Pese a que el número de nacimientos por cada 1.000 mujeres entre 15 y 19 años decreció ligeramente en 2020, primer año de la pandemia en Cuba, la fecundidad adolescente sigue siendo una preocupación para especialistas por lo que representa su aporte a la fecundidad total de la nación caribeña.
“Este indicador de peso debe alertarnos sobre un problema social que requiere una atención sistemática y urgente, pues constata la tendencia ya existente a la desarticulación de la fecundidad cubana”, subrayó la doctora Matilde Molina Cintra, investigadora del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana (Cedem).
Cuba exhibe una baja tasa global de fecundidad, mientras por otro la tasa específica de fecundidad adolescente se mantiene por encima de lo esperado y deseado, dijo la especialista al exponer algunos de los impactos de la pandemia en la dinámica demográfica cubana.
Durante el Taller “Estudios y políticas de población en el escenario de la covid-19”, realizado a propósito del 50 aniversario del Cedem, Molina Cintra presentó resultados del estudio “Tendencias de la fecundidad adolescente en Cuba hasta el 2020”, publicado en la revista Novedades en Población.
Según la investigación, de 2019 a 2020 disminuyeron los embarazos, sus interrupciones y los nacimientos por cada 1.000 mujeres de 15 a 19 años. La tasa de embarazo fue de 123.4 y disminuyó alrededor del 9 por ciento en relación con 2019, cuando este indicador se ubicó en 136.8.
Para la experta, varias hipótesis podrían explicar este descenso: la disminución tanto en uniones y matrimonios, formación de parejas, frecuencia de relaciones sexuales, así como menor número de adolescentes que iniciaron su vida sexual, el aumento de las relaciones sexuales con protección, y un mayor control y cuidado de la familia sobre las adolescentes.
“Las condiciones de aislamiento físico, el quedarse en casa, el cierre de las instituciones escolares, los lugares de ocio y recreación (bares, discotecas, playas y piscinas) son medidas para enfrentar la pandemia de covid-19 que limitan el movimiento y las actividades cotidianas de las y los adolescentes. Según investigaciones realizadas, estos lugares son el contexto donde se idean o se producen las relaciones sexuales”, apuntó.
La tasa de interrupción de embarazo en este grupo poblacional descendió en 15 por ciento durante el periodo estudiado y pasó de 84.5 en 2019 a 71.9 en 2020.
“Entender este comportamiento requiere un análisis de la cobertura y demanda satisfecha de estos servicios y el impacto en su organización. En Cuba, aunque se protegieron los derechos de la población en general —y con ello el derecho a los servicios de salud sexual y reproductiva—, la crisis vivida en este tiempo, ante la vida y la muerte, y la reorganización de los servicios impactó a todas las esferas”, sostuvo la también subdirectora del Cedem.
Agregó que investigaciones realizadas en América Latina señalan que la pandemia de covid-19 muestra resultados adversos en materia de salud sexual y reproductiva (SSR), al exacerbar las desigualdades de género para las mujeres y niñas e impactar negativamente en la forma en que reciben atención y tratamientos.
Entre los costos negativos para la región en esta área, destacó el acceso limitado a cuidados de salud materna, planificación familiar, VIH/ITS y servicios de violencia basada en género. Asimismo, interrupciones en la cadena de suministros y escasez de anticonceptivos y otros productos de SSR, desvío de equipos y personal, restricciones en movimiento que limitaron o retrasaron el acceso a servicios de salud, e incluso el temor de acudir a los servicios de SSR y otras condiciones médicas de niñas y mujeres que viven con perpetradores de violencia.
Realidad que persiste
En 2020 la tasa global de fecundidad (TGF) descendió de 1.57 a 1.52 hijos por mujer y se registró una tasa bruta de reproducción (TBR) de 0,74 hijas por mujer, también menor que la de 2019, que fue de 0.76.
Uno de los hallazgos más importantes del estudio es que, pese a la disminución en la tasa de interrupción de embarazos, la fecundidad adolescente desciende solo 1,61 por ciento en 2020 (51.5) en relación con 2019 (52.3).
“Ello evidencia que la reducción que se registra en la tasa de embarazo aún no es suficiente para que se produzca un cambio notable en la tasa de fecundidad adolescente, la cual se resiste a disminuir, sobre todo, en la zona oriental del país”, dijo la especialista.
Refirió que si bien se reduce la tasa específica, el peso de la fecundidad adolescente aumentó de 16,7 por ciento en 2019 a 17 por ciento en 2020, lo cual significa que las adolescentes contribuyeron más a la fecundidad total del país en 2020, primer año de la pandemia, que en 2019.
Significó la experta que Cuba se ubica en una tasa global de fecundidad más cercana a Europa y América del Norte, mientras se posiciona más distante a ellos y más cerca de América Latina en la fecundidad adolescente, al tiempo que se ubica por encima de la media del mundo en este último indicador.
