La Habana, julio (SEMlac).- Podar árboles, asegurar puertas y ventanas y poner a salvo las pertenencias de mayor valor son pasos que sabe de memoria la pequeña Ainoa de la Caridad Palacios, estudiante de la escuela primaria Frank País García, en Pinar del Río, a poco más de 200 kilómetros de La Habana.
Su compañera de aula Katherine Rivero insiste también en que las personas deben asegurar los techos de sus casas, pues a su tía “se le fue completo con los vientos”. Se refiere al huracán Ian, de categoría cuatro, que devastó el occidente de Cuba a finales de septiembre de 2022.
Con la temporada ciclónica de 2024 en pleno apogeo, los aprendizajes de estas niñas, beneficiarias del apoyo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) para la recuperación tras aquel evento meteorológico, confirman que, además de reparar daños, es importante ayudar a conocer los riesgos de desastres, sobre todo en ese territorio con una historia recurrente de ciclones.
“En la medida en que estén (y estemos) preparados, se evita o disminuye el impacto de ciclones, lluvias e inundaciones”, pero también se garantiza que no pongan en riesgo sus vidas, apunta Xiomara Álvarez Morera, directora durante más de 23 años de la escuela Simón Bolívar, del municipio de Consolación del Sur, también en Pinar del Río, institución que recibió apoyos diversos de esa organización de las Naciones Unidas.
Álvarez Morera explica que a niñas y niños se les educa en la prevención durante las clases, pero también mediante actividades extra docentes.
Por ejemplo, en su escuela es una práctica habitual, un domingo cada 15 días, la limpieza de áreas exteriores para que no haya acumulación de basura, o velar cada día para que puertas y ventanas estén seguras, lo que se hace con apoyo del alumnado y sus familias.
Tras la furia de Ian
El 27 de septiembre de 2022 Ian penetró en el occidente cubano con rachas de viento de más de 130 kilómetros por hora. Cerca de 3,2 millones de personas en las provincias de Pinar del Río, Artemisa, La Habana y el municipio especial de la Isla de la Juventud fueron afectadas, de las cuales unas 636.218 eran niñas, niños y adolescentes, según cifras publicadas por Unicef.
“Reiniciamos el curso a la semana del paso del huracán, después de recoger todos los escombros, limpiar y organizar la escuela. Los estudiantes participaron de esos esfuerzos, junto al personal docente y de servicio y algunos familiares, pero todavía teníamos adolescentes que dormían con cuatro palos y un nylon transparente arriba, o sentados en una silla”, rememora la psicóloga, profesora y educadora popular Zoily Elena Aguilera.
Aguilera es la subdirectora docente de la Escuela Secundaria Básica “Paulina Pedroso”, en la comunidad de Julián Alemán, del municipio pinareño de Consolación del Sur, uno de los territorios más afectados por Ian en el extremo occidental de la isla.
Centros educativos como el de esta docente fueron un espacio neurálgico, tanto de los impactos del evento meteorológico, como de los esfuerzos de la recuperación.
Según cifras oficiales publicadas por la prensa local, de alrededor de 700 escuelas reportadas con daños en todo el occidente del país, 477 fueron de Pinar del Río. Las mayores afectaciones se concentraron en las cubiertas y la carpintería.
Cerca de 70 de ellas, ubicadas en los municipios más afectados de la provincia, recibieron ayuda de Unicef para la rehabilitación de techos e infraestructura sanitaria, incluidas 200 lonas para espacios temporales y 50.200 metros cuadrados de mantas impermeabilizantes para techos.
Pero, además, la agencia de la ONU distribuyó 140 kits de material escolar, 38 kits de primera infancia y 154 de recreación. Si bien después de un desastre meteorológico la recuperación del bienestar psicológico de niñas, niños y adolescentes no se completa solamente con actividades recreativas, deportivas o de juego, estas resultan esenciales para la salud mental.
