Travestis padecen violencia de parte de sus parejas

saramas_2000@yahoo.com

Amenazas de abandono, descalificaciones, prohibiciones, aislamiento y hasta golpizas se incluyen entre los actos que, con cierta frecuencia, deben vivir no pocos travestis cubanos de parte de sus parejas homosexuales.

Aunque no existen estadísticas en la isla sobre el número de hombres víctimas de la violencia debido a su orientación o comportamiento sexual, algunas exploraciones científicas y sociales confirman que la población homosexual travesti es vulnerable a ese tipo de actos en el ámbito doméstico.

En esas situaciones se encuentran, sobre todo, aquellos que conviven con una pareja hetero, «término que acerca a estos hombres a los estereotipos sociales deseados de masculinidad», aseguran la doctora Ada C. Alfonso y la master Mayra Rodríguez Lauzurique, especialistas del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) y autoras de un artículo sobre el tema que acaba de publicar la revista Sexología y Sociedad, editada por esa institución.

Luego de entrevistar a varios jóvenes travestis menores de 35 años, de cuatro ciudades del país, quienes se formaron como promotores para prevenir el VIH-sida, las especialistas constataron que un alto número de ellos considera a sus parejas como «heteros».

En este caso se trata de varones homosexuales a quienes se les considera viriles, protectores, proveedores económicos, a quienes se les acepta y permite incluso la posibilidad de sostener vínculos y relaciones sexuales con mujeres, así como el «reconocimiento social de su «masculinidad».

Sin embargo, los «heteros» que asumen la protección física y psicológica del entorno contra sus parejas travestis, igualmente los someten a la violencia conyugal que, en este caso, las autoras llaman «violencia íntima», a falta de un reconocimiento jurídico a este tipo de unciones.

De acuerdo con sus estudios y observaciones, el maltrato psicológico se manifiesta en una gran variedad de actos, como las amenazas de abandono, las relaciones heterosexuales de noviazgo que los travestis deben aceptar de sus parejas, las descalificaciones frecuentes, el asilamiento y hasta las prohibiciones a participar en actividades culturales y de «farándula», de muy alta estima para este segmento de la población.

Las bofetadas, las golpizas y los empujones son, según los propios entrevistados, las formas de violencia física que más han padecido, «tanto de sus parejas como de los miembros más cercanos de sus familias», apuntan las especialistas.

«Se debe considerar, sin distingos, que para cualquier señal violenta el blanco es el espacio familiar», subrayan Alfonso y Rodríguez en su artículo titulado «HsH y homosexuales travestis; violencia en parejas del mismo sexo».

Agregan, además, que «el daño se registra en las relaciones e interacciones de los miembros de la familia con el sujeto que construye una identidad social que transgrede lo asignado socialmente a su sexo».

La violencia sexual tampoco ha faltado en el inventario de maltratos e imposiciones sufridas por la población travesti estudiada, que describe entre otras situaciones de este tipo las insinuaciones, ofensas y hasta agarres por los hombros y empujones por parte de hombres que los requieren sexualmente.

Igualmente admiten haber terminado envueltos en relaciones sexuales no deseadas, o que han sido víctimas del acoso sexual en lugares públicos, circunstancias que finalmente han aceptado por temor a verse enrolados en algún escándalo público o conflicto con intervención policial.

«Identificar la violencia y dejar de decir que no pasa nada» es, para las especialistas del CENESEX, un primer paso que debe ayudar a prevenir la «violencia íntima».

Pero a ello habría que añadir la corrección de varios comportamientos al interior de estas parejas homosexuales, como la autoestima baja, el abandono, la falta de autocuidado, la presencia de temores a la soledad y el engaño, así como la necesidad de solicitar ayuda profesional y acudir a los espacios donde puedan encontrarla.

El estudio del fenómeno, en tanto, arroja también nuevas luces sobre un viejo tema: los modelos de subordinación femenina y de hombres violentos son tan fuertes y arraigados que se reeditan, igualmente, en las parejas del mismo sexo.

Octubre de 2004

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