Cuando hablamos del mito del amor romántico, nos referimos a la manera en que se ha construido un ideal del amor, entendido como la unión perfecta de dos personas, la complementariedad, la exclusividad, la pasión eterna, entre otras creencias. Estas creencias perpetúan una idea del amor como espacio de control, legitiman los celos y naturalizan la dependencia. Pero, ¿cómo se perpetúa este mito desde la comunicación? Para dialogar sobre este asunto, No a la Violencia invitó a la psicóloga Mareelén Díaz Tenorio, especialista del Centro Oscar Arnulfo Romero (OAR), y las periodistas Lirians Gordillo, de la revista Muchacha y Ania Terrero, de Cubadebate.
¿Qué es el mito del amor romántico? ¿Cuáles son sus principales manifestaciones?
Mareelén Díaz: El ideal o mito del amor romántico, creador de expectativas irreales, es uno de los desencadenantes de la violencia en el noviazgo y luego en la convivencia de las parejas. Naturaliza la dependencia y, por tanto, la desigualdad de poder que está en el origen de la violencia.
Un mito, ya sea sobre el amor romántico o sobre cualquier otro ámbito, es una historia imaginaria que altera las cualidades verdaderas de una persona o cosa, haciendo que actuemos en parte de manera inconsciente, sin hacer una exploración personalizada del tema en cuestión. En resumen, los mitos ejercen una fuerte influencia sobre las ideas que las personas tienen sobre cualquier tipo de cosa. Identificar los mitos creados en torno a este amor “ideal” resulta imprescindible para prevenir las relaciones de poder basadas en la desigualdad. Por eso, desde OAR, estamos trabajando con mucha prioridad en temas vinculados a las juventudes y los imaginarios que sostienen la violencia de género, de los cuales este es uno de los asuntos a atender.
Lirians Gordillo: El mito del amor romántico es uno de los mecanismos que sostienen las relaciones patriarcales. En palabras claras: es la de-formación machista de las relaciones amorosas y afectivas para garantizar la subordinación y exclusividad en los vínculos amorosos y eróticos. ¿El fin? Sostener el sistema de relaciones binarios, heteronormativos y patriarcales.
Todas las personas crecemos educándonos en esos mitos; desde la infancia aparece el príncipe azul que nos salva del abismo, la soledad y la infelicidad. El patriarcado, estratégicamente, nos ubica a las mujeres como las “damiselas en apuro”. Pero en realidad, yo creo que uno de los “éxitos” del amor romántico es que puede trascender a todo tipo de relaciones en pareja.
Encontrar la “media naranja” y que cumpla con los rasgos del príncipe azul (proveedor económico, romántico, hermoso según los cánones, etc.) es un requerimiento patriarcal en la vida de las mujeres, si no, estamos incompletas. Entonces, ponemos energías para tener nuestro propio “amor de telenovela” y en esa etapa hormonal, pasional e intensa del enamoramiento, el mito del amor romántico se despliega con todo el arsenal posible “soy toda tuya”, “sin ti no soy nadie”, “eres mío”, “sin ti no puedo vivir”.
Como no se puede sostener eternamente, existen otras falsas creencias que buscan mantener el vínculo cuando la vida nos muestra que las relaciones no son “un lecho de rosas” y empezamos a dudar de que sean ciertas esas frases que nos repiten y nos repetimos: “te cela porque te ama”, “quien bien te quiere te hará sufrir” y “ojos que no ven, corazón que no sufre”.
Como tatuadas en la piel, los sentimientos y el inconsciente de las mujeres están las frases que rezan: “el amor todo lo puede”, el “amor todo lo cambia”, “el amor todo lo perdona”. Y es que, si les preguntamos a la mayoría de los hombres, ellos no crecen con esos “ideales”. ¿Por qué será? ¿Por qué son estas las cartas que se usan para perdonar la traición, para naturalizar la violencia machista y el sometimiento? En una entrevista a SEMlac, la psiquiatra Ivon Ernand pone en evidencia que estas frases resultan en mitos que dificultan la salida del ciclo de la violencia machista.
