El presente análisis se ajusta a la concepción de emprendimientos femeninos, como aquellas actividades comerciales o de servicio que realizan las mujeres. Estos emprendimientos se posicionan como alternativa para cuestionar roles de género asignados y desarrollados al interior de las dinámicas familiares y comunitarias. Mediante estas inciativas, las mujeres buscan generar o incrementar su ingreso a través de pequeños negocios, desempeñándose como fabricantes o distribuidoras de bienes.
La participación de las mujeres en proyectos de emprendimiento ha crecido en los últimos años y se visualiza una ruptura con los roles de género asignados, producidos y reproducidos históricamente, vinculados al cuidado, atención de la familia y al trabajo doméstico. Históricamente, las mujeres han sido socializadas para el conformismo, el no emprendimiento, la dependencia económica y afectiva, la satisfacción de deseos ajenos. Todas estas configuraciones simbólicas, que muchas veces se convierten en manifestaciones de violencia, han incidido en la confianza que ellas mismas tienen y en las seguridades y disposición personal que se requiere a la hora de emprender cualquier cambio.
Muchos emprendimientos privados de mujeres, además de los cambios que significan en lo personal, económico, etcétera, también cuentan historias de superación de muchas violencias y microviolencias, particularmente de orden psicológico y simbólico.
Entre ellas, se pueden citar los obstáculos múltiples que imponen no pocas parejas o familias cuando el emprendimiento cambia las dinámicas familiares o resta tiempo para que estas mujeres sigan asumiendo cargas domésticas que hasta el momento de comenzar sus negocios habían sido depositadas en sus hombres, sin ningún cuestionamiento.
En otros casos, ha habido manifestaciones de violencia psicológica y celos desmedidos por parte de novios o esposos, cuando los emprendimientos implican altos niveles de socialización, y ocurre también violencia económica, cuando parejas u otros familiares disponen de las ganancias de manera indiscriminada e inconsulta.
El valor de la persistencia
Las características de los emprendimientos de mujeres han estado cambiando de acuerdo con las condiciones globales y sociales. Por ejemplo, en estos tiempos de crisis económica, social, política, ideológica y epidemiológica, han tenido que reinventarse las alternativas para sostener la economía familiar y, en este escenario tan complejo, las inciativas puestas en práctica por mujeres han jugado un papel importante, al margen de todas las brechas de género alrededor del tema.
Pero ello ha sucedido a pesar de no pocos obstáculos. Existen barreras, como la falta de apoyo del entorno social (amistades, familiares), o la manera en que los medios de comunicación abordan este asunto desde miradas sesgadas, naturalizando roles sexistas y privilegiando para sus reportes, en no pocas ocasiones, a emprendedoras que se corresponden con derminado patrón estético (jóvenes, blancas, etc.). Estas trabas muchas veces desmotivan e influyen en la autopercepción que ellas mismas tienen con respecto a su capacidad de iniciativa, liderazgo y autoesima laboral; una consencuencia de la manera en que suelen operar las violencias simbólicas.
La conciliación laboral y familiar es un reto añadido para muchas mujeres y, en ese sentido, ellas pasan mucho trabajo para encontrar vías de afrontamiento adecuadas, que redunden en el equilibrio óptimo entre trabajo-vida personal- vida familiar deseada, equilibrio que debe de estar adaptado a la realidad y el momento de cada mujer emprendedora.
El tradicional modelo empresarial –impuesto desde prácticas patriarcales- es otro aspecto a tener en cuenta porque, como referente, propicia un ocultamiento de la diversidad de estilos directivos y liderazgos, así como de las diferentes maneras de llevar a cabo la acción comercial, que no ha estado históricamente pensada para las mujeres. De esta manera, muchas de ellas no se sienten representadas ni identificadas con esos modelos, habitualmente naturalizados y reproducidos desde los medios de comunicación.
La perpetuación de estos estereotipos en los medios de comunicación incide, también, en la escasa visibilización del emprendimiento liderado por las mujeres, especialmente de aquellas que muestran nuevas formas de hacer y dirigir. El modelo de emprendimiento predominantemente masculino provoca que muchas emprendedoras carezcan de referentes femeninos de gestión que les sirvan como motivación y modelos de un éxito socialmente sostenible.
Todos estos aspectos limitan la autopercepción de las mujeres como empresarias y pueden mellar su autoconfianza a la hora de tomar sus propias decisiones. Una emprendedora entrevistada con fines investigativos, de 24 años, con habilidades y exclusiva creatividad para las manualidades, se planteó, teniendo en cuenta las limitantes antes mencionadas, las siguientes interrogantes antes de iniciar su negocio: ¿qué necesito, cómo me pueden apoyar, qué me pueden proponer que haga?
Las respuestas a esas preguntas, a nivel individual, fueron: “Debo primero atender mis necesidades, adoptar una visión estratégica a largo plazo, planificar y cumplir objetivos, autodisciplinarme, salir del aislamiento e introducirme en nuevas redes, saber qué necesito para mí empresa, qué apoyos, debo encontrar mi punto óptimo para satisfacer mi vida profesional y familiar, sentir que tengo derecho a ganar dinero, desarrollar esa cultura financiera, informarme para poder elegir, vencer el miedo a ser mi propia comercial, afrontar la negociación y las objeciones”. Así lo hizo.
Más adelante refirió que “comenzó preparándose en aspectos vinculados a la economía innovadora, sustentable; ganó cultura sobre algunas altenativas de emprendimiento, empezó a postear algunos de sus productos (aretes de producción artesal con hilos de coser) en Instagram y Facebook y fue así que llegó al proyecto de mujeres emprendedoras afrodescendientes. “Actualmente vendo mis productos en sus redes comerciales”, precisó. Pero no es la única forma de venta que emplea.
A modo de conclusión
Los emprendimientos constituyen una nueva forma de innovación de negocios desde lo económico; no obstante, recientemente han atravesado fronteras para llegar a comprenderse desde una perspectiva de género y derechos, como nuevas formas de interacción y relación social de las mujeres en el mundo económico, desde enfoques de sostenibilidad y sustentabilidad. Ello les genera cambios importantes como grupo social y para la comunidad en que se desarrollan.
Las vivencias de la joven entrevistada evidencian que cuando las mujeres realizan procesos de emprendimiento y trabajan aspectos como la capacidad de iniciativa, el liderazgo, la autoestima laboral, logran confiar más en su propio criterio para tomar decisiones y, sobre todo, en sus competencias para emprender cualquier proyecto.
En el caso de los emprendimientos femeninos, las prácticas con perspectiva de género contribuyen a generar un ecosistema empresarial más integrador, contribuyen a identificar y eludir manifestaciones de violencia simbólica; ponen en valor el trabajo propio, lo que, a su vez, constituye un impulso a la puesta en marcha de otras mujeres.
Es recomendable incrementar acciones cotidianas formativas, campañas que ayuden a un emprendimiento en igualdad.