La fuerte asociación de los roles de género con el trabajo de cuidados genera numerosas brechas en la vida de las mujeres, principales encargadas de realizarlo.
Ellas enfrentan desigualdades en términos de acceso, oportunidades económicas, educativas y sociales, que ponen en riesgo su autonomía, considera Yelene Palmero García, investigadora del Centro de Estudios de la Mujer e integrante de la Red Cubana de Estudios sobre Cuidados.
En conversación con SEMlac, la experta valoró que el abordaje de estas desigualdades solo será posible a partir del reconocimiento, la revalorización y la redistribución del trabajo de cuidados; pero, fundamentalmente, a partir de la justa representación de quienes lo llevan a cabo.
¿Cuáles brechas e inequidades se derivan de la desigual distribución del trabajo de cuidados?
Cuando hablamos de cuidados nos referimos a todas aquellas actividades que permitan regenerar la vida y el bienestar de las personas en la sociedad. Este es un trabajo que, al satisfacer las necesidades físicas, emocionales y sociales de las personas dependientes, implica una relación de interdependencia entre quien recibe los cuidados y quien los brinda. Es un trabajo que, pese a tener un alto valor para el desarrollo humano, el bienestar social y la calidad de vida de las personas, no ha sido suficientemente reconocido ni valorado su aporte económico y social.
En él participan una multiplicidad de actores y, al estar fuertemente asociado a roles de género, son primordialmente asignados y asumidos por los hogares y, a su interior, por las mujeres. Esto genera múltiples desigualdades en términos de acceso, oportunidades económicas, educativas, sociales… que ponen en detrimento la autonomía de ellas.
En Cuba podemos observar que, al tener las mujeres la responsabilidad casi exclusiva del trabajo de cuidados, tanto en el ámbito remunerado como en el no pagado, se produce una feminización de los cuidados.
Ello significa que las mujeres tienen mayores probabilidades de vivir en condiciones de vulnerabilidad en comparación con los hombres. Esta situación puede estar influenciada por una serie de factores pautados, principalmente, por relaciones asimétricas entre unos y otras.
Ello conlleva a que ellas tengan menor acceso a oportunidades de empleo, ingresos, así como en el ámbito social y educativo; las cuales también estarán marcadas por desigualdades territoriales, por color de la piel, situación conyugal, por la edad, entre otras.
¿En qué punto está Cuba en el camino de valorar y reconocer el trabajo de cuidados desde legislaciones y políticas públicas?
En los últimos años han sido aprobados nuevos documentos rectores de las políticas de desarrollo a nivel nacional. Estas normativas, programas, proyectos y servicios sociales permiten, de alguna manera, continuar desarrollando políticas que impulsan la igualdad de género y el avance de los derechos de las mujeres desde un enfoque de justicia social, y que van a poner en el centro de ellas al trabajo de cuidados desde un enfoque de derecho, de género y con responsabilidad social.
Entre estos documentos normativos podemos destacar, sobre todo, la Conceptualización del Modelo Económico Social Cubano de Desarrollo Socialista; las Bases del Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social; los Lineamientos de la política económica y la propia Constitución de la República de Cuba, aprobada en 2019.
También el Código de las Familias; el Decreto Presidencial Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres y la recientemente creada subcomisión del sistema de cuidados, perteneciente a la comisión gubernamental de Atención a la Dinámica Demográfica y el proyecto trabajo no remunerado; estas dos últimas comisiones y proyectos son llevados a cabo por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.
En estos últimos años, y sobre todo posterior a la etapa pandémica, los cuidados han pasado a ocupar el centro de los debates en los planes y políticas de desarrollo económico y social del país.
El énfasis en el abordaje de esta temática ha estado pautado por el acelerado envejecimiento de la población cubana, que impone desafíos a la demanda y provisión de servicios de cuidados, dado el amplio abanico de personas dependientes que los necesitan para su desarrollo y bienestar, quienes van a recargar el ámbito familiar, ante la poca o insuficiente infraestructura de servicios en el ámbito público.
También podemos encontrar otros aspectos sociodemográficos que pondrán en tensión el desarrollo económico y social del país, entre de ellos la crisis migratoria, tanto la interna como la externa, que es mayormente femenina y de población joven. O sea, las mayores proveedoras de cuidado emigran hacia otros países, lo que hace que las personas mayores o dependientes también queden en una situación realmente desfavorable.
De ahí se desprende que estos debates y la implementación de las políticas de cuidado tomen nuevos matices, orientados fundamentalmente a la corresponsabilidad social y de género ante el trabajo de cuidados.
¿Cómo abordar las brechas de género en los cuidados, desde la combinación de los sectores público, privado y las organizaciones sin fines de lucro?
El abordaje de estas desigualdades de género en torno al trabajo de cuidado solo será posible a partir del reconocimiento, la revalorización, la redistribución del trabajo de cuidado y, sobre todo, la justa representación de quienes ejercen este tipo de trabajo.
Todo ello debe estar bajo los principios de justicia, igualdad y corresponsabilidad social y de género. La clave, sobre todo, es entender que el cuidado es un derecho y, como tal, debe estar sustentado en la participación corresponsable de todos los actores económicos y sociales del país.