El antiguo estigma de la solterona parece seguir acechando a las cubanas que pasan de treinta años de edad y no tienen pareja estable. Ellas sufren la presión social por no tener descendencia ni haber logrado el matrimonio, asegura una reciente investigación de la periodista Mayra Pombo.
Al estudiar la representación social de la soltería de 12 habaneras entre 30 y 49 años de edad, la graduada de Filosofía encontró que, socialmente, a la soltera de estas edades se le considera una mujer loca, grosera, conflictiva, neurótica, mojigata o rara.
Ellas sufren el rechazo social por desafiar el «deber ser» femenino y son presionadas, directa o indirectamente, por las familias y amistades que preguntan sobre su vida sentimental y cuestionan la elección de vivir solas.
La tesis «Soltera en los treinta? ¿y qué? La deconstrucción de un mito», por la que Pombo obtuvo el Máster en Ciencias Sociales de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana, incluye un pormenorizado estudio filosófico de la construcción social de imaginarios patriarcales sobre la soledad femenina.
«Las mujeres contemporáneas experimentan, en muchos casos, una contradicción: el ansia de libertad y espacio y el logro del ideal romántico en el terreno amoroso», señaló la reportera de la revista digitalCubanow.
En la idealización del amor y las relaciones personales impuesta a la identidad femenina existe, a su juicio, una fuente de insatisfacción y baja autoestima de las mujeres.
«Nos han enseñado que podemos tenerlo todo, carreras profesionales, la libertad vedada a nuestra abuelas, pero también que necesitamos ser amadas o encontrar a ‘la media naranja’ para estar completas», destacó Pombo durante el acto de defensa académico, la pasada semana.
Pese a los espacios y libertades sociales alcanzados por la mujer moderna, aún siguen existiendo valores patriarcales en la vida privada que estandarizan la relación de pareja por la cultura machista dominante en Cuba.
«Las mujeres occidentales contemporáneas se desarrollan exitosamente en las esferas de lo profesional, la cultura, el arte, la política; pero esta aparente autonomía se distorsiona en lo relativo al matrimonio y la maternidad», sostuvo la investigadora.
La mayoría femenina en la enseñanza superior, que a cierre de 2013 llegaba a 66 por ciento, ha derivado en la postergación del casamiento y el incremento de mujeres y madres solteras en la isla caribeña, expuso.
Otros factores que inciden en el cambio de paradigma de pareja en las cubanas son la falta de vivienda propia y los problemas económicos de un país en crisis hace casi 30 años.
Todas las solteras de la investigación se han sentido cuestionadas, presionadas o discriminadas en algún momento de sus vidas debido a su estado civil, una realidad que las deja incómodas ante preguntas y comentarios de personas cercanas.
Por otra parte, en espacios profesionales y sociales es frecuente que les pongan tareas extra, pues aprecian sus responsabilidades menos importantes que las de mujeres casadas o con hijos.
Frente a la representación social de que las solteras se encuentran «incompletas», Pombo encontró características comunes como seguridad en sí mismas, actividades extralaborales, gustos bien definidos, alto nivel de exigencia con los hombres y necesidad de autosatisfacción.
Ellas desean encontrar un hombre que les respete prioridades, espacio personal y valore su profesión e independencia, y no están dispuestas a modificar una parte importante de su vida por tener pareja.
La maternidad también se encuentra entre sus preocupaciones, lo que en opinión de Pombo demuestra que esta sigue representando una exigencia asociada al sentido de la vida de la mujer y su identidad.
En opinión de la investigadora, se necesita un cambio de paradigma en cuanto a la soltería femenina, al que pueden contribuir los medios de comunicación si naturalizan el tema como opción válida de vida y dejan de presentarlo como objeto de disfuncionalidad, rareza o burla.
«En la medida en que una sociedad cambie su mentalidad por introducir la teoría y prácticas de equidad de género, este estereotipo acerca de las mujeres solteras irá desapareciendo», consideró.
«No podemos seguir promoviendo una cultura que no valora a la mujer independiente y esta, en aras de legitimarse, deba exhibirse con una pareja», agregó.