Sensibilizar a jóvenes y adolescentes para que reconozcan la violencia de género, sus causas,
consecuencias y posibilidades de prevención podría ser el camino para avanzar en el
afrontamiento a esta problemática desde edades tempranas. La llamada educación de pares se
alza como inapreciable herramienta para el cambio, según especialistas y jóvenes activistas. Hoy
comparten sus opiniones con No a la Violencia la doctora María Isabel Domínguez, investigadora
del Centro de Investigaciones Sicológicas y Sociales (CIPS); la socióloga Iyamira Hernández,
máster en Sexualidad e investigadora del Centro de Salud Mental del municipio de Playa
(CENSAM); y Adriana Castillo, estudiante de cuarto año de Periodismo y creadora del blog
Naranjearte, un espacio de sensibilización contra la violencia de género.
¿Cómo se manifiesta actualmente la violencia en los espacios juveniles? ¿Cuáles podrían
ser las señales de alarmas?
María Isabel Domínguez: Estudios sobre la juventud que venimos realizando en el CIPS apuntan
a que, en amplios sectores de esa generación, se está produciendo cierto estancamiento en la
construcción de una conciencia de género que acompañe los logros en materia de igualdad, de
acceso y de participación de la mujer en la vida social, y mantenga los esfuerzos por el logro de
una más plena igualdad. Y de esa situación se derivan las principales brechas, pues ayuda a la
naturalización de conductas que pueden llevar a manifestaciones de violencia.
Iyamira Hernández: El enamoramiento es una etapa mágica en la vida, sobre todo cuando ocurre
entre jóvenes y adolescentes; pero esta «magia» suele contribuir a que se reste importancia a
conflictos o diferencias importantes que se manifiestan en forma de celos, imposiciones, sutiles
chantajes que están en el origen de muchas manifestaciones de violencia machista.
Progresivamente, estas conductas van pasando, en no pocos casos, a acciones más severas y
persistentes, como comentarios burlones, bromas humillantes, con el argumento frecuente de que
«solo jugaba», pellizcos o manoteos. Luego se agravan y así se construye el ciclo de la violencia,
un círculo del que es muy difícil escapar. Ese escenario puede apreciarse en muchos colectivos de
adolescentes y jóvenes en Cuba y su prevención pasa por desmontar mitos, creencias y
estereotipos de lo que es ser hombre o mujer, y qué relaciones se establecen entre las parejas y al
interior de las familias.
Adriana Castillo: Todavía en los grupos de jóvenes se contraponen patrones de belleza y fuerza
entre muchachas y muchachos; ¿cuántas veces en las clases de educación física del
preuniversitario o la universidad se ve a los varones jugando y a ellas mirando? Esas separaciones
pueden conducir a relaciones desiguales que conllevan manifestaciones violentas. Lo peor es que,
muchas veces, pasan absolutamente inadvertidas. Al igual que los controles de los mensajes o
llamadas de los móviles de la pareja, o el cuestionamiento por parte del novio porque la muchacha
tiene un short o una saya muy corta. Eso se ve a diario, incluso, en una facultad como la de
Comunicación de la Universidad de La Habana, que se precia de liberal. Hemos aprendido que ese
es un escenario propicio para la violencia de género.
¿Qué acciones serían más eficaces para ayudar a promover un cambio?
MID: Uno de los principales retos a los que se enfrenta la sociedad cubana hoy, y uno de los
elementos que debe guiar su diseño de futuro, es cómo adecuar los cambios que se vienen produciendo en la sociedad, la economía, las dinámicas de población, con transformaciones en las
relaciones humanas, sobre todo en las parejas y las familias. Pasa con las relaciones de género,
pero también con las que se dan entre diferentes generaciones, vitales para la consolidación del
proyecto de desarrollo en una sociedad envejecida como la cubana y de las que se habla muy
poco. Igual, es básica la consolidación de la mujer como protagonista clave en las dinámicas
educativas, laborales y del ejercicio del poder a nivel de la sociedad y en las relaciones al interior
de las familias, que deberían ser cada vez más democráticas. Esos serían mecanismos efectivos
parar enfrentar y prevenir la violencia de género.
IH: Es necesario enseñar a reconocer las pautas de la violencia y esta debe ser una tarea integral,
estructurada desde las escuelas, el sistema de salud, la familia y muchas otras instituciones como
los centros recreativos o, básico, los medios de comunicación, etcétera. La violencia es una
conducta aprendida y no cambia espontáneamente por la voluntad o las personas, debido a la
naturalización de estos aprendizajes y su presencia en la vida cotidiana. Hay que romper
estereotipos y maneras de prevenir.
AC: Se debe trabajar de manera integral, pero creo que las escuelas son espacios muy
importantes para enseñar a identificar las relaciones que originan la violencia; desde la primaria se
puede enseñar a niñas y niños que la fuerza no es signo de unos y la belleza de otras. Y así, ir
introduciendo hábitos, costumbres. Pero también se debe capacitar a la familia, a médicos,
maestros. Tiene que ser un trabajo de toda la sociedad.
Entre jóvenes y adolescentes, ¿cuáles son los espacios más propicios para las labores de
prevención?
MID: Tenemos que concebir espacios donde jóvenes y adolescentes puedan socializar sus
problemas y preocupaciones en su estilo, con sus propias dinámicas. Pero también promover una
educación de padres y madres para que seamos menos paternalistas, pues podría parecer que
estamos ante una generación joven muy protegida, pero todo ese exceso de cuidado, al final,
termina conformando personas más vulnerables ante la vida.
IH: Debemos acercarnos a los lugares que más a menudo frecuentan, los centros de enseñanza,
los recreativos. Las conductas violentas en las relaciones de pareja, sobre todo cuando son sutiles,
no son percibidas como tales ni por las víctimas ni por los agresores, porque a menudo suelen
confundirse maltrato y ofensas con amor e interés.
AC: Creo que hay que abrir espacios para reflexionar y polemizar entre la gente joven. Pero en
nuestro propio lenguaje, aunque a especialistas ya formados les parezca algo banal. Después de
todo lo que hemos estado estudiando y leyendo para hacer el blog, nos hemos dado cuenta de
detalles de las relaciones entre nuestros amigos que antes no detectábamos y que pueden
conducir a conductas violentas. Pero eso no se descubre con discursos, sino cuando uno accede
al conocimiento a partir de un interés personal. Por eso en el blog promovemos mucho a los
artistas que hacen campaña contra la violencia. Porque nos podemos identificar con ellos: nos
gusta su música y a veces hasta nos gustan ellos o ellas mismas. Se debe fomentar la educación
de pares desde códigos compartidos.