Pero el mito del amor romántico se interpone también entre quienes quieren construir otro tipo de relación, pero crecen con unas expectativas deformadas por el amor romántico.
Ania Terrero: El mito del amor romántico descansa sobre un ideal que asume este sentimiento como la unión de dos mitades, la complementariedad, la pasión eterna, entre otras creencias. Se sostiene sobre mitos –estereotipos también- como la búsqueda de la media naranja, porque sin ella estamos incompletos; la validación del amor controlador y aquello de que para amar hay que sufrir e incluso odiar. Es otra consecuencia de una sociedad patriarcal que, en este caso, nos enseñó a esperar un príncipe azul que proveyera estabilidad sentimental y económica y la realización de la maternidad.
Las consecuencias de este ideal son múltiples. En las edades más tempranas, los adolescentes asumen estas propuestas y reproducen los patrones de control y dominación dentro de sus primeras relaciones. Tecnologías mediante, el asunto se complejiza: llamadas constantes al celular, exigencias de control sobre los contenidos y las contraseñas de sus perfiles en redes sociales, etcétera.
Además, a menudo la violencia de género se ha justificado también en la existencia de este tipo de amor, que invita a las mujeres a convivir con abusos, maltrato y explotación en medio del ideal -casi sagrado – de “soportarlo todo”.
¿Cómo lo naturalizan los medios de comunicación?
MD: Los medios también son parte del entramado social que naturaliza y perpetua la violencia, pues son reproductores de ese orden patriarcal en que vivimos. Por tanto, reproducen las ficciones del amor eterno, de la pareja ideal, justifican los celos con amor, entre otras variaciones del mito del amor romántico. Y contribuyen a naturalizar la violencia de género. Yo diría que este mito es parte de la cultura y vamos a tardar en modificarlo, pues tiene que ver con lo que hemos aprendido en el proceso de socialización. Está en los informativos por el día del amor, pero también en novelas, dibujos animados, en el cine, en fin, nos rodea desde la cultura de masas.
LG: Vivimos en una sociedad mediatizada, los medios de comunicación masiva atraviesan nuestras experiencias, nuestras relaciones, nuestra visión del mundo, etc. Por tanto, hoy la realidad se re-construye a través de los medios de comunicación. Uno de los éxitos del patriarcado, como todo sistema de opresión, ha sido incorporar valores e imaginarios a la vida cotidiana y entroncarlo con privilegios y costos, con sentimientos y emociones.
Existe una dramaturgia patriarcal para el amor romántico, que ha logrado formar parte de la cadena “genética” de la definición cultural del amor. Como el éxito radica en entroncar el mito del amor romántico con las emociones, el inconsciente individual y colectivo, pues la comunicación mediática y las industrias culturales son responsables de poner escenografía, personajes, conflictos según las épocas, pero no nos engañemos, las bases todavía son las mismas.
En el consumo de productos culturales diversos—audiovisuales, gráficos, musicales, hipermediales, etc.—somos más propensas como espectadoras a dejarnos llevar, si no tenemos incorporada una recepción crítica. Si hacemos un ejercicio de análisis de productos comunicativos en la historia del arte y en la producción cultural del momento, podemos identificar las características del amor romántico.
Por otra parte, el mito del amor romántico establece características a los personajes de la trama y de manera independiente también a través de la cultura se van ubicando expectativas, roles, expresiones de género deseables para poder ser protagonistas “algún día” de nuestro propio “amor romántico”. Entonces la inocencia, la candidez, la pureza, la belleza y el cuerpo como escenografía son valores y requerimientos para las mujeres jóvenes y adolescentes. Mientras, ellos crecen con la exigencia del valor (físico, monetario o intelectual), la disponibilidad sexual en todo momento, capaz de proteger y disputar, no importa si es con lanza o control de contraseña en Facebook.
AT: Los medios de comunicación, la publicidad, las princesas de Disney, la religión católica, las novelas y películas románticas reproducen una y otra vez para las mujeres el esquema del amor como salvación, como único objetivo en la vida, como exclusiva fuente de felicidad por encima de la carrera profesional y la realización personal. Nos cuentan una y otra vez que solo existe una persona correcta para cada uno, nos enseñan a temerle a la soledad y, con esas influencias, abandonar una relación que no nos satisface puede ser muy difícil. Además, se validan los celos y el control como prácticas amorosas, dando pie a la naturalización del ciclo de la violencia.
