Por Dixie Edith
A poco más de tres años de celebrar el bicentenario de la escritora y feminista cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda, la cátedra que lleva su nombre en Cuba ayuda a que la polémica autora sea colocada en el sitio que le corresponde dentro de las letras de la isla.
Nacida en 1991 en los predios del Instituto de Literatura y Lingüística José Antonio Portuondo (ILL), la cátedra Gertrudis Gómez de Avellaneda dirige sus empeños a la investigación literaria de orientación feminista.
Antes, el instituto, fundado en 1965, ya tenía resultados en esa línea de trabajo.
Una de sus investigadoras e importante escritora, Susana Montero (1952-2004), directora fundadora de la cátedra Avellaneda, había publicado los volúmenes Obra poética de Mirta Aguirre: dinámica de una tradición lírica (1987) y La narrativa femenina cubana entre 1925 y 1958 (1989).
Después de 1991 vieron la luz obras como Lo bueno y lo bello. Una estocada de género (2005), y La Avellaneda bajo sospecha (2006), de la misma autora, que profundizaron en la línea de trabajo del nuevo espacio de indagación literaria.
Pero, ¿por qué precisamente Gertrudis Gómez de Avellaneda se erige como rostro de presentación de una cátedra que estudia el quehacer de las mujeres en las letras?
La pregunta, probablemente frecuente entre quienes se acercan por primera vez a esa experiencia académica, pone en evidencia las polémicas que han rodeado la vida y obra de la escritora, nacida en el siglo XIX en la ciudad de Camagüey, a 570 kilómetros de La Habana.
Tula a debate
También llamada Tula, la Avellaneda nació el 23 de marzo de 1814 en el seno de una adinerada familia española, asentada en la entonces villa de Santa María del Puerto del Príncipe, hoy Camagüey.
A los nueve años escribió sus primeros versos y a los 22 viajó a España. En 1839 se estableció en Madrid, donde fue presentada en el Liceo Artístico y empezó a alternar con autores como José de Espronceda y José Zorrilla.
Su apasionado carácter, su generosidad y su marcada rebeldía frente a los convencionalismos sociales la alejaron de la mayoría de las escritoras de su época, la convirtieron en precursora del movimiento feminista en España y también en un reto para la Real Academia de la Lengua de la península.
Pese a que sus dramas llenaron los teatros españoles y sus obras discutieron el primer y segundo premio en los Juegos Florales más selectos de Madrid, la Real Academia se negó a aceptarla como una de sus integrantes, tomando como pretexto su condición de mujer.
Pero mientras en España, a pesar de la Academia, se le reconoció como una de las voces más auténticas del romanticismo y como precursora del feminismo moderno, en Cuba ha sufrido críticas y subvaloraciones que entroncan con la profunda herencia machista que aún subyace en la isla.
Así, un contemporáneo de la escritora aseguró, en su tiempo, que «es mucho hombre esta mujer», refiriéndose a la Avellaneda.
A más de 190 años de su nacimiento, “la crítica no le ha hecho justicia», ha señalado el escritor Roberto Méndez, coterráneo de la escritora y uno de sus más activos estudiosos.
“El nombre de Gertrudis Gómez de Avellaneda se recuerda en una de las más importantes salas teatrales de La Habana y en una calle de su natal Camagüey, pero su obra sigue siendo poco conocida y muchas veces mal valorada”, reconoció a SEMlac la colega Dalia Acosta, quien ejerció el periodismo durante varios años en la ciudad de Camagüey.
«Quien en un tiempo se firmó como ‘La Peregrina’, sigue vagando en el camino, sin techo propio en las letras cubanas», ha dicho también Méndez, autor del ensayo Otra mirada a La Peregrina, publicado por la Editorial Letras Cubanas y merecedor del Premio Alejo Carpentier y del de la Crítica, ambos en 2007.
El poeta, escritor y Héroe Nacional de Cuba, José Martí, tampoco fue benévolo con la rebelde criolla. «No hay mujer en Gertrudis Gómez de Avellaneda: todo anunciaba en ella un ánimo potente y varonil (…) no tuvieron las ternuras miradas para sus ojos, llenos siempre de extraño fulgor y de dominio: era algo así como una nube amenazante», escribió en 1875, en una crónica donde traza un paralelo entre la autora y la también poetisa cubana Luisa Pérez de Zambrana.
En una confirmación del repetido y añejo refrán de que “nadie es profeta en su tierra”, en años recientes tampoco se han reconocido suficientemente en la isla los aportes de Tula a la poesía y al teatro, a pesar de los éxitos cosechados en la península ibérica y de su extensa bibliografía.
