Desinformación, prejuicios de género y discursos de odio en el boxeo olímpico

En un combate preliminar de boxeo femenino de menos de 66 kg celebrado en los Juegos Olímpicos de París entre la argelina Imane Khelif y la italiana Angela Carini, un fuerte puñetazo en la cara provocó la retirada de la deportista europea a los 46 segundos. Carini se echó a llorar, diciendo “esto es injusto” y “nunca me habían pegado tan fuerte en mi vida”.

Casi de inmediato, periodistas y comentaristas saltaron en su defensa, planteando cuestiones sobre las políticas del Comité Olímpico Internacional (COI) y haciendo muchas afirmaciones falsas sobre la identidad de género de Khelif.

Pero, ¿cuál es la historia de fondo? Ante las dañinas inexactitudes y el discurso de odio generalizado en Internet, es importante esbozar algunos aspectos básicos. Khelif se ha identificado como mujer desde su nacimiento y ha vivido toda su vida como mujer. No es transgénero. No pasó por la pubertad como varón y luego hizo la transición.

Su pasaporte marca su identidad como mujer, por lo que cumple los criterios del COI para la clasificación de género de los boxeadores.

En su primera competición internacional de boxeo en 2018, perdió cinco de los seis combates. Acudió a los Juegos Olímpicos de Tokio en 2021 como una de las primeras boxeadoras de Argelia y, aunque ganó su combate inaugural, perdió el segundo.

Khelif ha tenido algún éxito internacional previo, pero fue derrotada por nueve boxeadoras antes de París.

El cuestionable enfoque del boxeo sobre las pruebas de género

En 2023, una competición de boxeo celebrada en Rusia y dirigida por la Asociación Internacional de Boxeo (IBA) cuestionó la identidad de género de Khelif y de la taiwanesa Lin Yu-Ting (que también ha competido en París). El presidente de la IBA, el ruso Umar Kremlev, declaró que tenían cromosomas XY, por lo que fueron descalificadas.

En otro lugar se afirmó que las atletas presentaban niveles “elevados” de testosterona. Los hechos están aún por confirmar y no corresponde a una organización deportiva internacional divulgar información personal y privada.

Las actas de la IBA (disponibles en su página web) afirman que la decisión de descalificar a Khelif y Lin fue tomada inicialmente sólo por el secretario general y el director ejecutivo de la IBA. La junta de la IBA no la ratificó hasta más tarde, y en las actas se afirma que la organización necesita “establecer un procedimiento claro sobre las pruebas de género”.

Como sugieren las actas, la IBA no siguió una práctica ética en lo que respecta a la descalificación de Khelif y Yu-Ting. De hecho, el propio uso de tales pruebas para identificar el sexo y/o género de un atleta es altamente problemático.

Desde 1968, algunas deportistas olímpicas han tenido que someterse a humillantes pruebas destinadas a “demostrar” su identidad de género. En ocasiones, se trataba de exámenes visuales de sus genitales delante de médicos y otros expertos médicos. Por mandato del COI, las pruebas de “verificación de género” fueron aplicadas por organizaciones deportivas internacionales.

En la base de estas prácticas había una serie de suposiciones problemáticas, en particular que una mujer que es buena en el deporte podría ser tal vez un hombre que se hace pasar por mujer.

Más allá de los exámenes visuales, se utilizaron análisis de sangre que documentaban los niveles hormonales y/o pruebas cromosómicas. Pero, como han revelado las investigaciones, a menudo se exageran los efectos de la testosterona en el rendimiento. La comprensión del rendimiento deportivo y del género requiere enfoques mucho más matizados.

Por suerte, tras muchos años de críticas, el COI puso fin a esas prácticas en 1999. En lugar de las anticuadas pruebas de sexo que no reconocen las complejidades fisiológicas y sociopsicológicas de la identidad de género, el comité introdujo un nuevo conjunto de directrices que dan prioridad a los derechos humanos básicos de privacidad, inclusión y participación.

Aunque el COI establece el marco con la esperanza de guiar a otras organizaciones internacionales hacia una comprensión más inclusiva del género, las directrices siguen siendo controvertidas. Por ejemplo, World Athletics ha decidido seguir utilizando pruebas de testosterona.

El boxeo y el COI: un choque de éticas

La competición de boxeo en los Juegos Olímpicos de París no fue organizada por la IBA, sino por una unidad especial designada por el COI. La IBA fue suspendida en 2019 por el COI, y el año pasado despojada de su estatus como organismo rector mundial del boxeo amateur, debido a preocupaciones con respecto a su gestión, transparencia financiera y la integridad de sus funcionarios.

Al COI también le preocupaba que la IBA, bajo dirección rusa, se negara a seguir su enfoque a la hora de imponer sanciones a los atletas rusos por la guerra de Ucrania. En respuesta al frenesí mediático tras el combate Khelif-Carini, la unidad de boxeo de París 2024 declaró: “Todos los atletas

que participan en el torneo de boxeo cumplen las normas de elegibilidad e inscripción de la competición, así como todas las normas médicas aplicables establecidas por la Unidad de Boxeo de París 2024 (PBU)”.

La IBA ha respondido ofreciendo a Carini y a su entrenador un pago similar a la bolsa concedida a la campeona olímpica (100 000 dólares). Desde el incidente, Carini se ha disculpado con Khelif por su reacción, afirmando que la “abrazará” la próxima vez que se encuentren.

Los verdaderos problemas de las mujeres en el deporte

Muchas deportistas que parecen demasiado poderosas, demasiado exitosas o que tienen un aspecto “demasiado masculino” según un determinado conjunto de valores corren el riesgo de convertirse en blanco de agresiones. Y, lo que es más importante, suelen ser las deportistas no blancas las que se enfrentan a un mayor escrutinio de sus cuerpos deportivos en función del género.

Más allá de la ética de las pruebas que se utilizan, los niveles extremos de abuso en las redes dirigidos a deportistas como Khelif y Lin revelan nuevas formas de vigilar y regular el cuerpo de las mujeres. Para evitar estas acusaciones, muchas deportistas adoptan lo que los expertos denominan “feminidad acentuada”, o sea, llevar pestañas largas, joyas, maquillaje, uñas pintadas y ropa abiertamente femenina. No lo hacen para mejorar sus resultados, sino para dejar clara al público (y de paso a los críticos) su feminidad. Aunque ni siquiera esto les evita que miren con lupa sus cuerpos si acaso al competir se salen de los “cánones” que establecen ciertas visiones limitadas sobre la feminidad. Aunque los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de París se celebran como los primeros “con igualdad de género”, con un 50 por ciento de participación femenina, los abusos sufridos por Khelif y Yu-Ting ponen de manifiesto los retos a los que todavía se enfrentan muchas mujeres en el deporte.

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