Kits para reparar sueños
Entre los materiales distribuidos por Unicef tras el paso de Ian, Álvarez Morera destaca el impacto particular del kit de recreación y del juego “Mi comunidad”, que aborda la reducción de riesgos.
“Son elementos que les permiten desarrollarse en la vida como seres sociales, estimulando la comunicación verbal y gestual a través del juego y otras actividades, fortaleciendo vínculos afectivos con sus compañeros y logrando su independencia”, cuenta la docente pinareña.
En paralelo, otra iniciativa que Unicef ya venía desarrollando en el país para la implementación de entornos seguros y protectores resultó ser particularmente útil para contextos posteriores a emergencias meteorológicas.
Los Kits de Expresión e Innovación son paquetes de orientación, herramientas, actividades y suministros para apoyar a niñas, niños y adolescentes de 10 a 17 años, afectados por conflictos, crisis humanitarias y otras circunstancias estresantes. Estos elementos se basan en el empleo del juego y la expresión (verbal, corporal, plástica, literaria, entre otras), por sus efectos sanadores y liberadores de emociones.
La idea era trabajar con un enfoque intersectorial, centrado en las artes y la innovación, explicó a SEMlac Yoamaris Neptuno, coordinadora de la Articulación Juvenil por la Equidad Social del Centro Oscar Arnulfo Romero (OAR) y una de las coordinadoras del proyecto.
En septiembre de 2022, cuando llegó Ian, ya habían sido distribuidos 216 de estos kits y se estaba avanzando en su implementación.
Entonces se valoró su utilización “como parte de la respuesta a la emergencia, para revertir los posibles daños emocionales sufridos por adolescentes de diferentes edades en las zonas más afectadas por el meteoro”, precisó Unicef en su ”Estudio de caso sobre la implementación de los kits para la expresión y la innovación de adolescentes”.
Llegar con esas herramientas a un centro de evacuación, unos días después del paso del intenso huracán, fue el reto al que se enfrentaron profesionales del Centro de Estudios sobre la Juventud (Cesj), otra de las instituciones coordinadoras de la experiencia.
En un contexto marcado aún por el dolor de las pérdidas materiales y humanas y el desconcierto ante el regreso a la normalidad, el trabajo con los kits se centró en “movilizar emociones positivas para aliviar el estrés posterior al huracán”, según narró Keyla Estévez, directora del Cesj, para el informe “Kits de adolescentes para la expresión e innovación andan por Cuba”, publicado en marzo de 2023.
“Entre los principales desafíos, estuvo el de combinar a diferentes generaciones (y no solo adolescentes), debido al contexto de convivencia familiar en esos momentos. Sin embargo, la experiencia de poder aplicar los kits y las actividades que los distinguen, como parte de la recuperación tras el huracán, demostró la utilidad de esta herramienta para el apoyo psicoemocional a adolescentes damnificados y sus familias”, precisó Estévez.
Neptuno lo confirma: estos kits “han demostrado ser efectivos en escuelas y proyectos comunitarios, pues se adaptan a cada contexto, a la par que promueven la participación activa y la expresión creativa de este grupo etario”.
“A dos meses del paso del huracán había ya un proceso, más que de resiliencia psicológica, de resignación; pero quedaba la angustia”, valoró Zoily Elena Aguilera, quien fue parte de la implementación de los kits en su secundaria.
Antes que subdirectora, Aguilera había sido psicopedagoga de la secundaria Paulina Pedroso y, como parte de la asignatura Educación ciudadana, comenzó a desarrollar junto a un equipo de colegas lo que denominaron Proyecto Alas, nombre que posteriormente identificó al proceso de implementación del kit en ese centro escolar.
Fue muy útil la relajación a través de la meditación y la respiración, como sugiere la metodología del kit. A su vez, el equipo se planteó rescatar todos los motivos que pudieran transmitir seguridad y emociones positivas al grupo de adolescentes, valoró Aguilera para la citada publicación resumen de Unicef.