Por Dixie Edith
A pocos meses de las elecciones generales en Cuba para designar los escaños en el Parlamento, el número de mujeres en esos espacios ha crecido alrededor del 14 por ciento, desde la primera legislatura de la época revolucionaria, en 1976.
Ese proceso eleccionario, fijado para el primer trimestre de 2008, será el primero que tendrá lugar en Cuba desde que, hace un año, una intervención quirúrgica alejara de la presidencia a Fidel Castro. Datos de la Unión Interparlamentaria, con cierre del 31 de julio de este año, ubican a Cuba en el octavo lugar por países de acuerdo al número de mujeres en sus parlamentos, con 36 por ciento.
En la región latinoamericana, donde en promedio hay un 20 por ciento de mujeres parlamentarias, la isla ocupa el segundo puesto detrás de Costa Rica, que tiene 38,6 por ciento.
Sin embargo, las cifras cambian cuando se trata de las estructuras del Poder Popular, más cercanas a la base en la isla; y también cuando se trata de puestos de dirección directamente vinculados a la economía.
En las elecciones parciales de 2005, para proponer y elegir a quienes dirigen las circunscripciones –representantes del gobierno en barrios y comunidades–, un 28,19 por ciento resultaron mujeres.
En general, las que ocupan puestos de dirección suman sólo 37,4 por ciento, a pesar de ser femenina la mayor parte de la fuerza profesional y técnica ocupada en el país (65,9 por ciento) y también la más calificada: ellas representan más del 67 por ciento del total de graduados universitarios.
Camino con vallas
Especialistas en el tema, fundamentalmente fuera de Cuba, citan tres premisas primordiales como base para el acceso de las mujeres a los puestos de toma de decisiones: oportunidad de empleo, posibilidades de superación y calificación y atención a su salud reproductiva.
Paradójicamente, en la isla el 46 por ciento de los ocupados en el sector estatal civil son mujeres y ellas encabezan también la fuerza altamente calificada.
Las tasas de fecundidad y mortalidad infantil y materna, junto a la opción del aborto legal y gratuito, tampoco dejan muchas dudas acerca de sus derechos y posibilidades en materia de salud sexual y reproductiva.
¿Qué pasa entonces con el acceso al poder?
María de las Nieves Blanco, maestra de quinto grado y vecina del capitalino municipio de Arroyo Naranjo, lleva una década de su vida negándose a aceptar cargos directivos.
En la escuela primaria donde trabaja, desde 2003 le han propuesto, curso tras curso, asumir la subdirección docente.
Ahora, a las puertas de la asamblea de nominación de candidatos para las elecciones del Poder Popular en los barios y comunidades, varios vecinos se le han acercado para proponerla como futura delegada (representante).
“Siempre he dicho que no, porque tengo tres hijos pequeños; me ocupo sola de casi todas las tareas domésticas, pues mi esposo maneja una rastra (camión de carga) y pasa mucho tiempo fuera de casa; y no creo que pueda compartir toda esa carga con una tarea de dirección”, contó Blanco a SEMlac.
“Además, al menos tres veces a la semana tengo que visitar a mi mamá, que vive sola y ya tiene los achaques propios de los 73 años”.
Un sondeo realizado por SEMlac entre medio centenar de hombres y mujeres escogidos al azar aportó razones que coinciden con las de Blanco.
El 92,2 por ciento de las personas entrevistadas señaló, como principal limitante, que las mujeres están sobrecargadas por el trabajo doméstico y el cuidado de los hijos.
Por su parte, 6,7 por ciento de las 25 mujeres que formaron parte del sondeo alegó que esposos e hijos no aprueban que asuman tareas al margen del hogar.
Un estudio realizado a fines del siglo XX por la psicóloga Mayda Álvarez, directora del Centro de Estudios de la Mujer, de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), y la también investigadora Perla Popowski, indicó argumentos similares como freno fundamental de las mujeres para acceder a puesto directivos.
La investigación citó a la maternidad y el cuidado de niños pequeños, y la existencia de una insuficiente valoración de las capacidades femeninas para dirigir.
Tales conclusiones no están desencaminadas. Según una investigación sobre el uso del tiempo de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), adscrita al Ministerio de Economía y Planificación, el mayor peso de las cargas domésticas en Cuba continúa recayendo sobre las mujeres.
Según esa exploración, los hombres dedican más horas que las mujeres al trabajo remunerado. Cuando se añaden las labores domésticas, sin embargo, ellas trabajan unas 120 horas promedio, por cada cien que laboran sus congéneres del sexo masculino.
Las estadísticas muestran, además, una tendencia hacia la jefatura femenina en los hogares cubanos. Si en el Censo de Población de 1981 las mujeres eran el 14 por ciento de los jefes de hogar, en 2002 ya alcanzaban el 40,6.
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