Leticia Martínez, periodista de 36 años y madre de dos niñas, ha vivido días difíciles desde que Cuba diagnosticó los primeros casos de covid-19, el 11 de marzo de 2020. Reportera del equipo de prensa del Consejo de Estado, si antes literalmente “no paraba” de cobertura en cobertura, en cualquier lugar del país, desde que debutó la pandemia carga, además, con la preocupación por la familia.
“Tengo a mis dos hijas en casa al cuidado de mi suegra, pero mi esposo y yo salimos con el temor de que nosotros mismo podamos llevarles el virus. A pesar de que tomamos todas las medidas, el miedo a enfermarnos y enfermarlas a ellas no se va”, contó a SEMlac.
Para Maryam Camejo, en tanto, la rutina laboral se ha impuesto dentro de casa, sin dejar la intensidad. Periodista de la revista Bohemia y directora de la publicación digital Con/texto Magazine, pasa por ejercer el periodismo y, en paralelo, atender a sus gemelos de 4 años, con toda la carga que genera una jornada doméstica.
Su reto ha sido encontrar el equilibrio. “No tanto compartimentar el tiempo en el sentido de fragmentarlo, como compartirlo”, aseguró la colega de 28 años.
“Hay días en que tengo que entregar un texto para Bohemia y editar otro para Con/texto, hablar con el director creativo o escribirle a la ilustradora, que es colombiana. Unos días son excelentes y estoy muy enfocada, y otros estoy dispersa. No creo que podamos ser perfectas pero, en mi caso, es vital tener una rutina diaria con tiempo para trabajar y tiempo para los niños”, detalló Camejo.
En estos días, Camejo ha estado trabajando, además, en una nueva entrega de la serie Inspiradoras, en alianza con OXFAM y junto a Jessica Castro, su compañera de equipo tanto en la centenaria revista cubana como en la publicación digital que ambas construyen.
“Teletrabajar con otra mujer que comparte tus valores es importante: sabe que al mediodía vas a estar dando almuerzo y que después estás tratando de que los niños duerman la siesta. El nivel de comprensión en el ritmo de trabajo es diferente que el que normalmente se tiene con un hombre. Al menos esa es mi experiencia personal”, asegura Camejo.
Estas periodistas, de maneras diferentes, han vivido momentos complicados en estos casi tres meses de aislamiento social.
“Por un lado, las niñas; por otro, la tremenda responsabilidad de dar cobertura a las reuniones del gobierno, donde se evalúa la situación del país y se anuncian las medidas que se tomarán. Todo eso hace que estos días hayan sido tremendamente duros para mí”, reflexionó Martínez.
“Teletrabajar para dos medios en estos tiempos no ha sido fácil. La casa se convierte en espacio de trabajo y, en mi caso, están mis gemelos pidiéndome que juegue con ellos, preguntando el porqué de cualquier cosa, buscando con qué disfrazarse o haciendo ‘música’, y ya sabemos que todo esto va contra la concentración”, narró, por su parte, Camejo.
Las medidas de confinamiento tomadas por la mayoría de los países del mundo para contrarrestar la propagación de la covid-19 han afectado también las dinámicas diarias y los flujos productivos de los medios de prensa.
Cada reporte implica historias muy personales que incluyen incertidumbre, esfuerzo, estrategias múltiples de conciliación familiar y el temor de que, detrás de cada nueva cobertura, puede llegar el contagio.
“Y también está el costo de estar recibiendo información de primera mano relacionada con una enfermedad que mata, frente la necesidad de ser muy equilibrada emocionalmente para poder contársela a las personas de manera objetiva, sin generar alarmas innecesarias”, explicó a SEMlac Lisandra Fariñas, periodista de 31 años y reportera de Cubadebate.
Especializada en temas de salud, madre de un niño y con su abuela hospitalizada, Fariñas se refiere a un desafío común para quienes hacen periodismo de contingencia, lo mismo frente a desastres climatológicos, guerras o enfermedades, como el nuevo coronavirus.
Informar desde el equilibrio, manejar bien las estadísticas mostrando las brechas, no instigar el miedo ni ser sensacionalistas. Esas y otras recomendaciones se reiteran por estos días desde espacios virtuales de comunicación, o desde agencias de Naciones Unidas como la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Sin embargo, no siempre están acompañadas de herramientas o recursos que ayuden a superar muchos de estos dilemas. El periodismo está catalogado entre las profesiones más peligrosas y no solo porque cobra víctimas mortales entre sus profesionales.
Una guía para identificar riesgos asociados a esta ocupación, publicada en 2019 por la Asociación de Periodistas de Aragón (APA), señala los horarios intensos, el alto ritmo de trabajo y el estrés emocional entre los más comunes para quienes se dedican a informar de manera profesional.
Conciliación: desafío particular
La situación se agrava para periodistas mujeres, que siguen llevando el peso de los roles asignados desde el patriarcado. De esta forma, a las tensiones habituales suman las tareas domésticas y las responsabilidades del cuidado.
“Ellas encuentran serias dificultades para conciliar trabajo y familia, situación que las pone en posición de desventaja respecto a sus colegas varones, no solo para el acceso a este mercado laboral, sino para su permanencia y desarrollo dentro de él”, afirma la socióloga cubana Magela Romero Almodóvar, doctora en ciencias y profesora de la Universidad de La Habana.
En su investigación “La difícil misión de conciliar profesión–cuidado infantil en el ejercicio del periodismo femenino”, presentada al X Encuentro Iberoamericano de Género y Comunicación de 2012, ya describía un conflicto que permanece y se agrava en tiempos de epidemia.
