¿Afloran manifestaciones de violencia en las aulas universitarias de la isla? ¿Qué tipo de maltrato es el más común en estos espacios? ¿Qué retos quedan por enfrentar? No a la Violencia invita a reflexionar acerca de estas interrogantes a la psicóloga y máster en Ciencias Libia Quintana Llanio, profesora del Centro de Estudios Demográficos (CEDEM), y a la socióloga y también máster Magela Romero Almodóvar, del Departamento de Sociología, ambas de la Universidad de La Habana. Se suma al debate Liliet Leyva Pérez, estudiante de cuarto año de Ciencias de la Información, de la Facultad de Comunicación de la misma universidad, quien proyecta un estudio métrico sobre violencia de género para su tesis de fin de pregrado.
¿Se perciben hoy manifestaciones de violencia en los entornos universitarios? ¿Cómo se manifiestan más comúnmente?
Livia Quintana Llanio: En el contexto universitario la violencia suele ser más sutil, pero eso no quiere decir que no exista. Aparece más enmascarada y se ejerce con más fuerza en este grupo a partir de mecanismos de tipo psicológico. Generalmente están muy ligados a la sexualidad, a los estereotipos de género y también a determinados patrones, apreciables ya desde la adolescencia y relacionados con desigualdades sociales que se van generando al vencer diferentes niveles de enseñanza. ¿Quiénes son
los jóvenes con más posibilidades de insertarse en determinados espacios sociales? Esa interrogante apunta a manifestaciones de violencia estructural con consecuencias lamentables como por ejemplo, el abandono de no pocos del sistema de estudios universitarios, justamente por provenir de familias cuyos ingresos económicos no les permiten enfrentar las competencias del acceso al mercado de las relaciones de pareja. Y ese pudiera ser un elemento discriminatorio y violento. Luego, en el ámbito de las relaciones de pareja aparecen otros tipos de violencia más sutiles vinculadas al control, los celos, los mitos del llamado «amor de verdad»; en casi todos los casos ponen en posiciones de subordinación a las muchachas.
Magela Romero Almodóvar: Estudios recientes realizados en la universidad ubican mucha violencia en el noviazgo, aunque también se aprecien otras manifestaciones de maltrato relacionadas con el lenguaje, la vulneración de los espacios individuales, etcétera. La violencia en el noviazgo, en particular, nos parece particularmente grave. El ideal romántico del amor y la búsqueda del «príncipe azul» siguen vigentes y funcionan como mitos en las relaciones de pareja entre personas jóvenes. Pero ese mito lleva a menudo al exceso de control, a los celos, las imposiciones, entendidas y asumidas, no pocas veces, como engañosas «pruebas de amor». Al final, se trata de la permanencia de estereotipos de género que ponen a las mujeres en desventaja y en riesgo de convertirse en víctimas de violencia. Estas manifestaciones de maltrato suelen ser ignoradas por las muchachas porque ellas evalúan como algo natural, por ejemplo, la prohibición, la nalgada o montarse en el ideal de mujer de su pareja y no en el suyo propio. Estos noviazgos contribuyen a legitimar un esquema de relación amorosa donde las mujeres tienen una posición de subordinación y por tanto, más posibilidades de ser violentadas.
Liliet Leyva Pérez: Hay muy poca comprensión de qué es violencia o no entre las personas de mi edad. Estudiando el tema, me sorprendí al comprender cómo yo misma había aceptado en múltiples ocasiones algún tipo de agresión, generalmente de tipo psicológico, como presiones, vigilancias y, no solo por parte de algún novio, sino también de mis compañeros de grupo, que se sienten en la obligación de «protegerme» por ser mujer. Pero esa protección suele ser irrespetuosa y dominante.
También existen otras maneras de ser violentos como no respetar los gustos del colectivo e imponer, por ejemplo, músicas altas de un móvil o un MP4 sin pedir permiso, o emplear palabras ofensivas y críticas poco respetuosas, entre otras. Los propios profesores a veces ejercen violencia cuando regañan a un estudiante y lo abochornan ante el colectivo, o cambian turnos y exámenes sin pedir la aprobación y consenso de los alumnos, mal empleando su posición de poder al frente del aula.
¿Por dónde recomendaría encaminar las estrategias de prevención y enfrentamiento?
LQLl: Ese es un tema complejo y la complejidad está en los propios referentes para trabajarlo. Está relacionado con los sistemas de valores presentes en Cuba hoy. Las estrategias deberían articularse para promover valores nuevos, más democráticos. Tendría que abrirse un espacio de posibilidades al consumo de otras opciones culturales, pero también de relaciones sociales potenciadoras de otras condiciones de convivencia. Los medios de comunicación más consumidos por los jóvenes no ayudan a construir sistemas de valores equitativos y justos. También urgen espacios sociales para articular la exigencia social con la potenciación individual.
MRA: Es importante tener en cuenta las características en torno al noviazgo y estudiarlas. Muchas veces las amistades o la familia potencian los mecanismos de control. Por ejemplo, se ven bien los celos del a la novia porque «está enamorado», o que la muchacha salga exclusivamente con su pareja, cuando puede compartir con otras amistades. A veces la misma familia la reprime a ella por defender su espacio, pues se siente más tranquila si el novio la acompaña a todas partes. A menudo el contexto social compulsa a una muchacha a mantener un novio maltratador: «no se ve bien», según la norma patriarcal heredada y aún vigente, el cambio de parejas por parte de ellas, o simplemente andar solas. Es importante atender a la familia y también aportar herramientas para el aprendizaje de los grupos de jovenes.
¿Cuáles son las brechas y desafíos fundamentales en ese camino?
LQLl: La segmentación de la juventud en determinados ámbitos es una brecha. La diversidad y heterogeneidad de los grupos juveniles en Cuba representan un desafío en el sentido de que las estrategias de prevención, atención y enfrentamiento no pueden ser homogéneas. Falta investigación y conocimiento de ese grupo social.
MRA: Dos brechas importantes; las relaciones patriarcales al interior de no pocas familias y los estereotipos, naturalizados una y otra vez desde diversos espacios sociales, sobre todo desde los medios de comunicación.
LLP: Para mí, la brecha mayor es que se habla poco del tema y los jóvenes «no nacemos sabiendo». El modelo de familia que conocemos es uno donde lo más común es ver al papá levantando la voz y nadie cuestiona eso. ¿Cómo vamos a aprender si nadie nos enseña?