En el libro Poetas cubanos del siglo XIX, el escritor Cintio Vitier se queja de no tener nada que decir sobre la poesía de la camagüeyana, asegurando que dobla “con pena la hoja de La Avellaneda sin haber podido recibir de ella ninguna enseñanza, como sea la del poder aniquilador que a veces tienen las más seguras y sólidas palabras».
Para el crítico teatral cubano Rine Leal, ya fallecido, el teatro de La Peregrina “nada añade a nuestra escena», según afirmó en su libro La selva oscura. Sin embargo, investigadores más recientes felicitan las labores de la cátedra y recomponen las miradas sobre la escritora.
“Rompió los arquetipos creados para la mujer del romanticismo, para quienes la belleza y la maternidad eran los atributos principales”, aseguró a SEMlac el escritor e historiador Julio César González Pagés, coordinador de la Red Iberoamericana de Masculinidades y profesor de la Universidad de La Habana.
Ella está entre “los más grandes autores cubanos, en primer lugar, y por eso es ejemplar para todos”, dijo a esta agencia la escritora e investigadora Zaida Capote Cruz , actual directora de la cátedra Avellaneda..
“Su ejemplo no deriva sólo de su obra magnífica en poesía, en teatro o en narrativa, donde se arriesgó, desde el punto de vista formal, a explorar formas diversas y versionar obras de otros autores; sino que además, desde lo conceptual, se atrevió a poner en discusión temas de actualidad y a discutir el derecho moral del subalterno a decidir sobre su vida, y las condiciones en que esta transcurría”, explicó.
“Por otra parte, al fundar el Álbum cubano de lo bueno y lo bello también difundió algunos modelos femeninos de acción y creación, un legado histórico importante para sus contemporáneas”, añadió.
“Además de ofrecer apoyos a proyectos específicos en el ámbito intelectual y prestar su palabra como intercesora en el caso de otras notables autoras cubanas, cuyas obras contaron con una lectura suya como carta de presentación, como el Viaje a La Habana, de la Condesa de Merlín, o las Poesías de Luisa Pérez de Zambrana”, agregó Capote Cruz, también ganadora de los premios Alejo Carpentier y de la Crítica.
Para González Pagés, también doctor en Ciencias Históricas, la escritora se convirtió en precursora de un discurso de reivindicación del movimiento femenino y estableció símiles en su obra “entre la esclavitud y la situación de las mujeres”.
Efectivamente, Tula trató en su novela Sab el tema de la esclavitud, a partir de la relación amorosa entre una muchacha blanca y un esclavo.
Para Méndez, en tanto, la Avellaneda «vivió el romanticismo de una manera muy auténtica». En una sociedad conservadora como la española, llevó una intensa vida amorosa que no ocultó ni disimuló, e incluso tuvo una hija fuera del matrimonio.
“Su capacidad de escritura, su carácter para imponerse en un medio no siempre favorable, son uno de los grandes legados recibidos por las autoras cubanas de hoy, además de su obra escrita, inagotable”, apuntó Capote Cruz.
En Cuba, sin embargo, han resultado infructuosas las gestiones realizadas para repatriar los restos de la escritora y no existen monumentos a su persona, a pesar de la realización de un concurso público para ese fin, cuyos resultados se dieron a conocer en 1922.
Por suerte, actividades como las de la cátedra Avellaneda apuntan a reivindicar a la escritora. Ello se hizo evidente durante una suerte de relanzamiento de la cátedra, en marzo de este año, donde fue justamente el escritor Roberto Méndez el encargado de la intervención principal.
Con la conferencia “Gertrudis Gómez de Avellaneda: la construcción de una imagen”, ofrecida en la sede del Instituto de Literatura y Lingüística, quedó inaugurada “la segunda etapa de trabajo de nuestra cátedra”, anunció la página de la institución académica.
La cátedra, además de los trabajos habituales de investigación y promoción cultural, colabora con la Maestría en Estudios de Género de la Cátedra de la Mujer de la Universidad de La Habana y otras instituciones docentes con cursos y tutorías de tesis. También estimula el estudio y la difusión de la literatura femenina y de la teoría y la crítica literaria feminista en otros ámbitos.
Quizás su apuesta más ambiciosa sea la futura celebración, en 2014, del Bicentenario de Avellaneda, con un coloquio internacional y un amplio programa de actividades culturales, como anunció en marzo pasado la investigadora Zaida Capote Cruz, actual directora de la cátedra.
Tras esos empeños también están las palabras del escritor José Antonio Portuondo, cuyo nombre, no por gusto, tomó el instituto: “…porque la Avellaneda es parte riquísima de nuestra herencia cultural, su obra es orgullo nuestro (…). Es un ejemplo extraordinario de escritora, (…) es nuestra, es cubana, y es grande entre los grandes escritores de la humanidad”, señaló.
Septiembre 2010
(Solicite el trabajo completo a semcuba@ceniai.inf.cu)