A juicio de la especialista, el llamado horario “abierto” que marca el ritmo cotidiano del periodismo les permite a ellas cumplir con las responsabilidades doméstico-familiares, en paralelo a su trabajo. Sin embargo, lo que las propias periodistas reconocen como ventaja, resulta también una suerte de trampa.
“La generalidad de las veces solo funciona como un mecanismo que refuerza la vulnerabilidad de ellas a padecer dobles o triples jornadas de trabajo, bajo la excusa familiar de que son las que más tiempo permanecen en casa”, precisa el texto de Romero Almodóvar.
Rosy Amaro, periodista de Cubavisión Internacional, quien comparte el teletrabajo con el cuidado de su hija Mariana, de seis años, vive esa experiencia con el agravante de la covid-19. Al inicio del confinamiento, tuvo que “tomar conciencia” de que no estaban de vacaciones y “conciliar rutinas para que los horarios fueran lo más normales posibles”.
“No lográbamos que la casa estuviera muy organizada, la ropa se acumulaba en el cesto y, los mandados, en la bodega. Mientras, los jefes del canal llamando porque, efectivamente, no estaba de vacaciones. Una semana después, reaccionamos y nos hicimos un horario para cada día, lo pegamos en el refrigerador y tratamos de respetarlo lo más posible”, narró a SEMlac Amaro, de 32 años.
“Construí un programa que titulé “Desde casa” y, como todo programa de TV, implica trabajo en equipo: dirección, sonido, cámara, luces, coordinación, ambientación, maquillaje, etc., esos roles los asumimos Mariana y yo”, relató.
Tras esa experiencia, su directora en Vitrales, revista informativa-cultural de Cubavisión Internacional, le propuso continuar con el programa desde su casa y Amaro volvió a hacer equipo con la niña.
“Cada tarde de jueves nos alistamos. La niña lee perfectamente y eso nos ayuda, porque logra sincronizar su lectura con la mía, mientras va moviendo las letras en la laptop. A veces se le queda el dedo ‘pegado’ y las letras suben muy rápido o, al contrario, las demora mucho y me quedo sin texto para leer. Es toda una faena, que implica paciencia de las dos”, agregó.
Mariana ha entendido la necesidad de que su mamá siga trabajando desde casa, pero Amaro asegura que cuando la niña le dice: “mamá, tengo hambre”, no hay reportaje ni entrevista que valga más.
“En ese momento, corre, ponte delantal e inventa como madre cubana qué echar al caldero, lo que es más difícil aún porque soy madre divorciada y el padre de la pequeña –aunque muy responsable- vive a miles de kilómetros de distancia”, explicó Amaro.
Redacciones “modificadas”
En su ya citada guía para periodistas, la OPS apunta que, a falta de una cura o vacuna para el nuevo coronavirus, la información es herramienta vital para que las personas adopten medidas de protección y salvar vidas.
Ante una situación epidémica que obliga al aislamiento, varios medios de comunicación en Cuba han modificado su funcionamiento. Estos nuevos modos de hacer son protagonizados y dirigidos a menudo por mujeres, pero no evitan las dobles y triples jornadas.
Sheyla Catá Navarro, directora del telecentro de Santiago de Cuba, a unos 760 kilómetros al este de La Habana, garantiza la información cotidiana con dos unidades operativas y periodistas a cargo de la web y las redes sociales desde sus casas, según narró a la Agencia Cubana de Noticias.
En tanto, Tele Pinar, a unos 150 kilómetros de la capital, ajustó su cotidianidad informativa al entorno digital, según declaró Roxana Llamazares González, jefa de información de la televisora local, al sitio web Cubaperiodistas.
A Claudia Alemany, la covid-19 y las nuevas rutinas productivas de su revista, también dirigida por una mujer, la alcanzó fuera de la nación caribeña, en un viaje familiar a España. Ante la imposibilidad de regresar por el cierre de aeropuertos y fronteras, sus colegas le asignaron “trabajo virtual”.
“Me ha tocado vivir la covid-19 en Cuba, fuera de Cuba; pero sin perder un segundo. Soy periodista de Juventud Técnica desde hace casi cinco años. Hace un tiempo había pedido un espacio para aprender más del manejo de redes sociales. Con esta situación, me dieron la oportunidad”, contó a SEMlac.
“He tenido que manejar gran cantidad de noticias de último minuto; transformarlas en lenguaje informativo para cada una de las redes sociales; preparar y organizar el boletín de noticias, dominar herramientas web que desconocía, entre otras cosas”, detalló.
Alemany asegura que “los retos han sido mayores” por la diferencia horaria con Europa, que la obliga a trabajar de madrugada. Para sus compañeras en la isla, la madrugada es una carga extra, derivada de estrategias diversas de conciliación.
Después de grabar junto a su hija, Amaro edita, generalmente de madrugada, porque antes tuvo que interrumpir el proceso para cocinar, atender a la niña y prepararla para dormir.
“A la mayor parte de estas mujeres no les alcanza el tiempo durante la jornada diurna de trabajo y deben madrugar o acostarse a altas horas de la noche para adelantar el trabajo pendiente”, corrobora Romero Almodóvar en su estudio.
Esta situación les genera padecimientos de salud, afecta su bienestar y calidad de vida, agrega.
Para Camejo, la clave está en hacerse de una rutina “que no sea estricta ni rígida, sino flexible, con mucho espacio para la creatividad de toda la familia, donde se comprendan todas las interrupciones que lógicamente harán los niños, mientras intentas teletrabajar. Así es como he ido combinándolo todo sin perder la cabeza en el camino”.