¿Se han multiplicado los espacios desde donde se enfrenta y previene la violencia en Cuba? ¿Ha significado ese hecho más eficacia? ¿Qué retos quedan por enfrentar? No a la Violencia invita a reflexionar acerca de estas interrogantes a la demógrafa y doctora en Ciencias Marisol Alfonso, oficial de Programa del UNFPA, Fondo de Población de las Naciones Unidas en Cuba; la doctora Olga Lidia Revilla Vidal, especialista en Medicina general Integral y funcionaria del Centro Nacional de Promoción y Educación para la Salud, y a la también doctora en Ciencias y psicóloga Beatriz Torres, presidenta de la Sociedad Cubana Multidisciplinaria para el Estudio de la Sexualidad (SOCUMES).
Diferentes especialistas han reconocido que, en los últimos años, se ha avanzado en la prevención y tratamiento de la violencia intrafamiliar y de género en Cuba, aunque aún persisten brechas y desafíos. ¿Cómo evalúa usted la situación?
Marisol Alfonso: Es evidente que se han dado pasos en el enfrentamiento de esas formas de violencia en los últimos años. Algo importante es que se ha ido haciendo visible y muchas instituciones, redes sociales, centros de investigación, entre otros espacios de la sociedad, han comprendido el valor de sumarse al tratamiento de estos temas y han emprendido acciones aportando sus experiencias particulares y, por tanto, proponiendo nuevos puntos de vista para su abordaje. Es el caso de la Unión Nacional de Juristas de Cuba, por ejemplo, que ha ido incorporando de manera creciente los temas de género, y en particular los de violencia, en sus diferentes espacios de capacitación para poder atender jurídicamente los casos desde la sensibilidad y el conocimiento. Pero también el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) ha trabajado tradicionalmente ese tema y, actualmente, bajo el Programa Nacional de Educación y Salud Sexual (PRONESS), lo está abordando de manera intersectorial.
Igualmente, la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), a través de las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia en las comunidades, mantiene su labor para atender y dar seguimiento a casos de violencia. Existen también otros espacios de la sociedad donde se está tratando el tema, como es el caso de la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades (RIAM), agrupaciones barriales y comunitarias o las Cátedras de Género de universidades y pedagógicos. Igualmente, se aprecian más esfuerzos para capacitar a profesionales de la comunicación y el periodismo.
Olga Lidia Revilla: Creo que las brechas más importantes tienen que ver con el desconocimiento en lo individual, e incluso institucional, de los aspectos legales que establecen los derechos y obligaciones en torno a los casos de violencia. Pero creo que es importante señalar que los medios de comunicación social han contribuido al reconocimiento y conocimiento de este problema en los últimos 10 años.
Anteriormente, la violencia era abordada muy sutilmente, pero actualmente se dan a conocer proyectos culturales de prevención que involucran a reconocidos actores e intelectuales. Además, están disponibles una mayor cantidad de referencias bibliográficas en libros, tesis de grado en diferentes niveles e investigaciones de instituciones especializadas. La inclusión del tema entre los Objetivos de Desarrollo del Milenio ha favorecido su inclusión en la agenda de otros sectores y el reconocimiento de la necesidad de capacitar a directivos, especialistas y otras personas en puestos de toma de decisiones.
Beatriz Torres: Creo que un avance importante es que se ha comenzado a comprender, a nivel social, que la violencia no solo es el golpe físico, sino también manifestaciones más sutiles que causan daños a veces más duraderos. Se ha visto un cambio en ese sentido, por ejemplo, en cómo se representa gráficamente la violencia, o en la labor de instituciones y organizaciones más diversas. En la Socumes, por ejemplo, hemos dedicado varios espacios a analizar el tema, buscando que salga de los ámbitos de la más evidente, entre los temas que nos ocupan, que es la violencia sexual. Así, hemos promovido el estudio del impacto que tienen en la salud de mujeres y hombres, o de personas homosexuales y transgénero, las pequeñas violencias sutiles de que son víctimas cada día; o las normativas impuestas por la sociedad patriarcal como modelos de comportamiento.
¿Cuáles identificaría como los principales desafíos y por qué?
MA: El más importante es integrar todos esos esfuerzos, promover espacios de alianzas entre sectores, potenciar respuestas integrales. Conocer qué ha dado resultado, qué no y qué debe perfeccionarse.
onseguir sinergias para invertir más racionalmente el tiempo y los recursos. Y seguir trabajando en el tratamiento que los medios de comunicación dan al fenómeno. Sobre todo el abordaje indirecto que viene por los audiovisuales, los video-clips musicales, que a menudo reafirman estereotipos afianzados en el origen de las relaciones violentas.
OLR: Lograr condiciones de vida más favorables para la familia cubana, lo que determinará disminuir las diferencias existentes entre los modos de vida. Continuar defendiendo el rescate de los valores éticos, morales, patrióticos, de cultura laboral, de solidaridad y de cultura de paz muy deteriorados en estos momentos.
BT: Conseguir integralidad, sin dudas, es el desafío más importante. Porque cuando muchas instituciones, redes y organizaciones van trabajando cada una por su lado, la mitad de ese trabajo se pierde. Y también consolidar las alianzas con los medios de comunicación desde el conocimiento y la sensibilización. No hacemos nada con promover conductas no violentas si luego, cuando nos sentamos a ver televisión en la noche, la pantalla está llena de violencia de todo tipo, que así va siendo poco a poco legitimada.
¿Cuáles son las claves para seguir avanzando?
MA: Creo que se siente la necesidad de una investigación nacional, a gran escala, que no solo estudie cuál es la situación de la violencia en Cuba, sino que también mapee los esfuerzos que se están haciendo para prevenirla y tratarla. Eso ayudaría a levantar una plataforma de acción más horizontal y efectiva.
OLR: Continuar con todas las acciones educativas y proyectos en marcha, con participación intersectorial y multidisciplinaria; pero también elevar la selección, formación e información de maestros y profesores que deben desempeñarse en los terrenos de la prevención. A nivel de la atención primaria de salud, priorizar el tema de forma integral y estar atentos a situaciones que puedan estar provocando síntomas o signos de enfermedad o lesiones intencionales. Igualmente, seguir trabajando con mayor énfasis en las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia, insistiendo en la necesidad de denunciar cualquier manifestación de violencia de género, intrafamiliar o social. Y definir las políticas de la radio, la televisión, de los autores musicales para eliminar cualquier manifestación que fomente la violencia de género, especialmente aquellas que atentan contra la imagen de la mujer.
BT: Hacer alianzas, sinergias. Estructurar acciones integrales que involucren a muchos espacios sociales, cada uno desde sus posibilidades, aprendizajes, experiencias. Y, sobre todo, ser sistemáticos, no trabajar por campañas, sino de manera sostenida; sin buscar resultados rápidos, sino sostenibles.