El maltrato infantil es un problema mundial, con graves consecuencias que se arrastran toda la vida. Resulta complejo y difícil de estudiar porque, en muchos casos, está naturalizado y quienes lo sufren a menudo no tienen herramientas para denunciarlo o enfrentarlo. ¿Cómo se manifiesta en Cuba? ¿Qué desafíos se presentan para su atención? Sobre esos y otros asuntos, SEMlac Cuba conversó con las psicólogas Ana María Cano, del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex); Roxanne Castellanos, del Centro de Orientación y Atención Psicológica (Coap) de la Facultad de Psicología, de la Universidad de La Habana y Beatriz Torres, del Centro de Estudios Demográficos (Cedem) de esa casa de altos estudios y presidenta de la Sociedad Cubana Multidisciplinaria para el estudio de la Sexualidad (Socumes).
¿Cuáles son las principales manifestaciones de la violencia hacia niños, niñas y adolescentes en Cuba?
Ana María Cano: El maltrato infantil debe atenderse de manera integral, tomando en consideración los aspectos médicos, psicológicos y sociales. En el contexto de la investigación en Cuba, podemos precisar algunos aspectos que resultan claves para la definición e identificación de esta forma de violencia.
El maltrato infantil no es un hecho aislado, es un proceso; se trata de acciones, omisiones o trato negligente ocasionales y/o habituales, que originen un daño real o potencial para la salud del menor, su supervivencia, desarrollo o dignidad, transgredan o le priven de los derechos y bienestar; amenacen y/o interfieran su integridad física, psicológica y social y atenten contra su desarrollo en todos los ámbitos.
Los maltratadores pueden ser personas que posean con una relación afectiva con un infante, instituciones o la propia sociedad; en el contexto de una relación de responsabilidad-dependencia, confianza o poder. Existe la posibilidad de que coexistan varias formas de maltrato, entre las que se encuentran: malos tratos físicos y emocionales, abuso sexual, descuido o negligencia o explotación comercial o de otro tipo.
Es necesario añadir que, si bien toda forma de maltrato tiene un impacto en la integridad psicológica, en menor o mayor grado, es necesario tomar en cuenta las consecuencias que algunas de estas formas tienen para la salud sexual, particularmente, si el abuso sexual se tipifica como una forma grave de maltrato infantil y una vulneración de los derechos sexuales de niñas, niños y adolescentes.
La literatura revisada de autores cubanos coincide en considerar el abuso sexual como una forma de maltrato infantil en la que no todos los casos son denunciados, por lo que existe un subregistro que dificulta conocer la magnitud del problema. De los casos denunciados, se reconoce que durante el proceso de atención para el esclarecimiento de los hechos, niños, niñas y adolescentes sufren diversos grados de victimización.
La integridad sexual de las víctimas emerge tímidamente en los discursos que definen el problema, pues se centran en la integridad física, psicológica y/o emocional, sin tomar en cuenta el impacto que estos hechos tienen en la salud sexual de los y las infantes.
Roxanne Castellanos: Si vamos a hablar de manifestaciones de la violencia dirigida a niños niñas y adolescentes en nuestra sociedad, yo creo que hay que pensar en dos formas de violencia: una que tiene que ver con la acción consciente y/o negligente que tiene que ver con maltrato físico, abuso sexual, negligencia parental y otras manifestaciones de este estilo, que si bien siempre ha estado en cifras muy reducidas hoy, al encontrarnos en un contexto socioeconómico adverso, se están incrementando.
Hay otra forma de violencia que es menos consciente y muchas veces no se tipifica como violencia, que tiene que ver con malos tratos dirigidos a la infancia, en la forma de relacionarnos con niños, niñas y adolescentes, de manera vertical, con abuso de poder de los adultos y que contempla como algo natural el hecho de disciplinarlos con el uso de castigos físicos. Tiene que ver con el hecho de no verlos como sujetos de derecho y no permitirles el ejercicio de estos derechos. Esta forma de violencia es muy frecuente en todas las esferas de la sociedad; no sólo restringida a la familia, sino también a los gremios profesionales que tratan con niños niñas y adolescentes y que, incluso, tienen el encargo de protegerlos
Beatriz Torres: La violencia infantil incluye las acciones y omisiones que originen un daño real o potencial para la salud de niñas, niños y adolescentes y obstaculicen su desarrollo o dignidad o le priven de sus derechos y bienestar. El maltrato infantil engendra, entre otros efectos, problemas de salud física y mental que duran de por vida, sin olvidar que sus consecuencias sociales y laborales pueden, a la larga, ralentizar el desarrollo económico y social de un país.
