Superar los estigmas y mitos sobre la sexualidad de las personas en situación de discapacidad, que se convierten en un modo de vulnerar sus derechos, es un camino que transita por la educación integral de la sexualidad (EIS) y las herramientas que tengan para ello las familias, la escuela y especialistas a cargo de su atención.
En ello coincidieron foristas de un espacio virtual de reflexión promovido por el canal de Telegram AcompaSex, que el 4 de noviembre puso a debate la “Sexualidad en personas con discapacidad, las limitaciones de la mente, no de las personas”.
Lucía García Ajete, de la Sociedad Cubana de Estudios Multidisciplinarios de la Sexualidad (Socumes) y moderadora del intercambio, se refirió al modo en que mitos como el del eterno niño, concepción errónea generada por la sobreprotección familiar, lastran el derecho de las personas con alguna discapacidad a crear su propia familia.
“Aún existen quienes plantean que las personas con discapacidades no podemos formar familia, que debemos vivir bajo la guarda de alguien que nos represente y mucho menos se nos está permitido abordar todo lo relacionado con derechos sexuales y reproductivos”, respaldaba Denis Alex Pérez, quien defendió la necesidad de incorporar a las clases de educación sexual un capítulo sobre sexualidad y discapacidad.
“Muchas veces se reduce a las personas a su condición física, sin tener en cuenta que es solo un determinante o una condición más de su existir, y no su existir en sí mismo”, remarcaba la forista Carla PS.
¿Qué hace diferente la sexualidad de una persona con alguna discapacidad?, cuestionaba la usuaria Joviana, quien recibió respuestas que ratificaron que las necesidades y sentimientos son los mismos, aunque se actúa frente a ellas de manera diferente.
Al adolescente sin discapacidad le explican sobre las infecciones de trasmisión sexual, el embarazo y los métodos anticonceptivos, ejemplificaba Denis Alex Pérez. Sin embargo, a uno con discapacidad le construyen un mundo de ensueños que puede tener consecuencias nefastas, añadió.
“La educación sexual empieza en la familia, cuando te enseñan tu cuerpo, el del otro, higiene, amor, erotismo y te explican”, apuntó García Ajete y agregó que no siempre se sabe cómo hacer esto ante personas con discapacidad visual, auditiva, con autismo u otras.
“Yo creo que lo diferente está en nuestra mirada de ver y educar; todos tenemos y pasamos por las mismas etapas del desarrollo de la sexualidad, pero a veces en las personas con discapacidad no se ve hasta la adolescencia, que comienza la masturbación, la inquietud y los cambios”, sostuvo.
El complejo, la inseguridad y la falta de autoestima son algunas de las secuelas que deja en las personas con discapacidad el no haber recibido la orientación necesaria en torno a estos temas, consideró el participante Daniel González, quien también evaluó como negativa la educación que se basada en valorar y enseñar diferente a niñas y niños.
Denis Alex Pérez apuntó que esas carencias se complican más cuando se trata de una persona que, además de presentar una discapacidad, tiene una orientación sexual o identidad de género diferente a la hegemónica. “Pienso que todas las personas deberíamos recibir la misma educación sexual, independiente de que tengamos o no alguna discapacidad”, enfatizó.
Al respecto, Carla PS remarcó que se trata de un derecho humano inalienable y que la educación integral de la sexualidad debe ser fomentada desde una mirada positiva y respetuosa, para todas las personas, sin ningún tipo de excepción.
En el intercambio se insistió en la importancia de iniciar la educación sexual desde la familia, a edades tempranas, de la forma más constructiva y didáctica posible, y tomando en cuenta el momento del desarrollo físico y cognitivo, así como la discapacidad de cada individuo.
No obstante, García Ajete alertó sobre la necesidad de preparar a los integrantes de este núcleo social con recursos y contenidos para que sean capaces de adaptar el conocimiento.
Explicó que a veces no se les permite tocarse y ese puede ser un recurso importante, en especial si es un niño o una niña con problemas en la visión. “Hay que describir, hay que buscar todos los recursos, hay que adaptar la orientación y la terapia”, subrayó.
Expuso como ejemplo que, en temas de salud sexual y reproductiva, es preciso tener una orientación específica para algunas personas, por la combinación de medicamentos, o por el tipo de discapacidad físico motora.
Asimismo, significó la relevancia del acompañamiento, pues los temas de sexualidad tienen que abordarlos la familia, el terapeuta, el médico de familia, la escuela y todos los que intervienen en el desarrollo de esos niños, niñas y adolescentes en formación.
Como temas importantes a trabajar en el hogar, García Ajete apuntó las características de la sexualidad en cada etapa de la vida y cómo transcurre en quienes tienen alguna discapacidad; la autoestima, el autoconocimiento y la autonomía, entre otros; además de las herramientas para educar, como el sistema braille, el lenguaje de señas, el uso de calendarios, pancartas y todo lo que pueda resultar útil.
“Existen, a mi juicio, muchas barreras desde el punto de vista educativo para las personas con discapacidad auditiva y visual”, señaló Denis Alex Pérez, quien añadió que hay libros geniales sobre sexualidad, pero las personas con discapacidad visual no pueden acceder a ellos, mientras que las informaciones dadas por la televisión acerca del asunto no cuentan con servicio de lenguaje de señas.
Sobre el particular, la moderadora dijo que en Cuba el tema se está incorporando en los Centros de Diagnóstico y Orientación y comentó que se han escrito textos en lenguaje facilitado, hay un libro hablado de sexualidad y próximamente saldrá otro para discapacidad intelectual.
La idea “no es preparar el camino para tus hijos, sino preparar a tus hijos para el camino. Que la familia y otros seres cercanos contribuyan a lograr que la persona no se sienta acomplejada por su discapacidad”, reflexionaba la participante Carmen María Arenas.
Esa valoración fue compartida por Olga Cecilia García, madre de un joven de 21 años portador de una parálisis cerebral, al cual ella ha estimulado integralmente y le ofreció una educación sexual acorde con su desarrollo.
“Mientras no exista la discapacidad para soñar, ninguna persona debe autolimitarse ni dejarse imponer barreras por tener un nivel de funcionamiento diferente. Los sueños son sueños en cualquier organismo”, concluyó Carla PS.