Carol Danvers y la incomodidad de Marvel con sus superheroínas

Sobre el papel es la superheroína más importante de Marvel, tanto que lleva el nombre de la compañía, pero sus películas, o han pasado sin pena ni gloria, o directamente han fracasado. Nació a finales de los 60 como un reflejo del Women’s Liberation Movement en los comics Marvel, siempre intentando beber de la actualidad, y en los 70 incluso dirigía una revista feminista con su identidad secreta. En los 80 el personaje acabó sufriendo una violación, en un cómic tan infame que el guionista y editor jefe de la época acabó pidiendo perdón años después, le borraron la memoria y hasta cambió de superpoderes. Tardó otros 20 años en heredar el título que ahora lleva (aunque siempre tuvo cargo de capitán), y la manosfera del fandom superheroico tiene a la actriz que la interpreta, Brie Larson, como uno de sus objetos de odio favoritos. Es la Capitana Marvel, aunque igual que Superman se oculta bajo Clark Kent, ella se llama Carol Danvers.

Pero vayamos por partes. Más de un mes después de su estreno en cines, ya se puede decir que “The Marvels” (2023), dirigida por Nia DaCosta, ha sido un fracaso en taquilla. El pasado domingo 3 de diciembre, Disney informaba en un comunicado que dejaría de actualizar la recaudación semanal del filme, que en ese momento “apenas” acumulaba unos 197 millones de dólares en todo el mundo…frente a los 275 aproximadamente que costó. Esto teniendo en cuenta que la multinacional del ratón Mickey considera este un mal año porque ninguno de sus títulos superará los 1.000 millones de taquilla mundial.

La película es una historia de aventuras en el espacio protagonizada por uno de los supuestos personajes estrella de la casa, la Capitana Marvel, que hasta luce el nombre de la compañía y bautiza por extensión a sus compañeras, la joven Ms. Marvel (Kamala Khan, una superheroína adolescente de Nueva Jersey de familia pakistaní, a la que podríamos considerar una versión femenina y musulmana del Spiderman primigenio) y la capitana Monica Rambeau (afroamericana e hija de la “mejor amiga” de la Capitana).

Para algunas voces es la demostración del mantra “Go woke, go broke”, ignorando que la primera película, Capitana Marvel (2019), superó los 1.100 millones de dólares. Para otras, la crisis creativa definitiva de la franquicia tras más de 30 películas y una docena larga de series. Para un puñado de analistas, la demostración de la poca fe de los directivos de Disney en los propios personajes femeninos de los que buscan hacer negocio.

Carol Danvers nació como personaje de los cómics en 1968. Era la “Lois Lane” del Capitán Marvel, la jefa de seguridad de una instalación militar donde el héroe se encuentra infiltrado como el tímido científico Walter Lawson. Es, al mismo tiempo, interés romántico del protagonista y la principal encargada de desenmascararlo, en un tropo que ya sonaba a gastado entonces. Más adelante un accidente con tecnología alienígena luchando contra un supervillano hará que los ADN de ambos se mezclen y ella obtenga superpoderes similares a los de él, convirtiéndose en superheroína con el nombre de Ms. Marvel.

Irene Raya, profesora de la Universidad de Sevilla y especialista en narrativas de cultura popular, considera a Danvers “un personaje que es el reflejo de la tercera ola del feminismo en el cómic, con características muy típicas de esa época como las contradicciones”. Los trajes de superheroína de Carol en aquel momento la sexualizan, pero “se interpretan al mismo tiempo como un modo de empoderamiento”. El ‘Ms.’ de su nombre, que tan anacrónico resulta con ojos de 2023, tiene en los 70 una lectura feminista: se aleja de ‘Miss’ o ‘Mrs.’ para indicar un status marital neutro e independencia por parte del personaje.

El salto al cine “deja atrás los matices de todo aquello porque es un personaje de cuarta ola”, siguiendo la estela de la reinvención en el cómic de 2012 por parte de la guionista Kelly Sue DeConnick, que la hace ‘heredar’ el título de Captain Marvel, neutro en inglés. Su uniforme se vuelve más militar, haciendo honor a su título y al pasado ficticio del personaje. “Se intenta crear un personaje que no sea tan del gusto de la mirada masculina (male gaze)”. De ahí, entiende Raya, “toda la polémica de que no sonreía suficiente, ya que no está enfocada desde la representación de las heroínas a la que el público masculino está acostumbrado”.

