falsa, obstaculiza que las autoridades identifiquen y persigan a estas personas.

En esta investigación, se descubrió que el modus operandi al que usualmente recurren los cibercriminales es, una vez establecido el primer contacto con su objetivo, dirigir la comunicación a un canal externo a estas plataformas (como WhatsApp, mensajes de texto o llamadas). Posteriormente los mensajes y llamadas se hacen con mayor frecuencia para ganarse la confianza de la víctima y establecer un vínculo más profundo. En algunos casos el estafador llega incluso a presentarle a familiares para presionarla a cumplir con sus demandas (como mandar dinero, ir a algún lugar en específico, o comprarle cosas).

De acuerdo con una investigación del Simposio Argentino de Informática y Derecho, Facebook es una herramienta de uso habitual para aquellos cibercriminales que buscan cometer delitos como extorsiones, amenazas, corrupción de menores y grooming. En este texto los investigadores establecen que los perfiles falsos en Facebook pueden ser realizados de forma manual por una sola persona o de forma masiva y automatizada por medio de bots.

También hay casos en los que los perfiles falsos en redes sociales son utilizados por parejas o exparejas para difundir el contenido íntimo de las mujeres; en este caso, aunque es otro tipo de violencia digital, podría llegar a convertirse en trata virtual, pues el contenido íntimo compartido por venganza puede caer en manos de estas personas que se dedican a recopilar y vender packs.

Yuteita Valeria Hoyos Ramos, integrante de la Red de Abogadas Feministas de Puebla y de la Red Nacional de Abogadas Indígenas, dice en entrevista para LADO B que en su experiencia, los casos de violencia digital relacionados con difusión de contenido íntimo son comunes y que por lo general es la pareja o la expareja quienes comparte (o amenazan con compartir) las fotos y videos. Los problemas con este tipo de casos son, en primer lugar, que cuando solo existen amenazas, no se puede denunciar.

“[Cuando solo amenazan] en este delito no podemos ni siquiera decir que hay una tentativa, solamente se puede denunciar cuando [las imágenes íntimas] ya son publicadas, compartidas o distribuidas”.

En segundo lugar, cuando las imágenes ya fueron compartidas, las cuentas que los comparten son falsas, entonces no hay forma de saber quién es la persona que ha cometido el delito.

*El testimonio de Tania fue compartido a LADO B por el Frente Nacional para la Sororidad, y se cambió el nombre para proteger la identidad de la víctima.

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