Construir memoria para luchar contra las violencias machistas

Las violencias machistas son probablemente la vulneración de derechos humanos más extendida, por ser aquella que más personas enfrentan y, al mismo tiempo, una de las más normalizada por las sociedades de todo el mundo. Se han dado avances en la percepción social al respecto; no obstante, todavía queda mucho camino por recorrer.

No queremos olvidar la responsabilidad colectiva que tenemos para erradicar estas violencias; por un lado, debemos exigir a las instituciones públicas que impulsen legislaciones (concretadas en recursos), y que pongan en marcha medidas de atención y prevención efectivas. Y por otro, como ciudadanía debemos reflexionar sobre el papel y capacidad de actuación que tenemos frente a esta problemática.

En Mugarik Gabe en los últimos años hemos apostado por destacar la importancia de la memoria como estrategia de lucha contra las violencias machistas. Trabajamos para construir una memoria desde un análisis feminista que visibiliza las causas estructurales. En nuestro caso, lo hemos llevado a cabo incorporando los testimonios de las mujeres víctimas y sobrevivientes de violencias machistas y colocándolas en un lugar central, para que sean escuchadas y creídas. Una memoria que incorpore sus vivencias, demandas y propuestas.

Abordar la erradicación de las violencias machistas desde la memoria es reconocer que las violencias machistas existen. Es no querer normalizarlas. Es apuntar hacia otro tipo de sociedad más justa donde se quieren romper las desigualdades estructurales. Es recoger colectivamente aquellos hechos que han ocurrido para que no se vuelvan a repetir. Es apuntar hacia la justicia, verdad y reparación.

La memoria social: releer el pasado para construir el futuro

La memoria social es el discurso que la sociedad hace de sí misma, esto es, lo que contamos y recordamos sobre lo sucedido, lo que conforma y explica nuestra identidad y construye un imaginario social. En la construcción de la memoria social, al igual que en la construcción de todo tipo de narrativa, quien ostenta el poder deja en los márgenes a aquellos colectivos o grupos con menor poder, sin ser escuchados y, por tanto, sin oportunidad para escribir historia y mucho menos la posibilidad de hacer que esta quede en el recuerdo colectivo.

Releer el pasado desde un análisis feminista de justicia y responsabilidad social e incorporar los relatos de víctimas y sobrevivientes de violencias machistas, desde una visión no victimizadora, nos ayudará a resignificar las violencias machistas en el presente y transformar el imaginario social. Tenemos que ser capaces de incorporar a la historia los relatos de vida, dolor y resistencia de las mujeres como un ejercicio político de reparación y propuestas de no repetición.

Los relatos: algo más que contar una historia, ser escuchadas y creídas

El silencio al que se aboca en muchos casos a las víctimas, así como la invisibilidad de los hechos que han enfrentado, tiene impactos en las diferentes esferas de sus vidas (física, psicológica, social, económica, legal…). De este modo, el no reconocimiento acaba siendo otra violencia que se ejerce socialmente contras las mujeres víctimas y sobrevivientes, reforzando la estigmatización y culpabilización de aquellas que lo enfrentan. Todo ello reproduce la naturalización de las violencias machistas en nuestras vidas.
Desde las experiencias previas donde mujeres sobrevivientes nos contaron su historia, aprendimos lo importante que era recoger los testimonios en primera persona para un acercamiento real y encarnado de las violencias machistas que nos permite sentirnos identificadas y empatizar con quien relata sus vivencias.

Los testimonios son clave tanto para quienes escuchan como para las propias mujeres que lo relatan. Dar testimonio puede resultar sanador cuando este es contado y expresado en un entorno que otorga credibilidad y reconocimiento a su relato, por poner en valor sus estrategias de afrontamiento y por considerarlas sujetas activas protagonistas de su realidad.

Organizaciones feministas en todo el mundo, como Actoras de Cambio de Guatemala, y Ruta Pacifica de las Mujeres de Colombia, entre otras, desde sus experiencias nos han enseñado que romper el silencio y dar credibilidad a los testimonios de las mujeres son actos políticos de justicia y reparación.

