La eliminación de la transexualidad de los manuales de enfermedades mentales es una demanda cada vez más visible en el activismo LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros) y empieza a ganar interés entre defensores de la libre orientación sexual e identidad de género.
Así lo constató SEMlac en un sondeo de opinión que permaneció abierto en el sitio Diversidad Sexual durante los meses de julio y agosto, con la pregunta: «¿Está de acuerdo con la eliminación de la transexualidad de los manuales de enfermedades mentales?»
A la interrogante respondieron afirmativamente la totalidad de votantes, la mitad desde Cuba.
En su afirmación coinciden con las campañas, acciones y declaraciones que en América Latina abogan por la despatologización de la transexualidad.
En 2010 la sección de Diversidad Sexual de la Sociedad Cubana Multidisciplinaria para el Estudio de la Sexualidad (Socumes) emitió una amplia declaración, con lo cual ubicó a la isla caribeña en el debate por la eliminación de la transexualidad del listado de enfermedades mentales. Miembros de la Socumes suscriben que «la transexualidad y otras expresiones transgéneros son expresiones de la diversidad sexual» y reconocen la importancia de garantizar la atención psicológica y de salud fundamentales para el desarrollo pleno de las personas transexuales.
La atención a transexuales en Cuba data de 1979, cuando fue creada la Comisión Nacional de Atención Integral a Personas Transexuales. En 1989 se realizó la primera operación de reasignación sexual; 20 años más tarde se reiniciaron estos procedimientos con el apoyo del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) y a partir de la Resolución 126 del Ministerio de Salud Pública, de junio 2008, en la cual se regulan los procedimientos de salud involucrados en la atención de las personas transexuales.
Según varias fuentes, el término transexual comienza a utilizarse a partir de 1940, con el fin de clasificar a las personas que se sienten y reconocen como sujetos del género contrario al asignado biológicamente.
Desde 1980, la transexualidad está catalogada como un trastorno mental en los manuales internacionales de enfermedades mentales elaborados por la American Psychiatric Association (APA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Varias organizaciones por los derechos de personas transexuales, homosexuales e intersexuales han denunciado la transfobia presente en la actualización de 2012 de la quinta versión del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM-5) de la APA.
Para activistas trans, la creación de un capítulo titulado «Disforia de Género» y la inclusión en él de la transexualidad resulta solo un cambio de lenguaje.
Según Pablo Vergara, activista transexual español, los criterios diagnósticos también son objeto de preocupación. En un post que publicara al respecto duda «si los profesionales de salud mental confiarán en la palabra de sus pacientes, o tal como han venido haciendo hasta ahora no bastará con que nosotros les digamos que vivimos esa ‘marcada incongruencia’, sino que querrán ‘verlo claro’, o ‘estar seguros’ ellos».
Y agrega que «posiblemente muchos pacientes trans tendrán que continuar escuchando la frase que Juana Martínez, psicóloga de Málaga, le dijo a una amiga mía ‘ya veo que tú lo tienes muy claro, pero la que tiene que tenerlo claro soy yo'».
En América Latina, la Ley de Identidad de Género aprobada por el actual gobierno argentino resulta, para muchos, un paso sin precedente en la lucha por la despatologización de la transexualidad, pues establece el derecho a la libre identidad de género sin la obligatoriedad de contar con un diagnóstico psicológico y/o la realización de intervenciones quirúrgicas.