El antecedente de este trabajo fue una ponencia presentada en el primer encuentro Maribrujas, con un conjunto de reflexiones sobre la violencia de género expresada en la maternidad y la paternidad, como procesos en torno a los cuales se tejen relaciones de poder desiguales.
Aquellas ideas han servido de base para las que ahora comparto, cuya intención es conducir la mirada a puntos identificados con la violencia y llamar la atención sobre otros indicadores de sus manifestaciones, aunque pudiera pensarse, a simple vista que no guardan necesariamente una vinculación.
Se parte del precepto de que en el interjuego poder-(tener-ser)-control se estructura la violencia entre los seres humanos, la cual se revela en múltiples maneras a través de la maternidad y la paternidad.
Culturalmente, la maternidad y paternidad han sido colocadas en espacios simbólicos que responden a los preceptos patriarcales. Su condicionante biológica ha sido usada para anclarlos en una aparente distancia y actuar como eje separador en el ejercicio de los roles parentales.
Las diferencias biológicas ligadas a las funciones reproductivas de la mujer y del hombre no deben ser negadas, ni sobrevaloradas en virtud de intereses ideológicos que amparan nexos de poder y control para mantener un orden social de subordinación.
Estas concepciones han sustentado, entre otros, el tratamiento diferencial de la reproducción humana en el contexto de las ciencias. En este sentido, una evidencia clara es la ausencia o el retraso en la incorporación de la paternidad a los estudios en las ciencias sociales; y en particular en la Demografía, de la fecundidad masculina y sus determinantes.
Su inclusión pudiera contribuir al conocimiento del proceso reproductivo en su complejidad, cuyo carácter relacional implica directamente a mujeres y hombres, como han señalado diversos autores1.
Para ello se requiere sortear las complicaciones metodológicas devenidas de las características del periodo reproductivo masculino, de las incertidumbres sobre los nexos biológicos de los varones con su descendencia o las dificultades en el control del comportamiento sexual de los hombres, incluido su ejercicio parental. Así también, los programas de salud reproductiva enfocados fundamentalmente en los problemas y procesos que acontecen en el cuerpo femenino parecieran proteger a las mujeres. Por el contrario, contribuyen a acentuar distancias entre unas y otros en los diferentes eventos reproductivos; a propiciar el control y regulación sobre los cuerpos femeninos.
Mientras tanto, se enlentece el necesario cambio cultural para la ampliación del acceso de hombres y mujeres a los servicios de salud reproductiva; escenarios que pudieran ser empleados para promover la educación de la sexualidad con enfoque de derechos.
La corresponsabilidad parental para avanzar en pos de relaciones más justas y armónicas es una demanda feminista que encuentra múltiples obstáculos en su consecución. La relación entre las condiciones de necesidad y posibilidad en el ejercicio de la parentalidad es uno de ellos. Se expresa desarticuladamente en las valoraciones y comportamientos de mujeres y hombres respecto a la maternidad y la paternidad. Estos pueden estar incidiendo en el alcance de los ideales reproductivos. Las altas tasas de embarazo en la adolescencia, terminen o no en un nacido vivo, de interrupciones de gestaciones no deseadas, el no completamiento del número de hijos deseados o el exceso de hijos por encima de los deseados, descubren las iniquidades en esta dirección.
Maternidad, paternidad y estereotipos: mandatos violentos
Algunos estudios de casos realizados en La Habana dan cuenta de la importancia atribuida a las condiciones socioeconómicas y estabilidad de la pareja para emprender la maternidad y la paternidad. Sin embargo, el modo en que las personas regulan sus comportamientos en función de estas parece diferir en virtud de la movilidad social y probablemente se relacione con otras variables, cuyo análisis merece mayor profundidad2.
La concreción de los ideales reproductivos en personas que se apartan de la heteronormatividad es otro elemento a considerar en esta discusión. Aquí las concepciones culturales hegemónicas y los sistemas de regulación social constriñen las posibilidades de acceder a la parentalidad biológica, sea por la renuncia ante el conflicto psicológico que supone la dificultad para convivir con la descendencia, identificado en varones homosexuales, como por las limitaciones actuales para beneficiarse de servicios de reproducción asistida.
Maternidad y paternidad son procesos cuyas configuraciones responden a las dinámicas históricas multicondicionadas. No obstante, estereotipos asociados a ellos parecen obedecer a cierta “estática” ideológica. Estos depositan expectativas que desbordan las posibilidades del ejercicio parental en el interjuego de las valoraciones de las condiciones requeridas y las existentes, sea la incondicionalidad del amor para las madres, o la función de proveedores económicos para los padres. Actúan como mecanismos de opresión y contraposición resistentes a formas alternativas y transformadoras del ejercicio de la parentalidad.
La función de cuidado, tradicionalmente maternizada, ha sido un recurso clave de fragmentación y sujeción social3. Tal y como es concebida por los dispositivos sociales, favorece mecanismos de subordinación y expropiación de mujeres y varones en el ejercicio de la parentalidad. Limita sus posibilidades de articulación en los ámbitos públicos y privados. Alrededor de ella se generan contradicciones que inciden en la reconfiguración de la maternidad y la paternidad como espacios de necesidad-posibilidad-oportunidad, que quiebran las fronteras entre lo personal y lo social.
El cuidado es, a la vez, un emergente clave para los cambios sociales que demanda el ecosistema y, dentro de este, las poblaciones humanas. Su concepción debe ser removida de los espacios conflictuados, subalternos y excluyentes a los que se ha asociado, hacia una justa ponderación que implique el reconocimiento del derecho para ejercerlo y requerirlo, asimismo de las actividades que precise, en cualquier área de la vida sin desmérito de unas sobre otras.
La transformación en la mirada hacia el cuidado supone romper los antagonismos prevalecientes en la estéril competición por el poder posesivo o el desamparo que solo prolongan la violencia en torno a la maternidad y la paternidad; apostar por la asunción de la corresponsabilidad de mujeres y hombres en los desempeños parentales, con y más allá de su progenie, como opción de vida en diálogo sistemático con la multiplicidad de experiencias humanas.
Notas
1- Aramburú, C. (1998). De sordos, miopes y mudos: la antropología y la demografía ante la sexualidad masculina. En: S. Lerner Sigal, Varones, sexualidad y reproducción. Diversas perspectivas teórico – metodológicas y hallazgos de investigación, pp 372-389). México: El Colegio de México. Sociedad Mexicana de Demografía. Figueroa JG., Jiménez L., Tena O. (2006). Ser padres, esposos e hijos: prácticas y valoraciones de varones mexicanos. México DF: El Colegio de México.
2- Quintana Llanio, L. (2014). “Maternidad y paternidad en los imaginarios sociales de mujeres y varones”. En: Novedades en Población (6), pp: 69-75.
3- Lagarde de los Ríos, M. (2003). Mujeres cuidadoras: entre la obligación y la satisfacción. Consultado: http//:pmayobre.webs.uvigo.es/textos/marcela_lagarde_y_de_los_rios/… Recuperado: 20 de noviembre de 2015.