Algo parecido a lo que ocurre en la película The Marvels con una secuencia que casi es una autoparodia: la Capitana acude en ayuda de un planeta donde todo el mundo se expresa cantando, y en el que está casada por conveniencia diplomática con el príncipe del lugar. Es decir, durante parte del metraje, la superheroína más poderosa del universo se viste de princesa y canta. “La audiencia masculina ha vivido como una agresión lo que desde la mirada femenina es una mezcla de crítica a las representaciones típicas y de recuperación nostálgica pero irónica”, opina Raya. “Si la broma la hubiesen protagonizado hombres, como en muchas bromas meta de Guardianes de la Galaxia, se habría percibido de otra manera”, añade.

La escritora y crítica cultural Elisa McCausland (autora del ensayo Wonder Woman: el feminismo como superpoder) considera que el personaje, más que representativo del trato recibido por las superheroínas “lo sería, en todo caso, de aquellas que resultaron más o menos incómodas en su origen”.

El personaje en sus inicios “bien podría leerse como un retrato simplificado de la mujer liberada, cuya lucha parece radicar en compatibilizar vida profesional y superheroica”, añade McCausland. De hecho, el cierre de su colección propia en los 70 y su incorporación al supergrupo más importante de la editorial, los Vengadores, ya en los 80, representaría un tira y afloja sobre esta idea cuya polémica aún colea.

En su propia colección, Danvers cambia el ejército por el puesto de editora de Women Magazine, suplemento femenino (¿y feminista?) del Daily Bugle, el ficticio periódico del Universo Marvel para el que trabaja como fotógrafo Peter Parker. El guionista Chris Claremont, que por aquella época se encargaba también de los X-Men, le da una personalidad e independencia propias, y un sentido de la justicia que nace, mitad de su pasado militar y de sus convicciones feministas (nunca expresadas explícitamente). Pero, por falta de ventas, la cabecera Ms. Marvel cierra.

Cuando se convierte en vengadora, es un personaje secundario y más estereotípico que, en manos del guionista y editor Jim Shooter, de vez en cuando pasa por parodia de “mujer liberada”. En el número 200 de la colección The Avengers el personaje sufre un embarazo de ciencia-ficción, y no es una forma de hablar: pasa de no estar embarazada a dar a luz en apenas días, y el bebé crece a toda velocidad hasta convertirse en adulto. Sin entrar en detalles de la enrevesada mitología superheroica, este confiesa ser Marcus, hijo del villano Immortus, que para escapar de la dimensión en la que estaba atrapado secuestró a Carol, la sedujo gracias a las máquinas de control mental de su padre y luego le borró la memoria.

Para mayor escarnio, Carol reconoce en el extraño una mezcla de hijo y amante y decide marcharse con él a vivir a su dimensión, cosa que es celebrada por sus compañeros de equipo. La investigadora Carol A. Strickland publicó un célebre análisis en el fanzine LoC, al poco de leer el cómic, cuyo título era inequívoco: “La violación de Ms. Marvel”. Un año después, Claremont “rescata” al personaje en las páginas de los X-Men y la enfrenta a sus antiguos compañeros vengadores reprochándoles que la abandonaran con su abusador en un cómic publicado en 1981, en el que la palabra rape no llega a pronunciarse, pero cuyas implicaciones son evidentes.

Claremont le daría nuevos superpoderes y un nuevo nombre superheroico, Binaria, y la enviaría a explorar el universo, aunque una parte de ella se quedaría viviendo dentro de la mente de la X-Woman Pícara. De nuevo es complejo de explicar, pero digamos que el poder de absorber poderes y recuerdos ajenos de Pícara hace que absorba a una Carol más madura y experimentada que ella, la cual le ayuda a ganar seguridad en sí misma. Irónicamente, el personaje de la Patrulla-X sería más popular que su “mentora” durante décadas.

Luego, Danvers pasó por varias etapas, siendo recuperada con el nombre código Warbird por el escritor Kurt Busiek, que la trata como una veterana de guerra experimentada (y exalcohólica, ya de paso). En 2012 vendrá la mencionada reformulación de DeKonnick, que según McCausland define a Carol como “un personaje cuya genealogía combina voluntad de ser y comunidad sorora”. El apoyo de una parte importante del fandom “ávido de superheroínas y muy activo en redes sociales” hizo el resto.