En la prensa, esto se puede ver en los titulares de las coberturas de violencia de género donde se justifican actos violentos e incluso asesinatos por supuestos motivos amorosos. O cuando se entrevista a una mujer que ha triunfado en las ciencias o el deporte y se le pregunta una y otra vez por su vida personal, por su pareja, por sus hijos.
¿Qué hacer para prevenirlo desde la información, las redes, el periodismo?
MD: Es muy importante que la subjetividad social identifique mitos como este, para que pueda identificar sus consecuencias. En esto la comunicación es muy importante y ayuda así a que no se reproduzca el problema. Reconocer cómo se evidencian los actos de violencia de género es, en primera instancia, el punto neurálgico de cómo la sociedad y los medios de comunicación pueden lograr, cohesionados, la identificación y el enfrentamiento de esta problemática.
Es urgente capacitar, deconstruir el mito, apelando a todos los soportes posibles. Es algo que estamos aprendiendo con la Campaña Evoluciona; la diversidad de caminos que tiene la comunicación.
Por otra parte, el papel de los medios de comunicación en el enfrentamiento a la violencia de género en general debe ser uno de los principales soportes testimoniales y de sensibilización, aunque se reconoce que todavía en las agendas mediáticas queda mucho por hacer en cuanto a posicionar la temática como prioridad.
LG: Primero haciendo buena comunicación, reconocer que el estereotipo justifica y naturaliza las discriminaciones y las violencias machistas, que una comunicación feminista -o al menos con perspectiva de género- tendrá más calidad. Este es un paso ético, profesional y político imprescindible.
A partir de ahí se puede deconstruir, desaprender y mostrar las alternativas que existen en la sociedad, vínculos amorosos, afectivos y eróticos que han sobrevivido y se han multiplicado en todos estos años.
La investigación, el activismo, la política y la crítica feministas yo creo que son fundamentales para actuar desde la comunicación mediática. Ese es otro paso.
Ya se sabe qué es el mito del amor romántico y qué violencias sostiene. No se trata de censurar su representación como fórmula patriarcal de opresión, sino más bien cuestionarla, mostrar sus costos. Hay que apostar por socializar cada vez más las alternativas que existen, que no renuncian al afecto, la sensualidad y todas esas “mariposas revoloteando” pero que sí construyen afectos basados en la equidad, en el respeto, en la concertación, en el encuentro de los cuerpos, en la construcción de proyectos comunes sin aniquilar la individualidad, en el compartir y no en el poseer, en fin….
¿Qué es una lucha difícil? Ciertamente. Y empieza en lo individual, en la cama y en el espacio público. Quienes tenemos la responsabilidad pública de hacer comunicación debemos empezar por cuestionarnos nuestras propias creencias y experiencias en relación con el “amor romántico”. Asumir ese proceso de manera consiente y honesta es lo que ha permitido que hoy existan piezas y personas creativas que desde la comunicación muestran rostros, historias y relaciones amorosamente libres del patriarcado.
AT: Desde la comunicación, es necesario trabajar con productos comunicativos que naturalicen el amor en todas sus formas, más allá del mito, con sus virtudes y defectos. Lo mismo en videoclips, publicidades, dramatizados o reportajes periodísticos, es imprescindible mostrar parejas de todas las características, en todas las épocas de la vida y de todas las orientaciones sexuales. Y mostrar también que no tener parejas también es una opción válida. Los medios, además, deben desmontar y dar pie a debates sobre este mito. Traducir sus características, construcciones y riesgos.
Es necesario explicar que desmontar este mito no significa renunciar a tener una relación de pareja, sino aprender a hacerlo. El amor auténtico no se sostiene sobre la adoración, el control o la pertenencia; sino sobre la libertad de cada individuo, la lealtad y el compañerismo, la capacidad de llegar a acuerdos, la equidad.