Juventudes y conflictos generacionales desde un enfoque de género

La referencia del término juventudes pretende enfatizar la diversidad e irrepetibilidad de quienes integran la adolescencia y la juventud como etapas que concentran a las personas entre 15 y 30 años, décadas en la que suceden innumerables transformaciones biológicas, pero también psíquicas y sociales. Estas últimas implican la relación con personas adultas, sean familiares, educadores, entre otras que tienen a su cargo la formación de la juventud.

Entre las contradicciones que se observan a la altura del siglo XXI, siguen estando las relacionadas con los estilos de convivencia; en muchas familias se considera que hijas e hijos son su “propiedad” y emplean métodos educativos autoritarios, lo que más temprano que tarde genera miedo, rebeldía, desafíos, inseguridad, desapego, entre otros sentimientos y actitudes que van sembrado en algunos(as) el deseo intenso de independencia, libertad y autonomía para decidir sobre sus vidas o al menos sobre lo que quieren hacer. Y tambièn genera la naturalización de comportamientos violentos.
Se debe de llamar la atención acerca de los derechos de las personas, en particular de las más jóvenes, porque tanto familiares como educadores en no pocas ocasiones emplean estilos de relación que no facilitan el crecimiento ni la autonomía de sus descendientes, educandos y subordinados en proceso de formación.
Por lo general, en la adultez se tienen muchas responsabilidades, entre las más difíciles se encuentran los roles de madre, padre y educador.
En ese desafìo, se debe comprender la educación como un proceso dialógico, transformador, en el que todos y todas están en constante aprendizaje, en el que el ejemplo y los intercambios desde la horizontalidad cuentan; es decir, desde un mismo nivel de interacción sin diferencias en cuanto a posiciones de poder, ni hegemonías, para así alcanzar mejores resultados en el proceso de formación y prevenir desde edades tempranas las diferencias de poder que luego se constituyen en origen de múltiples maltratos.
Es frecuente considerar que las personas que transitan por la infancia, la adolescencia y la juventud no son sujetos de derecho. Esta concepción limita el desarrollo de estos grupos, pues por muchos años están subordinados a sus adultos responsables, quienes incluso toman decisiones constantemente por ellos y ellas, no solo en el caso de los entornos escolares, sino en cuanto a preferencias, incluso en relación con algunas realidades asociadas a la salud.
Durante el proceso de producción de un documental sobre embarazo en la adolescencia, la mamá de una adolescente embarazada de 15 años expresó que ella no era quien para decidir quitarle la vida a un “bebé”, poniendo toda la responsabilidad, sin conducción alguna, en su hija adolescente. Este tema, muy complejo en los debates actuales en no pocos escenarios sociales, apunta a múltiples desafìos.
En principio, lo saludable hubiera sido que la adolescente se hubiera protegido, que conociera la importancia de la protección anticonceptiva para su salud, pues ella tenía pareja estable con la que convivía desde antes de sus 15 años, cuestión que aumentaba las posibilidades de que quedara embarazada. La madre, con 38 años, había tenido cuatro hijos, el primero siendo adolescente. Ante esta situación, se comprende que para esa mamá-abuela resulta natural parir muy joven. Durante la entrevista dijo, con seguridad, que su hija seguiría estudiando…pasados algunos años.
La realidad es que la adolescente estuvo ingresada durante tres meses antes de parir por riesgos de preclampsia, fue muy bien atendida en los servicios de salud, llegando a término el embarazo, pero después del parto comenzaron los conflictos con su pareja, la que finalmente se fue de la casa; se separaron. Esta situación influyó en la lactancia de la niña, debido al estado de ánimo de su joven mamá.
Hoy la muchacha sufre porque no le gusta ningún trabajo que le ofrecen, solo tiene 9no grado terminado, comenzó la facultad obrera y la dejó, se siente acomplejada por su cuerpo, pues quedó con estrías en el vientre y sus senos también se transformaron. En fin, tiene su autoestima muy baja, debe cuidar todo el tiempo a la niña, por lo que la ha rechazado.
Actualmente, la abuela que consideró que no era quien para decidir una interrupción a tiempo de ese embarazo, se da cuenta de que tomó una decisión que trajo consecuencias peores. La joven no buscó ayuda y quedó, como muchas otras adolescentes en situaciones similares, frustrada, con complejos, aislada de sus amistades, sin pareja pero con deseos de tenerla.
