¿A dónde dirigirse a denunciar un caso de violencia? ¿Son efectivos los mecanismos que existen? Si en la primera parte de este trabajo valorábamos como un avance que estudiantes de la Universidad de La Habana, de diversos perfiles profesionales, género, edad, color de piel y afiliación religiosa, lograran asociar el concepto de violencia basada en género con actitudes violentas hacia las mujeres o hacia personas con orientaciones sexuales no heteronormativas, las respuestas a estas otras interrogantes ya no son tan claras.

La encuesta a 107 estudiantes de las facultades de Economía, Física, Turismo y Sociología de la casa de altos estudios capitalina reveló que 60,6 por ciento no tenía conocimiento de espacios o servicios disponibles para atender la violencia de género; mientras que 26 por ciento tiene alguna información, pero no sabe cómo acceder a ellos y solo 13,5 por ciento aseguró tener conocimiento y las vías de acceso para pedir ayuda u orientación.

Similar distribución porcentual se apreció al preguntar si conocían la ruta crítica para denunciar actos de violencia basada en género. Un 64,4 por ciento dijo no tener estos conocimientos frente a 35,6 por ciento que sí conocía los mecanismos. En relación a cómo apoyar a las víctimas, 59 por ciento de la muestra declaró no saber y 41 por ciento aseveró estar en condiciones de apoyar a alguien que ha recibido este tipo de maltrato.

Apenas 1,9 por ciento dijo estar totalmente consciente de la existencia de legislación y políticas relativas a la violencia de género; en tanto, 7,6 por ciento declaró estar consciente; 38,1 por ciento, moderadamente consciente; 40 por ciento, poco consciente y 12,4 por ciento, nada consciente. Estas respuestas coinciden también con la opinión del estudiantado acerca de la confiabilidad que les brindan las instituciones y autoridades encargadas de prevenir y atender la violencia de género. Apenas 10,6 por ciento de la muestra las declaró confiables; 38,5 por ciento, moderadamente confiables; y 14,4 por ciento, poco confiables, lo cual debe colocar las alertas en función de perfeccionar los mecanismos ya existentes para prevenir y atender estos particulares.

En cuanto a la efectividad de los mecanismos ya existentes en el país, las respuestas se concentraron en moderadamente efectivos, con 30,4 por ciento y poco efectivos, con 42,2 por ciento. Solo 4,9 por ciento los reconoció efectivos.

Una nota positiva, sin embargo, es que cerca de las tres cuartas partes de las personas entrevistadas estimó muy importante denunciar estas manifestaciones de violencia (72,4%), resaltando el papel proactivo que deben tener las víctimas y la importancia de que comprendan el valor de pedir ayuda.

Igualmente, un alto 80 por ciento reconoció el valor de la educación y formación para prevenir la violencia de género.

En relación con las posturas que asumirían ante manifestaciones de violencia, las personas

entrevistadas, en su mayoría, identificaron pedir ayuda a vecinos, familiares o a autoridades (56,7%), interceder para frenar el acto violento (49%), la denuncia a la policía (49%) y, en menor medida, no saben qué hacer (18,3%), temen a las represalias (9,6%), no es asunto de ellos o ellas (5,8%) y prefieren no intervenir porque se considera un asunto privado (2,9%).

No sé qué debería hacer porque en realidad la policía no hace nada o no encuentra pruebas

suficientes; intentaría ayudar de alguna forma dependiendo de la situación pues hay personas

a las cuales se les intenta ayudar y vuelven a la misma situación en la que estaban o mal

agradecen la ayuda brindada.

 En relación con las acciones cotidianas que realizan relacionadas con prácticas asociadas a la violencia basada en género, 68,5 por ciento intercede a favor de amigas, colegas o cualquier persona que esté siendo objeto de acoso o burlas machistas; 49,4 por ciento actúa contra cualquier tipo de discriminación; 15,7 por ciento se abstiene de emitir juicios o actuar porque no le compete o teme a las consecuencias y 7,9 por ciento participa en campañas por la no violencia. Un 2,2 por ciento admitió que criticaba a personas no heterosexuales por su orientación sexual.

