Los jóvenes en la prevención de la violencia

La violencia es un comportamiento aprendido, sostienen especialistas; por tanto, también puede “desaprenderse”. Muchas reflexiones teóricas apuntan a la necesidad de trabajar con públicos jóvenes y adolescentes para promover acciones de prevención ante todo tipo de maltrato. ¿Cómo funciona en este caso el activismo de pares? ¿Cómo personas jóvenes, comprometidas con este tema, pueden influir en sus contemporáneos? Tres activistas, integrantes de diferentes proyectos que trabajan prevención de violencia desde puntos de partida diversos, comparten sus criterios con No a la Violencia. Ellos son Karen Alonso Zayas, comunicadora social e integrante del Proyecto Escaramujo, de trabajo con adolescentes; Yasmani Díaz Figueroa, especialista del área de Equidad Social, Género y Desarrollo del Centro Oscar Arnulfo Romero (OAR) y coordinador de su Articulación Juvenil por la Equidad Social; y Ulises Padrón Suarez, coordinador nacional de la Red de Jóvenes por la Salud y los Derechos Sexuales, del Centro Nacional de Educación Sexual.

Desde sus experiencias particulares, ¿cómo pueden insertarse las personas jóvenes en la atención y prevención de violencia? ¿Cómo funciona en estos casos la comunicación de pares?

Karen Alonso Zayas: Lo primero es interesarse por el tema y desde ahí comenzar a capacitarse. Recuerdo que yo comencé a interesarme por los temas de género cuando estaba en la universidad y fui buscando yo misma la información, los conocimientos, porque en la facultad (de Comunicación, de la Universidad de La Habana), aunque hay una materia optativa sobre género, en muy pocas de las otras asignaturas se habla sobre género, violencia o feminismo. Entonces comencé a capacitarme por mi cuenta, a buscar bibliografía y espacios donde se tratara el tema. Recuerdo que me involucré en un taller de psicólogos que se hizo en la facultad sobre género y violencia y me encantó. Cuando entré en Escaramujo, uno de los subtemas que se trataba era el género, pero no muy fuerte. Entonces yo traté de introducirlo en el trabajo con los estudiantes de secundaria básica y así terminé mi tesis de licenciatura, justamente, sobre violencia de género. Ese es uno de los ejemplos más concretos que tengo sobre cómo incorporarse a la prevención: desde un proyecto que trata otros temas relacionados con la dinámica de los adolescentes poder incluir la violencia y otros temas de género para tratar de cambiar o transformar un poco las prácticas que se tienen en estas edades, cuando se viven situaciones de vulnerabilidad social, que es el caso de los públicos con que actúa Escaramujo.

Creo que una siempre tiene que hacer activismo desde los espacios que conoce. La universidad es un sitio muy fecundo, por ejemplo, pero lo principal es que el tema tiene que atraerte y tienes que identificarte con él.

Yasmani Díaz Figueroa: La violencia de género tiene un componente social importante, no es un fenómeno ajeno a cada uno de los seres humanos. El hecho de que exista un centro que de alguna manera intencione la prevención de la violencia de género mediante campañas, estrategias educativas de bien público y desde un enfoque que trabaje además la equidad social, los derechos y potencie los elementos de empoderamiento, es algo positivo. Sobre todo si, además, trabaja no solo con grupos específicos como las mujeres, sino también con jóvenes en las comunidades, o sea, con toda la sociedad, independientemente de que a la hora de programar las acciones estas se segmenten por púbicos.

Apostar por la juventud en este tema, formarla, es también una inversión social. Las personas jóvenes son, generalmente, quienes más dispuestas están para el cambio. Debido a su propia construcción de la personalidad están más propensas a desmontar mitos y prejuicios, a construir, de alguna manera, una nueva realidad.

Como psicólogo, joven y persona que de alguna manera cree en el bienestar y en el potencial de cada ser humano, pienso que el hecho de capacitar sobre cómo prevenir la violencia y replicar esos conocimientos, cada quien desde su contexto, desde sus capacidades y sus habilidades, es muy importante.