Aunque la nación caribeña tiene los niveles más bajos de fecundidad adolescente en la región, su diferencial por zonas de residencia al interior del país marca la heterogeneidad de este indicador y la urgencia de atender esta problemática de salud y social, enfatizó Molina Cintra.
De acuerdo con la investigación presentada, la evolución de la fecundidad adolescente en Cuba ha transitado por valores de 163 nacimientos por cada 1.000 mujeres menores de 20 años en 1970 a un nivel mucho más bajo de 46.5 en 2006, momento de mayor descenso en este indicador.
“Este nivel de la fecundidad adolescente, en un contexto de políticas sociales enfocadas en la protección del menor, hacía pensar que continuaría el declive de la fecundidad en este grupo de edad, pero no fue así. A partir de 2011 comienzan a elevarse los nacimientos en las menores de 20 años y aún no se ha podido alcanzar nuevamente el nivel de 2006”, explicó la investigadora.
Las provincias con mayor tasa de fecundidad adolescente han sido las orientales, con un patrón resistente a la disminución. En los últimos años las provincias de Granma, Holguín y Las Tunas, junto al municipio de la Isla de la Juventud, son los territorios con mayor cantidad de nacimientos en mujeres adolescentes, dijo.
Llamó la atención sobre la importancia de llegar hasta el nivel más local de este problema social y de salud, pues cuando se analizan los municipios con mayor tasa y peso de la fecundidad adolescente, no siempre estos se localizan en las provincias con mayor indicador.
Molina Cintra señaló que, en la medida en que ha ido avanzando el tiempo, se han acortado las diferencias de los comportamientos de este indicador entre la zona rural y urbana de manera visible. “Sin embargo, en 2020 se acentúa esta distancia con 15 nacimientos más por 1.000 mujeres de 15 a 19 años en la zona rural que en la urbana, con un crecimiento, además, respecto a 2018 y 2019”.
Entre los resultados sobresale que, por zonas y grupo de edad, se mantiene un patrón más rural para el grupo menor de 15 años de edad.
Asimismo, la tasa de interrupción de embarazo de las adolescentes es mayor que la del resto de los grupos de mujeres en edad fértil. El número de interrupciones para las mujeres menores de 20 años supera al número de nacidos vivos, y es superior a la tasa de fecundidad en este grupo de edad, dando cuenta de la alta tasa de embarazo adolescente existente en el país.
Esta tendencia no se interrumpió en 2021. Datos aportados a la Comisión de Salud y Deporte del Parlamento cubano por el Ministerio de Salud Pública el pasado mes de diciembre dan cuenta de que 17.9 por ciento de los nacimientos del país ese año correspondió a mujeres menores de 20 años.
Sin embargo, el comportamiento por provincia no es homogéneo. Los territorios con índices más elevados fueron Granma (22.9%), Holguín (22.3%), Las Tunas (20.1%), Camagüey (19.6%), Ciego de Ávila (18.7%), Guantánamo (18.4%), Santiago de Cuba (más de 18%) y Artemisa (18.1%).
Molina Cintra señaló que la anticoncepción y la nupcialidad como determinantes próximos de esa fecundidad adolescente aún expresan brechas en el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos de ese grupo etario.
“El porcentaje de adolescentes que usan métodos anticonceptivos es menor que el porcentaje del resto de los grupos de edades, lo que contribuye a la resistencia al descenso de los embarazos en la adolescencia y la fecundidad”, dijo.
En 2019 se registraron 17.163 nacimientos de mujeres entre 12 y 19 años, de las cuales 15.434 tenían vínculo conyugal, apuntó la especialista.
“Visualizar la brecha de género en relación con el matrimonio temprano, como una quiebra en el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos de las adolescentes, es uno de los desafíos para prevenir el embarazo adolescente en Cuba”, citó la especialista.
Justamente esta es una de las ganancias del proyecto de Código de las Familias que hoy es objeto de consulta popular: la eliminación de la autorización excepcional del matrimonio para adolescentes entre 16 y 18 años. El código vigente permite una autorización excepcional de los padres al matrimonio de las niñas a los 14 y los varones a los 16, una práctica que numerosas investigaciones en Cuba dan cuenta de que es tributaria al embarazo adolescente, con repercusiones adversas en la vida social, laboral y familiar de niños y madres, fundamentalmente.
Garantizar servicios de SSR amigables con las y los adolescentes, que eliminen las barreras de acceso oportuno a la anticoncepción (incluida la de emergencia), y a la disponibilidad de los métodos anticonceptivos más eficaces, trabajar por empoderar cada vez más a niñas y mujeres en mayor autonomía física, económica y política, y pensar en estrategias más eficaces para que las adolescentes se reincorporen a los estudios, abandonados por la maternidad, son otros de los retos.