Mujeres rurales, desafíos de una labor invisible

Por Dixie Edith / dixie@enet.cu

El campo cubano aún reproduce patrones culturales y persistentes tradiciones machistas que ponen trabas a las mujeres a la hora de sumarse a los empeños productivos, según trascendió durante los tres días de debates de las Jornadas de la Mujer Rural  desarrolladas en La Habana entre el 11 y el 13 de este octubre. Delegadas e invitadas coincidieron en la urgencia de sumar los enfoques de género a los reglamentos que rigen el funcionamiento de las diferentes formas de organización de la producción rural: cooperativas, empresas estatales, fincas o patios familiares, entre otros.
Igualmente, abogaron por incorporar a las investigaciones indicadores concretos que midan el aporte específico de las mujeres y de los hombres a las labores agropecuarias.
Convocadas por la Asociación Cubana de Producción Animal (ACPA), con el apoyo de varias organizaciones no gubernamentales como Mundubat, ACSUR Las Segovias, la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, entre otras; las Jornadas contaron también con el respaldo de la Federación de Mujeres Cubanas, el Ministerio de la Agricultura , la Asociación de Técnicos Agrícolas y Forestales y la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños.
“El trabajo de las mujeres rurales es fatigoso, ellas continúan realizando las labores hogareñas y muchas veces comparten las del campo con los hombres, sin ser remuneradas adecuadamente, ni reconocidas socialmente”, detalló la delegada del municipio especial Isla de la Juventud, Graciela Borrero Rosabal, en su presentación “Equidad de género. Un enfoque pinero en la vida campesina”.
“Existía –y todavía existe- temor por parte de muchos dirigentes a darle responsabilidades a las mujeres  en determinadas tareas y a distintos niveles”, precisó, por su parte, la ingeniera pecuaria Bárbara Rodríguez Machín, con experiencia probada en proyectos agropecuarios como la Empresa Pecuaria Genética Valle del Perú y actualmente parte del ejecutivo provincial de la ACPA de la provincia de Mayabeque.
A juicio de esta ingeniera, hay una historia de tabúes y críticas hacia  las mujeres del campo por parte de los hombres, pero también de las propias mujeres, algo que la incorporación paulatina de los enfoques de género va limando.
Las estadísticas confirman las preocupaciones de Borrero, Rodríguez  y otras muchas mujeres rurales, del más de un centenar que se reunieron en La Habana.

Datos para pensar
Cifras del Ministerio de la Agricultura, de julio de 2009, precisaron que las mujeres representaban apenas el 19,2 por ciento del más de un millón 340.000 trabajadores del agro, sumados el sector estatal y el cooperativo.
A mediados de este año, la viceministra de ese organismo, Moraima Céspedes, citaba una cifra aún inferior, 18,6 por ciento, en su discurso al 37 Período de Sesiones de la Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO), que funcionó en junio pasado, en Roma, Italia.
También las mujeres son minoría entre quienes han pedido tierras en usufructo en la isla, al amparo del Decreto-Ley 259, emitido en 2008 para ese efecto. Hasta 2010, se contabilizaban  142.740 personas usufructuarias, la gran mayoría hombres, indicaron durante las Jornadas las investigadoras Niurka Pérez Rojas y Dayanni Romero, del Equipo de Estudios Rurales de la Universidad de La Habana.
“Solo nueve por ciento de estas personas fueron de sexo femenino”, precisaron las expertas durante su conferencia “Mujeres y Ruralidad: inserción femenina en organizaciones agropecuarias (cooperativas-colectivas) cubanas”.
Las investigadoras agregaron que en las zonas rurales ellas se desempeñan mayoritariamente en labores que constituyen una extensión del trabajo doméstico, situación que suele aceptarse acríticamente, genera pocos ingresos y representa espacios menores de poder.
También explicaron que las mujeres suelen reproducir en los espacios agrícolas el rol tradicional de “cuidadoras” y a menudo asumen actitudes pasivas ante las decisiones productivas tomadas por los varones (cónyuges, padres, hijos, hermanos).
Al final, esa situación las posiciona, fundamentalmente, como fuerza de trabajo no remunerada, invisibiliza su aporte a la unidad productiva y les deja escaso tiempo libre.
Una investigación de la Oficina Nacional  de Estadísticas realizada a inicios de esta década reveló que, como norma, las mujeres trabajan más que los hombres cuando se suman las llamadas labores “no remuneradas”. En las zonas rurales, la “Encuesta sobre el Uso del Tiempo” estimó que, por cada cien horas de trabajo de los hombres, las mujeres empleaban poco más de 110. 
A juicio de Mayda Álvarez, directora del Centro de Estudios de la Mujer, de la Federación de Mujeres Cubanas, los obstáculos fundamentales para el empoderamiento de la mujer rural siguen estando en la sobrecarga de responsabilidades domésticas.
Por su parte, Dilcia García Pérez, doctora en Medicina Veterinaria y responsable de los proyectos de género, reconoce una brecha mayor.  “Todavía no logramos hacer visible el trabajo de las mujeres, su aporte a la producción animal. Tenemos órganos de base de criadores que producen conejos, aves y resuelven problemas de seguridad alimentaria de su comunidad y de su familia. Pero muchas veces los asociados son los hombres, aunque en realidad quienes crían los animales son las mujeres”, detalló a SEMlac.

Capacitación: la llave del campo
Datos de la FAO aseveran que solo 43 por ciento de los agricultores del mundo son mujeres y que ellas no suelen tener igual acceso que sus congéneres a recursos como la tierra, la financiación y la tecnología; y tampoco se benefician equitativamente de ventajas que incluyen el adiestramiento, la información y el conocimiento.
En ese camino, delegadas a las Jornadas de la Mujer Rural de Cuba, Nicaragua, El Salvador, República Dominicana, entre otros países de la región, abogaron por incrementar la capacitación que ayude a desterrar prejuicios machistas y sensibilice a mujeres y hombres en el camino de la equidad. Además se necesitan  entrenamientos que pongan a campesinas y agricultoras en capacidad de ser productoras más eficientes.
Justo hacia ese fin se encamina una propuesta de Trinidad Sierra Zambrano, especialista en Desarrollo Humano y coordinadora de Proyectos de Colaboración de la ACPA en Granma, a poco más de 700 kilómetros de La Habana.
“Si las mujeres no están fortalecidas con conocimientos y recursos, no podrán avanzar; tenemos que rescatar una cultura productiva diversificada a partir de capacitación y transferencia de tecnologías con igualdad de acceso y oportunidades para hombres y mujeres”, explicó a SEMlac.
Sierra está impulsando un proyecto para el cual espera obtener financiamiento y que  busca capacitar a las más de mil mujeres que están en proceso de obtener tierras en usufructo en su provincia, muchas de las cuales nunca antes se habían dedicado a labores agrícolas.
Para ella, un reto mayor es que se aprecia “muy poco cambio en las actitudes machistas del agro, que se traduce en que ellas no participan en los espacios de toma de decisiones”.
Una “preocupación grande” compartió Sierra con SEMlac: “el hecho de ellas no están posicionadas en los espacios de toma de decisiones puede ser negativo a la hora de racionalizar fuerzas productivas en determinados lugares”, opinó.
“Las mujeres ya tenemos garantizado el espacio privado, doméstico; pero el hombre tiene culturalmente asignado el rol de proveedor y es más fácil decidirse por él a la hora de decidir a quién se deja en un empleo determinado.

Octubre de 2011

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