Ulises Padrón Suárez: Tengo dos maneras de incidir en la prevención de la violencia: una es como coordinador de una red de jóvenes y la otra como especialista del Cenesex, pero ambas están mezcladas porque el Cenesex como institución tiene un encargo social que ha permitido y ha creado espacios para el activismo, sobre todo en el tema de los derechos sexuales, los enfoques de género. Es decir, que tiene una amplia vocación humanista en este sentido. Por lo tanto, desde allí he tenido que conocer, sensibilizarme y comprender las dinámicas sociales y sobre todo las dinámicas que tienen que ver con la violencia de género. Y lo digo así porque a mi modo de ver la violencia de género es un fenómeno social, salud, pero es sobre todo estructural y sistémico. Con esto quiero decir que todas las personas y todas las instituciones en Cuba en la actualidad conviven con la violencia de género, o la producen, o la reproducen.

Esto hace que haya limitaciones de derechos en sectores importantes de la sociedad. El activismo solucionará el problema, pero puede ayudar a prevenirlo. Lo que hacemos particularmente en la Red es formar jóvenes en temas de derechos, salud sexual, pero todo con unas bases que respondan a los intereses de reconocer, criticar y hacer frente a la violencia de género. Digo esto porque nosotros tal vez no podamos tener una posibilidad legal para hacer cambios en el sistema normativo cubano, pero sí creemos profundamente que estamos formando muchachas y muchachos que quizás mañana ocuparán puestos de toma de decisión, para que reconozcan en su vida cotidiana dónde se están produciendo las inequidades y puedan prevenirlas y atenderlas.

Eso se logra de dos maneras: a partir de la capacitación actualizada desde un saber científico y desde el trabajo comunitario que tiene que ver más con acercarnos a la juventud cara a cara, pero también desde sus preocupaciones y contextos, porque no es la misma violencia aquella que se sufre en La Habana, que la que se puede sufrir en Santiago de Cuba en una zona montañosa. Yo creo que eso nos permite entender la variabilidad y los tipos de violencia porque las personas no sufren una sola violencia, sino que a veces reciben múltiples discriminaciones y maltratos.

¿Cuáles identificaría como avances, buenas prácticas, lecciones aprendidas acerca de lo que se puede hacer?

KAZ: Sé que hay muchas organizaciones e instituciones que tratan el tema, pero yo todavía no veo que funcionen en sistema. La campaña Eres Más, por ejemplo, es muy conocida en ciertos círculos, pero a nivel más general creo que no se conoce tanto y que no está llegando todavía como campaña de manera clara al público que son los jóvenes y los adolescentes. Entonces sí, hay buenas prácticas, pero están restringidas a ciertos espacios y no llegan aún a expandirse como se quisiera.

Nosotros en Escaramujo, por ejemplo, no hacemos todo lo que quisiéramos porque objetivamente no tenemos la fuerza de trabajo, humana, para eso. Usamos fundamentalmente la capacitación y los talleres basados en la metodología de la educación popular para transformar prácticas, percepciones, conductas. Mucha capacitación, sobre todo con los estudiantes que van a trabajar con nosotros en las escuelas en temas de género, aunque es una formación aún incompleta porque la formación en género lleva mucho tiempo y a cada rato se están haciendo nuevas investigaciones que ofrecen otras pistas para entender esas relaciones.

Eso es una buena práctica: antes de llegar a un medio que pienses transformar, que tiene fuertes mediaciones heteropatriarcales, machistas y con mucha violencia, además; o con representaciones de la violencia muy naturalizadas, hay que contar con las herramientas básicas para poder dialogar con ese contexto desde la propuesta que quieres llevar, que es diferente, emancipadora. Y sobre todo tener claro que no es la propuesta que los adolescentes con los que nosotros trabajamos están acostumbrados a ver y a conocer.

YDF: Hay tantas instituciones que trabajan el tema desde sus propias realidades y creo que eso es ya una buena práctica: trabajar, insertar la atención y prevención de la violencia en un proyecto socioeducativo, en una campaña; poder trabajar con jóvenes que serán futuros comunicadores, diseñadores, etcétera. Creo una buena práctica también la propia apuesta de esta articulación joven de la OAR, que fomenta espacios donde jóvenes de diferente procedencia, ocupaciones, identidades, territorios, pueden trabajar por un bien común, en este venido siendo una propuesta hecha por jóvenes y partió de talleres de trabajo multidisciplinario.

