Los fenómenos meteorológicos extremos son cada vez más frecuentes y severos en América Latina y el Caribe. Huracanes, olas de calor, inundaciones, sequías e incendios forestales afectan a comunidades y países, generan graves crisis ambientales y traen consigo otros efectos, como altas temperaturas, escasez de agua e incremento de enfermedades que afectan particularmente a las poblaciones infantiles.
Cuba, ubicada en el corredor de los huracanes del océano Atlántico y el Mar Caribe, no escapa a esos impactos. En la noche del 27 de septiembre de 2022, el huracán Ian penetró en el occidente cubano con rachas de viento superiores a 130 kilómetros por hora.
Cerca de 3.2 millones de personas en las provincias Pinar del Río, Artemisa, La Habana y el municipio especial Isla de la Juventud fueron afectadas. Unas 636.218 eran niñas, niños y adolescentes. Ian dañó viviendas, cultivos, infraestructuras, el sistema eléctrico y la distribución de agua potable, sobre todo en Pinar del Río.
A la acción gubernamental se unieron con ayuda varios espacios de activismo ciudadano, negocios, instituciones, grupos de la sociedad civil, agencias y fondos de las Naciones Unidas. Pero, ¿cómo lograr que, además, aportaran a la construcción de comunidades resilientes? ¿Cómo convertir a las infancias y adolescencias en agentes de cambio frente al cambio climático? Esta monografía cuenta sobre algunos de esos caminos, ya emprendidos por UNICEF en Cuba.