Acoso sexual callejero ¿una violencia sin barreras?

El acoso sexual callejero es una de las manifestaciones de la violencia machista más naturalizadas en Cuba, principalmente por imaginarios culturales que asocian el piropo a la idiosincrasia nacional. Como muchas jóvenes cubanas, Karen Alonso tiene experiencias que compartir sobre el tema. Para esta comunicadora y educadora popular es imprescindible promover un análisis crítico en las nuevas generaciones.

Según tu experiencia ¿cómo vivencian las muchachas el acoso callejero?
Casi todas las mujeres que conozco, por no generalizar, han experimentado acoso sexual callejero. Es una práctica bastante normalizada en las calles por donde transitan las cubanas. En algún momento de nuestras vidas somos abordadas en la calle por extraños, sea con frases, llamamientos de atención e incluso tocamientos.
Es frecuente que vayas caminando y un hombre te diga o te grite que estás buena o bonita. Pero hay otras manifestaciones del acoso sexual callejero que son más agresivas. Recuerdo que tenía 12 o 14 años, iba por la calle caminando, usaba uniforme de secundaria y un hombre vino y me tocó las nalgas porque, sencillamente, podía. Yo era una niña.
Los tocamientos también son una práctica, no diría que la más generalizada o constante; pero sé que pasa, por ejemplo, en el transporte público, donde suceden los llamados repellos y muchas veces se aguantan en silencio.
Yo tuve una experiencia cuando estudiaba en la universidad que para mí ha sido la más violenta. Un hombre me enseñó el pene a plena luz del día, en una parada llena de gente. Fue bastante traumático en su momento.

¿Qué repercusiones tienen esas expresiones en las muchachas?
Esa es una pregunta compleja, porque percibo que muy pocas personas vivencian el acoso sexual callejero como una expresión de violencia; a no ser en casos extremos, como la experiencia que recién comentaba. Una pensaría que eso va mermando, pero la juventud lo reproduce igual porque se va enseñando de una generación a otra.
Cuando se aproximan y dicen: “estás buena, qué nalgas más lindas tienes”, muchas muchachas lo ven como algo normal, porque está naturalizado. Puede darse el caso de que, si el piropo no es agresivo, pero tú no respondes, te recriminen diciéndote: “bueno, puedes decirme gracias al menos”.
Sobre los piropos se comparte la idea de que no tienen nada de malo. Cuando escribí sobre ese tema, varias personas, incluso mujeres, expusieron que era un extremismo de mi parte; que está mal que te digan vulgaridades en la calle, pero que está muy bien que te celebren tu belleza y se aproximen cuando vayas caminando.
Quizá tengo un punto de vista algo radical, pero opino que es invadir el espacio personal porque, a lo mejor, no deseas ni necesitas que alguien te valide diciendo que eres hermosa, porque sencillamente lo sabes, tienes personas conocidas a tu alrededor que te quieren, valoran y lo comparten contigo.
Ese desconocido piensa que puede abordarte en cualquier sitio porque se ha naturalizado la idea de que está bien que un hombre te diga que estás bonita y deberías sentirte orgullosa y realizada, debería alegrar tu día esa aproximación. Así es como yo creo que la mayoría de las muchachas lo ven, porque forma parte del imaginario social. Se necesita un poco de educación y mirada crítica para superar esta naturalización. Cuestionarnos por qué debemos estar agradecidas cuando alguien se nos aproxima en la calle, sin conocerlo ni permitírselo.

¿Por qué crees que está tan naturalizado el acoso sexual callejero?
Hay muchas razones, pero para mí influye mucho la forma en la que se concibe y se vive la sexualidad en mujeres y hombres. No me gusta generalizar, pues no conozco todos los casos, pero las niñas van conformando su sexualidad desde la expectativa y la espera de que el hombre se aproxime y ellas están ahí para esperar. Los hombres sí pueden aproximarse, para ellos no existen barreras. Tienen permitido abordarte en la calle porque estás ahí para eso y tienes que sentirte agradecida porque, si ellos te piropean, quiere decir que eres aceptable y deseable para el canon masculino.

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