Desde el punto de vista de las actividades, eso viene acompañado de una estrategia educativa. Son buenas prácticas también el propio hecho de sacar las actividades de la capital a lugares donde la cultura patriarcal heterosexista y machista está presente de forma muy fuerte, no solamente con manifestaciones de violencia física sino en su gran mayoría psicológica, patrimonial, en fin, con ejemplos de todas las formas de violencia. Potenciar el trabajo en regiones intrincadas, dar acceso y voz a personas que han trabajado tanto tiempo este tema.

Aunar esos esfuerzos, coordinarlos y darles una causa común.

UPS: Hay muchas instituciones trabajando y eso es importante. Hay muchas instituciones que además abogan por las alianzas en el tema de la violencia de género y eso ha llevado a verlo como un proceso necesariamente sistémico, lo cual implica la responsabilidad, por un lado de las instituciones en la prevención social de la violencia de género, pero también al compromiso individual de las personas que en ellas trabajan. Esto tiene que ver con el trabajo que se realiza desde espacios como la OAR con el tema de la campaña Eres Más, pero también con el sistema de Naciones Unidas, con la campaña Únete y desde el Cenesex, a partir de un enfoque más científico, con el Simposio Violencia de Género, Prostitución, Trata de Personas y Turismo Sexual que también trata estos temas. Además, creo que también existe una propuesta en construcción de una ruta o protocolo de atención general e integral a las personas víctimas de violencia.

¿Qué más faltaría? ¿Dónde están las brechas más importantes?

KAZ: Uno de los principales obstáculos es la falta de identificación más social con el tema. Generalmente las personas no se identifican con algo que no les toca de cerca y, por desgracia, la violencia está tan naturalizada que a lo mejor alguien está sufriéndola y no lo sabe o piensa que es totalmente normal. Esos son obstáculos porque ¿cómo llegas a alguien que no sabe que tiene un problema? Es como los alcohólicos que no saben que están enfermos. Para ayudar a alguien o prevenir algo en una sociedad, primero esa sociedad tiene que estar consciente de que tiene un problema y yo pienso que justamente ese es el principal obstáculo: la falta de motivación y la desmovilización de las personas frente al problema.

YDF: La cultura, las costumbres, no se cambian con una campaña, ese es un proceso largo, un proceso donde hay que desmontar tantos conocimientos, tantos prejuicios, tantos estereotipos. El propio tema de que no llegamos a todos los espacios que queremos, o que en los medios audiovisuales, en la televisión, se transmiten mensajes que de alguna manera no son acordes con lo que se busca, o no están actualizados, o pueden llevar a confusiones; esas son brechas.

Otro de los elementos que también nos queda pendiente es la articulación, la integración: todo el mundo trabaja desde su pedacito y la violencia es una problemática social mucho más compleja, más amplia, que hay que atender en sistema.

UPS: Uno de los primeros obstáculos es la dificultad de muchas personas que toman decisiones para entender que la violencia de género nos afecta a toda la sociedad, como víctimas y también como victimarios, y eso impide comprender la necesidad de estrategias integradas de trabajo para su prevención. Si bien tenemos grandes avances que podemos mostrar al mundo en la educación, la salud e incluso en la manera en que se ha estructurado el tratamiento social hacia las mujeres; también hay muchas cuestiones que no estamos saldando y, por tanto, se convierten en espacios por donde entran las brechas de inequidades y violencias. Nos toca revisar todo nuestro quehacer; el hecho de que la mujer tenga acceso a la educación, a la salud, a un trabajo digno; o derecho a un salario igual al de los hombres, por solo poner algunos ejemplos, no quiere decir que no vivan también en espacios de inequidad.

Igual sucede en otros ámbitos, por lo tanto hay que construir alianzas, sensibilizar. Los medios de comunicación tienen que ser más activos a la hora de mostrar las realidades, comprometerse con los problemas. Yo soy de los que dice que los medios no tienen la solución en sus manos, pero si pueden hacer mucho por cambiar la realidad que existe. La posibilidad de sensibilizar a las personas, crear políticas públicas, trabajar con acciones afirmativas es responsabilidad común y urge. Creo que también habría que prestar atención a la educación, a cómo crear currículos docentes donde estén integrados los temas de violencia de género y otros asuntos, para que las personas, ya desde su propia formación educativa, vayan entendiendo que son hechos que afectan a toda la sociedad.

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