Una de las autoras de esta nueva etapa ha sido la dibujante española Carmen Carnero, que ha trabajado en la colección de Captain Marvel con guiones de una de sus “relanzadoras”, Kelly Thompson. En su opinión, las adaptaciones audiovisuales “solo han rascado la punta del iceberg”. En su caso cree que el enfoque de feminista o de DeConnick ha sido “simplemente explorar sus poderes y su forma de ser, o pertenecer al ejército” como se ha hecho tradicionalmente con los personajes masculinos.

Carnero considera esta evolución parte de “la permanente renovación del Universo Marvel de las viñetas”, con salidas del armario como las del Hombre de Hielo de los X-Men (el grupo diverso por definición de la editorial) o la creación de Kamala Khan, la Ms. Marvel actual y secundaria en “The Marvels”. Un personaje creado en 2013 por la guionista G. Willow Wilson y que es básicamente una fan de la Capitana Marvel que, a pesar de que sus poderes no tengan nada que ver, elige su nombre como homenaje. Su serie de televisión, del mismo título, sí ha sido un éxito de crítica y público en Disney+.

“Es la forma de trabajar de Marvel y otras editoriales, meter personajes nuevos cada equis años para conectar con público del momento. No podríamos vivir sin Kamala y Miles Morales (el otro Spiderman, un joven de ascendencia latina y afroamericana al que, como a Peter Parker, bueno, le pica una araña radiactiva) es una forma de enriquecer el mundo de los supers”, asegura la dibujante.

Para la profesora Raya, “Disney está haciendo tentativas, estudios de campo, a ver si puede ocupar nichos de mercado. Se nota más en las series -la propia Ms. Marvel, She-Hulk, la futura Echo– y en el cine hay tímidos intentos. ¿Responde a inquietudes feministas? No, aunque en The Marvels se perciba ese intento de interseccionalidad (diferentes edades, razas, modelos de cuerpos, religiones) pero siempre en un marco controlado y sin análisis crítico real”.

La experta considera que estamos viendo un traslado al cine de la misma perversión de narrativas que se han dado en otras épocas en los cómics: “La falta de práctica en trayectorias largas de personajes femeninos hace que se caiga en los mismos tópicos. En las superheroínas se cae mucho en el mito de Antígona: parece que siempre tienen que cuidar o sacrificarse por alguien, y que además ese sacrificio es secundario al de los héroes masculinos. Se ha visto en las películas de los Vengadores, donde vencen gracias a la muerte de Iron Man, pero antes que él, para permitirle estar ahí, se han sacrificado dos personajes femeninos, Gamora y la Viuda Negra, y ellas no reciben homenaje”.

En ese sentido, y en contraste con la relevancia que le dan Carnero y McCausland, más conocedoras del cómic, Raya, centrada en el cine, entiende que para el gran público “no es un personaje muy conocido de base. De Marvel son famosos Spiderman, Iron Man o el Capitán América, y quizás los personajes femeninos de los X-Men, como Tormenta. Pero no tienen una Wonder Woman”. Por eso “al tardar tanto en incorporar a la Capitana Marvel al cine, para una audiencia más generalizada se quedó la idea de que era una sacada de la manga, a pesar de ser un personaje con décadas de historia”.

McCausland coincide en que la película con Brie Larson “llegó demasiado tarde y con muy poca convicción”. En la primera parte, en 2019, comparte protagonismo con Nick Fury, personaje

interpretado por Samuel L Jackson, y el antagonista al que pone cara Jude Law. “Es una muestra evidente de la poca confianza que se tenía en la Capitana Marvel como personaje, aunque su arco narrativo como superheroína se bastaba y sobraba”. En la secuela se le suman “dos variaciones o derivadas de sí misma, en otro intento, quizá más sutil, de rodearla de otros personajes”.

Para la crítica “el resultado es el mismo: una de las superheroínas mejor reinventadas en el mundo del cómic se queda en la gran pantalla, de cara al gran público, en un quiero y no puedo, en emblema de camiseta y, por tanto, en artefacto nada peligroso”. Que la secuela se haya estrellado comercialmente “debería obligarnos a pensar cuál es el auténtico alcance de estas políticas creativas ambiguas, por qué la épica feminista se sigue dejando de lado”.

McCausland se pregunta “si a estas alturas las superheroínas no merecen los grandes arcos argumentales, las batallas decisivas, los conflictos morales ‘más grandes que la vida’ que sí se les concede a los chicos. Es otra forma de discriminación, por mucho que el humor suave, la insistencia en los gatitos, la apelación a los cuidados, nos puedan resultar reconfortantes”.

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