En cuanto a las relaciones de pareja, 93,2 por ciento planteó que ambos deben compartir las decisiones sobre los asuntos que competen a la relación; 75,3 por ciento declaró no tener celos ni actitudes posesivas y 95,7 por ciento afirmó que respetaba el espacio personal de su pareja.

Un problema social que cuesta identificar

Más del 66 por ciento de las muchachas y muchachos que respondieron la encuesta reconoce a la violencia basada en género como problema social en Cuba. Sin embargo, una cifra similar no la identifica como un problema en la Universidad, lo cual podría ser contradictorio, ya que, dentro de los escenarios identificados, el contexto escolar es de los más señalados y el bullying y acoso escolar son de las manifestaciones más reconocidas por los propios estudiantes. La mayoría (67,9%) sí admitió que resulta muy difícil comprender que se está viviendo en una situación de maltrato y 78,3 por ciento consideró que resulta muy difícil salir de ella.

Respecto a la violencia al interior de la pareja y el papel de las personas que están ante ella, 88,7 por ciento dijo no estar de acuerdo con la idea de que no deben inmiscuirse en la relación.

De mitos y estereotipos

Apenas 17,1 por ciento de la muestra consideró que la forma de vestir de las mujeres y andar solas en las noches provocan actitudes violentas en los hombres; mientras que 51,4 por ciento no estuvo de acuerdo con esa creencia. Aun así, resulta notable la justificación que dieron a esta pregunta, alegando que este pensamiento puede ser absurdo, pero está muy difundido en la sociedad y aunque se ha avanzado mucho todavía es común justificar las actitudes violentas con la vestimenta de las mujeres y con frecuentar sitios “peligrosos” solas, lo que coloca a las víctimas en el lugar de provocadoras, como puede apreciarse en algunas respuestas.

La vestimenta es personal de cada cual.

Es el mismo caso para los hombres.

Una mujer tiene el derecho de vestir a su gusto, pero no debe pecar de ingenua confiando en

que estamos en un mundo perfecto, donde no te pueden robar, violar o asesinar.

No debería andar sola a altas horas.

No hay nada de malo en vestir así.

Puede vestirse como quiera, lo peligroso es andar en la calle para cualquiera a altas horas de

la noche.

Es una cuestión que va más allá del «no debe», actualmente es una cuestión de seguridad.

Al indagar sobre si el piropo callejero constituye una agresión, 72,4 por ciento dijo que no es normal que esto ocurra en las calles y 10,5 por ciento dijo que sí es algo natural. La mayoría declaró estar en contra de esta normalización, pero las explicaciones a estas respuestas demuestran que justifican estos actos, al decir que depende del piropo y de la forma en que se haga. Una parte consideró, incluso, que es algo naturalizado en nuestra cultura, con lo que debemos convivir; aunque en algunas respuestas se deja claro que constituye una violación del espacio privado y de la tranquilidad.

No es correcto y en la sociedad cubana está altamente normalizado que una mujer sea

piropeada por los hombres en las calles; sin embargo, esto no hace más que incomodar y

avergonzar a las mujeres, invadiendo su espacio y su tranquilidad.

 

Depende del piropo, si es inocente y no es ofensivo, puede hasta ser agradable. Mientras sea

respetuoso y no pierda lo jocoso del piropo.

En relación con la decisión de abortar ante un embarazo no deseado, 79 por ciento estuvo a favor de que es correcto y 21 por ciento dijo que no lo es, un dato que no es menor y revela el avance de imaginarios vinculados a movimientos fundamentalistas y antiderechos. En ese sentido, es importante destacar que, aunque la mayoría de estas personas estuvo a favor de la opción de abortar, uno por ciento declaró que lo considera un asesinato.

Conocer lo que piensan, sienten y cómo actúan jóvenes estudiantes de la universidad resulta un pilar importante para el trazado de políticas que contribuyan a erradicar la violencia basada en género. La investigación, en general, constituye una muestra de que se debe seguir investigando esta problemática con muestras más abarcadoras, que revelen nuevas aristas. A la par, urge estructurar procesos de capacitación y sensibilización; divulgar las rutas críticas y mecanismos para la denuncia efectiva y garantizar que funcionen en todos los espacios.

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