El comienzo temprano de las relaciones sexuales debería estar acompañado de una buena preparación acerca de las formas de protección del embarazo y las infecciones de transmisión sexual (ITS). Sin embargo, investigaciones realizadas en estas poblaciones jóvenes indican que la mayoría no se protege, aunque conoce los métodos para lograrlo; que no se insertan en el estudio, ni en labores atractivas, ni de buena remuneración y que muchas veces no tienen herramientas de negociación con sus posibles parejas, por lo que resultan, con mayor frecuencia, víctimas de violencia.
La decisión de iniciar tempranamente las relaciones sexuales debe estar acompañada de un análisis de sus consecuencias, de reflexiones que faciliten la toma de decisiones en cuanto a posponer su inicio, de asumir la protección que lleva cada persona, no solo anticonceptiva, sino de las ITS, es decir doble protección. Y también de educar la autoestima.
Este es solo un ejemplo, asociado a la salud reproductiva; existen otros relacionados con la salud sexual como lo es el decidir operar a una persona intersexual, antes de que ella pueda decidir con qué sexo se identifica, por ejemplo. En estos casos hasta hace poco decidían los médicos y la familia, situación en la que se repite que se toma la decisión al margen de lo que piense el o la intersexual, lo cual es violar su derecho a decidir.
Otros tienen que ver con el respeto que merecen las personas que viven su infancia, adolescencia y juventud. Llamar la atención sobre este asunto podría influir en la mejora de las relaciones interfamiliares e interpersonales en general. Y también en la prevención de muchas formas de violencia.
Los tiempos actuales llegan con una impronta en la cual las jóvenes generaciones, desde que nacen, se encuentran en un mundo digitalizado, automatizado, que las colocan en ventaja respecto a los adultos que deben desaprender y aprender nuevas formas de comunicación y habilidades para el desarrollo y colocación en el mercado. Las personas más jóvenes deben constituir no una amenaza, sino un apoyo para el avance social. Eso hay que formarlo. Los conflictos generacionales están asociados a la comprensión de los roles, posibilidades y responsabilidades de cada sujeto. El desarrollo social depende de la efectividad de las múltiples relaciones y redes que se entretejen para alcanzar determinadas metas.
Es cierto que las personas adultas han tenido la responsabilidad de proteger y acompañar el crecimiento de las juventudes, lo que significa que en la estrategia asumida, cualquiera que esta sea, debe existir respeto, pues desde que se nace se es sujeto de derecho y por tanto se debe respetar la integridad y constituirse en guía para que cuando ese nuevo ser alcance determinadas edades, puedan tomar decisiones responsables, saludables, que les generen bienestar y satisfacción; no desamor, violencia y sufrimiento.
Las muchachas en particular, en asuntos de sexualidad y salud reproductiva, han vivido y aún viven estigmas y discriminaciones que las hacen sentir inferiores cuando el cuerpo de modifica, cuando quedan infectadas con alguna ITS, cuando se rezagan en su escolaridad. Se les mira como objeto sexual, se les valora por su imagen física. Aunque los varones tienen más protección, incluso desde la actitud de sus propias familias, cuando embaraza a una adoloescente; tambièn se violan sus derechos a decidir y se ejercen sobre ellos otras violencia simbólicas.
En cuestión de intersexualidad, se omite la condición sexuada de cada persona y su derecho a decidir sobre ella. Aquí el estigma esencial es la edad, pues la familia primordial y el personal de salud aún toman decisiones obviando el derecho que asiste a la persona intersex de determinar sobre su condición sexual y de género. Si cada intersexual decide lo que cree mejor para sí, el sexo y el género con que se identifica, podrá ser una persona más saludable y encontrará menos conflictos y violencias a lo largo de su vida.
Las juventudes en la actualidad han superado estigmas y discriminaciones que han sido tradicionales a lo largo de la historia; sin embargo, se generan conflictos cuando la familia trasmite sus creencias, como los roles domésticos estereotipados de mujeres y hombres, la subordinación de la mujer al hombre, las libertades sexuales de los hombres y las limitaciones en este sentido de las mujeres.

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