Prevenir el maltrato en la niñez podría ser esencial para evitar, a largo plazo, la violencia contra las mujeres, concluye un informe de especialistas cubanas que acaba de difundir la oficina del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en la nación caribeña.
Los malos tratos a las mujeres por motivos de género tienen similares costos para los hijos y las hijas, que son también víctimas directas o indirectas, aseguran las sociólogas cubanas Clotilde Proveyer Cervantes y Magela Romero Almodóvar en el informe Interrelaciones entre violencias.
Pero, además, esos costos se acrecientan en las enormes posibilidades del aprendizaje de la violencia, advierten las autoras.
Al explorar los nexos que existen entre la violencia de género y la que se ejerce hacia niñas, niños y adolescentes, las expertas indican que, además de ocurrir frecuentemente en el propio hogar o familia y al mismo tiempo, ambos comportamientos se vinculan a desiguales relaciones de poder al interior de la familia, la exposición a la violencia desde temprana edad, las masculinidades nocivas y violentas y las desigualdades de género que el patriarcado condiciona.
Reiteran, además, que el aprendizaje de patrones violentos de comportamiento y relación propician el desarrollo de conductas sexistas, patriarcales y violentas.
“Está documentado a nivel internacional que la transmisión generacional de la violencia es frecuente en hogares donde la madre es víctima de la violencia de género y a su vez se convierte en la figura que más violencia ejerce hacia hijos e hijas, aunque las estadísticas evidencian que los maltratos más cruentos los ejercen los padres”, describe el documento.
De acuerdo con este análisis, si bien resultan incalculables los costos de la violencia de género para hijos e hijas, son aún más graves las secuelas que deja el aprendizaje de la violencia, “porque en ellas está la semilla para la reproducción, mediante una cadena sin fin, de conductas nocivas para la familia y la sociedad toda”, suscriben.
“Vivir en una dinámica violenta contribuye al aprendizaje de la ley del más fuerte, desaprende el uso de la razón y el diálogo para dirimir sus conflictos e, incluso, se entrena en la convivencia mediante el uso cotidiano de la fuerza bruta, al margen de cualquier autoridad legítima o se desarrollan personalidades frágiles con propensión al desequilibrio o la indefensión”, indica el texto.
Resultados de investigaciones citadas por las sociólogas apuntan a que variables asociadas al género en la violencia hacia la infancia confirman que las niñas son más vulnerables a la violencia psicológica o a la sexual, mientras que los niños lo son a la violencia física, tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo. Además, ellas tienen una mayor probabilidad de sufrir violencia psicológica por parte de sus padres y ellos es más probable que experimenten violencia física.
Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) señalan que, en 2016, hasta mil millones de niños y niñas de entre 2 y 17 años en todo el mundo fueron víctimas de abusos físicos, sexuales, emocionales o de abandono.
En tanto, otros reportes de estudios internacionales revelan que una cuarta parte de todos los adultos manifiestan haber sufrido maltratos físicos en la infancia, mientras una de cada cinco mujeres y uno de cada 13 hombres declaran haber sufrido abusos sexuales en esa etapa.
A la hora de esclarecer los vínculos entre ambos tipos de violencia, Proveyer y Almodóvar reiteran que la violencia contra las mujeres aumenta las posibilidades de violencia contra la infancia y la adolescencia. Alertan, también, que las experiencias de maltrato contra niños, niñas y adolescentes pueden incrementar la aceptación posterior de las relaciones violentas.
Las normas, estereotipos y dinámicas de género vigentes tienen, igualmente, un peso significativo, en particular las que “educan a los varones para ser físicamente `duros´ y estoicos desde el punto de vista emocional; mientras que las niñas deben ser frágiles, inferiores y/o subordinadas a los niños y a los hombres”.
Sin duda, la exposición continua y prolongada de niños y niñas a situaciones de violencia de género les marcará en su desarrollo, personalidad, comportamiento y valores en la edad adulta, alertan las sociólogas.
“Aprenden a entender el mundo y las relaciones de forma inadecuada, en tanto es en la familia donde se produce la socialización primaria, la más determinante para el desarrollo y la formación de modelos y roles”.
Las autoras del estudio concluyen que es tan fuerte la asociación entre estar expuesto a la violencia en la niñez y perpetrar o sufrir violencia en etapas posteriores de la vida, que les permite suponer que prevenir la violencia en la niñez podría ser esencial para prevenirla contra la mujer, a largo plazo.
Plantean que es necesario realizar intervenciones tempranas más integradas, capacitar a prestadores de servicios para abordar las múltiples formas de violencia y una mejor coordinación entre los servicios dirigidos a las mujeres y los dirigidos a niños, niñas y adolescentes.
También se pronuncian a favor de adoptar estrategias en los entornos escolares, implementar programas para padres, madres y personas cuidadoras, así como elaborar programas relacionados con la salud y el desarrollo de adolescentes.
Además, plantean que es necesaria una mayor coordinación entre quienes investigan la violencia contra la mujer y quienes se encargan de la que ocurre contra niños, niñas y adolescentes.
“La educación influye en la transmisión transgeneracional que une a mujeres y niñas en un ciclo de aprendizajes que las colocan en el lugar de víctimas”, subrayan.