Cuando el orgasmo no llega

Historias personales casi increíbles, desconocimiento de la sexualidad y del cuerpo propios, poca iniciativa y sensibilidad de la pareja, resistencia a hablar del asunto o acudir a un especialista rodean el  tema de la anorgasmia, que constituye un tabú para muchas mujeres.

Lo más interesante y hasta contradictorio es que lo callan desde las más adultas —tal vez por los prejuicios y porque les inculcaron que esas intimidades no se ventilan con nadie—, las que rondan los cuarenta y hasta algunas muchachas muy jóvenes.

Hilda López, una profesional de 41 años, parece ser una mujer de éxito. Le va bien en su trabajo, se le ve con su esposo, el padre de sus dos hijos adolescentes. Sin embargo, llora por las noches, luego de fingir que el sexo con su marido ha sido bueno.

No le gusta hablar del asunto, pero sabe qué le pasa y oír hablar de anorgasmia hace que un frío le recorra la espalda. La literatura médica la describe como “alteración en la fase del orgasmo, donde la mujer no llega al clímax, la fase de meseta se alarga y de ahí pasa directamente a la fase de resolución, que suele ser lenta, larga e incluso molesta”.

Un taller sobre el tema, exclusivamente para mujeres, realizado en el Centro de Reflexión y Diálogo Cristiano, institución situada en la ciudad de Cárdenas, 150 kilómetros al este de La Habana, reveló que el asunto es más frecuente de lo que se cree, sin importar la edad.

El reverendo Raimundo García Franco, quien impartió el taller a una veintena de mujeres, señaló que la inquietud por desarrollar ese encuentro surgió  a partir de conversaciones con personas de todas las edades, con diferentes grados de formación, algunas de ellas con muchos años de casadas con universitarios, incluso con médicos.

García ha estudiado por años este asunto, motivado por los intercambios con las más diversas mujeres. En su libro «Porque es fuerte el Amor como la Muerte», enumera cinco tipos de anorgasmias.

Estas son: primaria: la mujer nunca ha tenido un orgasmo (se estima 10 por ciento de las mujeres); secundaria: alguien que ha llegado a experimentarlos, deja de tenerlos o se le dificultan; situacional: el orgasmo no se produce en determinadas circunstancias (autoplacer o en dependencia de la pareja sexual).

Existe un cuarto grupo que no alcanza el clímax durante el coito, pero sí de otra forma, y, por último, el fortuito: cuando llega de forma infrecuente.

Según dijo García a SEMlac, internacionalmente se calcula que entre 35 y 65 por ciento de las mujeres han sufrido temporalmente este padecimiento y una cifra cercana a 10 por ciento no lo ha experimentado nunca.

La anorgasmia puede estar asociada a innumerables circunstancias, que van desde el empeoramiento de la situación con el compañero o las pocas habilidades masculinas para excitar a la mujer, hasta el estrés mantenido o las depresiones.

Para García, en esta situación pudiera estar incidiendo también la falta de privacidad en la que viven algunas personas, lo que no les permite explorarse y tener relaciones sexuales plenas, y a veces ni siquiera un espacio íntimo para realizar una terapia.

La anorgasmia puede estar relacionada, asimismo, con el consumo de algunos fármacos y con las drogas, que producen una afectación significativa en la respuesta sexual.

 

En la oscuridad

El conocimiento y el tratamiento del tema han ido cambiando con los años. Antes de la década del setenta, a quienes padecían estos trastornos se les llamaba frígidas. En la actualidad esa expresión, con matices despectivos, se utiliza para referirse a aquellas mujeres —consideradas raras– que no tienen apetito sexual alguno, no sienten en lo absoluto deseos sexuales ni logran ninguna excitación.

A juicio del reverendo García, lo más traumático es el temor de las personas  a abrirse con su pareja, un personal especializado o un grupo, lo que obstaculiza el camino a la solución.

“El problema en sí no es tan difícil de resolver, pero detrás hay prejuicios e ignorancia. Para la solución tiene que haber una apertura, una información,  pues en los encuentros —privados—, uno se percata de que las personas desconocen aspectos elementales, incluso referidos a sus genitales”, explica García.

La enfermera Olga Pérez, del servicio de ginecología del policlínico Plaza de la Revolución, lleva más de 30 años en la atención primaria de salud y recuerda bien que hace cerca de una década existía una consulta especializada en disfunciones sexuales.

“A las mujeres —y también a los hombres— les cuesta mucho compartir ese tipo de problema, es como si se sintieran incompletos, hasta cierto punto desahuciados; sufren mucho y, cuando finalmente se deciden, conversan sobre esos padecimientos con psicólogos o psiquiatras. No hay una forma única de tratamiento, todo depende del estudio individual del caso”, comentó a SEMlac.

En su artículo “Acople sexual”, la periodista cubana Aloyma Ravelo, quien frecuentemente aborda  temas sobre sexualidad, sostiene: “me inquieto al pensar en la tragedia que viven otras, muchas mujeres cuyos padres no les ofrecieron las herramientas necesarias para conocer su cuerpo y las elementales nociones de educación sexual, ni ellas mismas, ya en la adultez, tampoco se han ocupado de este importante aprendizaje”.

Al respecto, advierte que cuando no se logra el orgasmo por una misma y la colaboración de la pareja, es necesario buscar asesoría para adquirir destrezas y habilidades, seguridad en una misma y en la pareja, y otros aprendizajes.

Maricela López, de 39 años, hoy respira aliviada y se lo agradece a que alguien la convenció de consultar a un experto. Sus recomendaciones le abrieron los ojos y le dieron una oportunidad de disfrute.

“Hoy me sumerjo en el autoplacer, me hicieron comprender que no había nada malo en ello, que la penetración no es la fórmula absoluta. Encontré mi manera, para eso tuve que romper mis largos años de sollozos y la incomprensión del que era mi esposo y de otras parejas que vinieron después”, confiesa a SEMlac.

 

No todo es como en las películas

Para algunas personas, el cine y la televisión, donde se repiten increíbles escenas de relaciones sexuales, llenas de energía y pasión, se convierten en un patrón de lo que se supone debe acontecer al interior de la propia  alcoba y en la cama.

Sin embargo, la vida y la ciencia le aportan matices al tema. El estudio “Factores asociados con la aparición de disfunciones sexuales en una población femenina”, realizado en La Habana a finales de los 90, publicado en la Revista Cubana de Medicina General Integral, mostraba una realidad muchas veces escondida.

La muestra, de 48 mujeres mayores de 15 años, 24 de ellas con trastornos sexuales, arrojó que las disfunciones más frecuentes eran el deseo sexual inhibido y la anorgasmia, sobre todo en las edades más avanzadas.

De acuerdo con el estudio, la presencia de estos trastornos en las mujeres maduras estaban motivadas por la influencia que sobre la sexualidad tienen las vivencias negativas relacionadas con el período menopáusico, la sobrecarga de roles en la familia y la desinformación sexual de muchas de ellas.

La investigación sacó a la luz que la ingestión de fármacos, ausencia de salud física, poco deseo sexual, comunicación deficiente de pareja y no recibir educación sexual son factores de riesgo que están fuertemente asociados con la aparición de disfunciones sexuales.

Ante esos hallazgos, el colectivo de autores integrado por psicólogos y médicos generales recomendó realizar intervenciones educativas participativas sobre sexualidad dirigidas a los adultos, y estabilizar el funcionamiento de las consultas multidisciplinarias de terapia y orientación sexual en las áreas de salud.

Julio 2010

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

dieciocho − 8 =