Con frecuencia, el maltrato infantil queda oculto. Solo una parte de quienes son víctimas de malos tratos en la infancia recibe en algún momento el apoyo de profesionales de la salud. Un niño, niña o adolescente que haya sufrido abusos tiene mayor probabilidad de abusar de otros cuando llega a la edad adulta, de tal modo que la violencia se transmite de una generación a otra. Es algo especialmente agravado en los casos de violencia sexual. Por ello es crucial interrumpir este ciclo de violencia.
¿Cuáles son las principales vías para atender el fenómeno?
AMC: Considero de gran relevancia trabajar la educación integral de la sexualidad desde las primeras edades, con énfasis en la protección, enseñando a nuestros niños y niñas a defenderse de cualquier agresión que reciban, incluso cuando sea de un familiar cercano; enseñarles a no guardar los secretos.
Hay que ofrecerles recursos para que no sientan temor, para que sientan que siempre van a encontrar una persona cercana que los podrá acompañar y entender. Empoderar a nuestros niños y niñas es clave para prevenir situaciones relacionadas con la violencia en todas sus expresiones. Todos los organismos e instituciones del Estado cubano deben hacer propuestas de programas y planes de acción que contribuyan a prevenir la violencia y a proteger a nuestras infancias.
RC: En cuanto a cómo atender estas manifestaciones de violencia, hay modos establecidos a través de las comisiones de prevención, la Fiscalía, la propia escuela, la comunidad, que tienen que ver sobre todo con la primera forma de violencia de la que hablaba. Se basan en la detección de estos hechos o en la recepción de denuncias. Estos mecanismos, sin embargo, en mi opinión, requieren mayor dinamismo y divulgación, sobre todo para lograr prevenir la violencia antes de que el daño sea mayor e incluso irreparable.
En relación con la segunda forma de violencia a la que aludía en la pregunta anterior, hay que lograr dar, como sociedad, un salto en cuanto a la manera de entender la infancia y la adolescencia, algo en lo que tenemos que trabajar de conjunto: desde la responsabilidad del gobierno, hasta cada uno de los hogares donde viven niños niñas y adolescentes, pasando por todas las instituciones que tienen encargos de proteger a este grupo poblacional.
BT: Es muy importante identificar mecanismos de atención temprana basados en información, sensibilización, capacitación para familias y redes de apoyo comunitarias; pero también establecer una ruta crítica para la atención especializada y/o la denuncia, teniendo en cuenta las características de cada caso. Para ello, como principios básicos, tener en cuenta el vínculo permanente entre familias y redes de apoyo comunitario; considerar siempre el interés superior del niño y la niña y mantener una vigilancia sistemática al ejercicio de sus derechos y a la no discriminación vinculada a las diferentes variables de la realidad social.
¿Y los principales retos?
AMC: La sociedad cubana tiene múltiples herramientas: la escuela, la familia, la comunidad, los servicios de salud, los centros culturales, los deportivos y demás instituciones que trabajan con la Infancia.
Hay que trabajar con mayor fuerza en programas de prevención en espacios escolares y comunitarios, en empoderar a nuestra infancia y adolescencia para que sean protagonistas y facilitadoras de esta labor, pues podremos lograr mejores resultados cuando el trabajo se realiza por iguales, que tienen las mismas vivencias, comparten situaciones similares y son creativos en sus propuestas.
RC: Creo que el principal desafío, más allá de todo lo que he hablado hasta aquí de la preparación que como sociedad debemos lograr, está en el empoderamiento de niños, niñas y adolescentes para que puedan ejercitar sus derechos y reclamar ante su vulneración. Es imprescindible capacitarles desde las primeras edades y, para lograrlo, es necesario que la escuela y el sistema educacional jueguen un rol fundamental.
Hoy contamos con una nueva institución que se deriva del Código de las Familias, que es la Defensoría, que canalizará las denuncias de vulneración de derechos y formas de violencia de todo tipo, dirigidas a niños, niñas y adolescentes, incluso a través de la denuncia de ellos mismos. Pero para que los nuevos marcos legislativos y estas nuevas formas de protección sirvan, es preciso que sean conocidos por la población infantil y adolescente, que sepan usarlos. Los medios de comunicación son fundamentales en esto.
También es un reto trabajar en un sistema de protección y en una ley de protección de la infancia y la adolescencia, que esté especialmente dirigida a ellos.
BT: Un reto muy importante es construir un protocolo de atención. Desde Socumes, en alianza con el Cenesex y otras instituciones que abordan el tema de la prevención del maltrato y el abuso sexual infantil, estamos construyendo un consenso, en particular sobre el abuso sexual en esas edades, que lleve acompañado un protocolo de actuación. Pero también se deben diseñar programas de sensibilización y capacitación dirigidos a las familias, las escuelas y otros actores sociales y una guía práctica para la atención a la salud integral de familiares y víctimas.