Tenemos que emprender el camino hacia una memoria colectiva que escuche los testimonios individuales y colectivos de las mujeres víctimas y sobrevivientes de violencias machistas y colectivice su dolor reconociendo los hechos. Como se plantea en el proceso de construcción del informe La verdad de las mujeres, “la memoria, en su dimensión colectiva, hace que la narración sea puente entre una experiencia íntima de dolor y un daño colectivo que debe ser reconocido en una nueva memoria compartida”.

Construir memoria para avanzar en el derecho a la reparación

Con María Naredo hemos entendido que el derecho a la reparación para las mujeres que han sido víctimas y sobrevivientes de violencias machistas es un derecho fundamental para reivindicar y garantizar, no solo en la indemnización, sino también en la restitución, satisfacción y, por supuesto, en las garantías de no repetición.

 

La indemnización hace referencia a la compensación económica por daños y perjuicios sufridos, la restitución y rehabilitación, supone devolver a la víctima a la situación anterior a la agresión sufrida así como las medidas para garantizar su completa recuperación de todos los impactos (físico, psíquico, social…) que han tenido los hechos violentos. La satisfacción es el elemento que recoge todo lo relativo a la difusión de la verdad, dando legitimidad y credibilidad a las propias víctimas, a sus testimonios y que estas sean reconocidas en el ámbito público y social. El elemento de garantías de no repetición expone que el Estado debe asegurar que la agresión no se vuelva a repetir.

Recoger y difundir testimonios de las mujeres víctimas y sobrevivientes en la memoria social contribuye a la reparación en cuanto que reconoce los hechos narrados, los recoge en su historia dándole valor y credibilidad y reconociéndolas públicamente. Incorporarlo en la memoria significa poder construir discursos que rechazan los hechos violentos, posicionarse ante ellos, en definitiva, expresar que no debieron ocurrir y que debemos abordar los cambios necesarios para que no se repitan, ni con ellas ni con ninguna otra mujer.

Nuestro granito de arena: un espacio virtual de memoria simbólica

Mugarik Gabe iniciamos el trabajo sobre memoria mediante una investigación con enfoque feminista donde recogimos historias de vida de mujeres valientes que nos narraron las violencias a las que fueron sometidas y cómo las enfrentaron. Queríamos que sus relatos quedaran inscritos en la memoria social, interpelar a la ciudadanía, y para ello hemos ocupado la calle con sus testimonios mediante una iniciativa artística que mueve las emociones. Con el propósito de aportar a la construcción de esta memoria social colectiva, recogemos diferentes iniciativas de memoria de mujeres víctimas y sobrevivientes en un espacio virtual5, que pretende erigirse como espacio de la memoria de estas mujeres. Nuestro aporte es recoger experiencias y buenas prácticas para darles visibilidad y calor a todas aquellas mujeres y colectivos que trabajan para que esto no se olvide, para que se conozca y reconozca, para que esto no vuelva a suceder y para que estos aprendizajes y experiencias nos impulsen a transformar la sociedad.

Una de las experiencias que recogemos en este espacio virtual es la exposición ‘Ser mujeres en la ESMA, testimonios para volver a mirar’, que muestra de manera específica las violencias que ejercían contra las mujeres por el hecho de serlo, visibilizando así la violencia sistemática ejercida contra ellas. Esta exposición se realizó en la Escuela de Mecánica Armada (ESMA), antiguo centro clandestino de detención, tortura y exterminio durante la dictadura argentina, convertido en Museo de la Memoria en la actualidad. La iniciativa recoge los testimonios de las mujeres sobre las violencias vividas, que en muchos casos habían sido silenciadas y destacan iniciativas individuales y colectivas de cuidado y formas de transgresión de las normas.

El documental Volar, dirigido por Bertha Gaztelumendi y producido por Emakunde, es otra de las iniciativas recogidas en la web. Nueve mujeres que han enfrentado violencias machistas pasan un fin de semana en el campo donde comparten lo vivido y cómo lo han enfrentado. Son mujeres diversas en origen, profesión, lugar de residencia… rompiendo así con los tópicos y estereotipos de las víctimas. Sus protagonistas declaran públicamente que han sido víctimas de violencia de género queriendo romper también con el estigma social.

Estas son solo dos de las muchas iniciativas que se recogen en la web y esperamos que, entre todas, podamos ir completando para hacer de este espacio un lugar de memoria y avanzar en la reparación.

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