El tema del amor ha acompañado a la sociedad desde la misma existencia del ser humano, porque las personas están creadas para ser queridas de una u otra manera. Pero el amor es una construcción social y cultural, y cada etapa histórica ha establecido una concepción diferente acerca su significado y su relación con el matrimonio, la formación de parejas y las relaciones sexuales.
Acerca del amor romántico, en particular, se han tejido mitos y creencias que allanan el camino hacia relaciones desiguales de poder y dependencia. A menudo, adolescentes y jóvenes suelen estar en medio de historias dolorosas que comenzaron en busca de un soñado “príncipe azul”. La doctora Isabel Moya Richard, directora de la Editorial de la Mujer, nos cuenta acerca de cómo se entrelazan estos mitos y creencias con algunas manifestaciones de la violencia de género.
¿Qué es el mito del amor del amor romántico y cómo se construye?
Cuando hablamos del mito del amor romántico nos referimos a la manera en que se ha construido un ideal del amor, entendido como la unión de dos mitades, la complementariedad, el “sin ti me muero”, “sin ti no puedo vivir”; la exclusividad, la pasión eterna, entre otras creencias.
El amor nace entre dos personas completas que comparten sentimientos, erotismo, intereses, cariño, pero las mujeres hemos sido entrenadas para entregar más que para recibir en una relación, lo cual genera relaciones de dependencia y de poder entre los integrantes de una pareja.
En el caso de las muchachas más jóvenes, asumen las propuestas de amor desde un imaginario ideal, construido a partir de los cuentos de princesas, películas y comedias románticas. Desde niñas sueñan con un príncipe azul que las va a salvar, del que van a depender.
Además, estos mitos están construidos sobre una heterosexualidad normativa, lo cual los hace más peligrosos. Nunca ves a dos princesas o a dos príncipes enamorados. Por tanto, desde la infancia, si eres gay o lesbiana, te sientes fuera de lugar y creces pensando que no vas a encontrar el verdadero amor.
Esa es la concepción del amor que se ha construido en Occidente y puede advertirse desde los muñequitos de Disney, hasta las más exitosas películas de Hollywood.
¿Por qué se asocia el mito del amor romántico con la violencia de género?
Ese imaginario en torno al amor romántico puede generar violencia, porque las relaciones que se establecen de esa manera están basadas en la dependencia y la desigualdad: el hombre siente que, además de querer y proteger, domina. Y aparecen los celos: “te quiero porque te celo”, “si no te celo no te quiero”.
Los celos son un comportamiento de control y actualmente no solo se manifiestan en la forma más tradicional, o sea, queriendo controlar lo que la pareja viste o cómo se pela; sino que han llegado al mundo de las tecnologías y se manifiestan con llamadas constantes al celular, exigencias de control sobre los contenidos y las contraseñas de sus perfiles en redes sociales, de las páginas en Facebook, etcétera.
Una investigación que realizamos acerca de este tema, a partir de entrevistas a muchachas y muchachos, reveló que para ellas, si sus novios las llamaban más de siete veces al día, era una señal de amor. Ante la misma pregunta, los muchachos respondieron que lo veían como una señal de control.
El amor romántico, además, conlleva otros elementos: empieza con los celos, pero puede llegar a niveles de dominación en los cuales quien controla llega a pensar que tiene derecho a maltratar y hasta decidir si su pareja vive o muere.
¿Cómo desmontar esas construcciones culturales que llevan años naturalizadas en nuestras sociedades?
Desde la comunicación, creo que es imprescindible presentar materiales mucho más abiertos y plurales, que muestren parejas de todos los tipos, de todas las características, en todas las épocas de la vida y, sobre todo, con naturalidad. No solo noviazgos entre jovencitos y jovencitas lindos y perfectos.
Los medios de comunicación, además, deben poner a debate la concepción del amor romántico, develar a las personas esas construcciones y sus consecuencias.
En otros espacios, creo que hay que tener en cuenta dos escenarios fundamentales: la familia y la escuela, aunque es un tema que toca por igual a toda la sociedad.
En el caso de la familia, tiene que estar realmente preparada para educar en una sexualidad libre y responsable a niñas y niños. Hay que buscar información, conversar sobre estos temas de una manera más armónica, más natural. Un taller realizado por el equipo de la Editorial de la Mujer entre adolescentes de 12 a 15 años confirmó que para este grupo el tema más difícil para hablar en familia era justamente el de la sexualidad.
En el caso de la escuela, se necesita abordar el tema de la educación sexual trascendiendo el uso de anticonceptivos o de las características del ciclo reproductivo, y entendiendo la sexualidad como una manera igualitaria, placentera y respetuosa de relacionarse las personas, que debe ser asumida con responsabilidad.