Considerado por especialistas como una forma de maltrato infantil, el fenómeno de la sexualización de la imagen, sobre todo de las niñas, es un tema de gran impacto, más aún en un contexto donde la sociedad es constantemente bombardeada por los medios de comunicación y las pautas que estos trazan. Para reflexionar sobre el tema, No a la Violencia invitó a la psicóloga Livia Quintana Llanio, doctora en Ciencias y especialista del Centro de Estudios Demográficos (CEDEM); y a las periodistas Isabel Moya Richards, también doctora en Ciencias y directora de la Editorial de la Mujer y Lisandra Fariñas Acosta, especialista en temas de salud y demografía.
¿Cree usted que sexualizar el cuerpo de las niñas es una manifestación de maltrato? ¿Por qué?
Livia Quintana Llanio: Yo creo que es mejor tratar este tema en términos de “erotizar el cuerpo de las niñas”, porque el cuerpo humano es sexualizado en todos los momentos de su evolución, por el propio dimorfismo sexual y porque además hay tradiciones culturales que se empiezan a depositar desde que las criaturas están en el vientre materno.
Empezar a preparar a las niñas como un objeto sexual, llenarlas de atributos que parecieran que van más allá de su edad: a veces las pintan, las visten de una manera, las ponen a bailar músicas que tienen un contenido muy erotizado. Ahí yo creo que la discusión es un poco compleja en términos de que efectivamente podría pensarse de que se está adelantando a esas niñas, y también a los varoncitos, porque a ellos los ponen pantaloncitos de perfil bajo, los ponen a bailar determinadas músicas que tienen un simbolismo erótico muy fuerte.
Pero habría que pensar dos cosas: la primera, cuáles son los valores culturales que hay de trasfondo, pues muchas veces no hay una intención clara de erotizar a niñas y niños, sino de hacerlos eco de un movimiento cultural particular. Pero, obviamente, también podría entenderse como que estás introduciendo en los niños un comportamiento que tradicionalmente se asigna a otros grupos de edades y eso entraña riesgos para su formación y desarrollo.
A veces ocurre hasta en las escuelas, por determinados modismos del tipo de música, del tipo de bailes que imperan en un momento determinado. Adultos y jóvenes bailan y los niños imitan. Otras veces se les induce a hacerlo de manera más explícita.
En fin, hay elementos de tipo cultural que están presentes y, efectivamente, también pudiera entenderse como que se transgreden límites, que se otorgan atributos que trascienden los límites de su edad, de manera intencionada o no.
Isabel Moya Richards: El cuerpo de las niñas está siempre sexualizado, uno nace con una sexualidad que va adquiriendo diferentes formas de expresión durante toda la vida. El problema es cuando se produce una erotización a destiempo en relación con la edad de las niñas; esta erotización temprana es un acto de violencia porque se vulnera el decursar natural de la construcción de esta sexualidad, cada momento específico va a tener una manera de expresar esta sexualidad.
Cuando se apura este proceso, se produce una ruptura entre la personalidad de las niñas y eso que se espera de su edad; por tanto, se hacen las niñas más vulnerables al acoso sexual, etc. Esta erotización temprana se da no solo desde lo más aparencial (utilizar determinada ropa que no se corresponde con la edad, forma de su cuerpo o actividades que realiza), sino también que adquiere una condición simbólica (mueve las caderas o se maquilla).
Hay una construcción de esa feminidad que se estereotipa y la niña o la adolescente, al no sentirse cómoda con esas atribuciones que se le han impuesto, crea un ruido en la conformación de su propia identidad, es por esto que también es considerado un acto de violencia.
Lisandra Fariñas Acosta: Son muchos los niños, y sobre todo las niñas, que viven en un entorno erotizado, donde sus padres y otros familiares los alientan a imitar actrices y modelos que derrochan erotismo, permitiendo que sigan patrones que ni siquiera son reales. No solo se les expone a imágenes hipersexualizadas, sino se les vende la idea de que tienen que verse sexy. Este asunto es considerado por más de un experto como una forma de maltrato infantil y no solo requiere de atención, sino de comprensión y soluciones, pues es una tendencia que supone también la imposición de una sexualidad adulta a las niñas y los niños, que no están ni emocional, ni sicológica, ni físicamente preparados para ello.
¿Cómo se refleja este fenómeno en Cuba y en el mundo?
LQLl: Me refería antes a los bailes y la forma de vestir, respondiendo parcialmente esta pregunta de cómo se refleja el fenómeno. Pero no hemos hablado de otras formas de comportarse que a veces se estimulan en niños y niñas; como por ejemplo determinados patrones, como el de ser seductores o seductoras. Esto se estimula de diversas maneras, desde el aprobar ese tipo de comportamiento cuando aparece espontáneamente, hasta inducir, sobre todo a los niños, a invadir el cuerpo de las mujeres. Parte de ello son algunas preguntas muy comunes en Cuba, que se le hacen a niños muy pequeños: “¿Cuántas novias tú tienes en el círculo?”. ¿Acaso eso no es también otra forma de violencia de género, cuando eso no está en los contenidos o en los procesos en los que se está formando el niño en ese momento? Los niños y niñas muy pequeños experimentan con sus cuerpos, se tocan; pero de ahí a una curiosidad de cuántas novias van a querer, o qué les van a hacer a las muchachas, va un tramo enorme. O también cuando a los varones se les prohíbe llorar.
Todo eso son manifestaciones de violencia de género que afectan a los niños y a las niñas, y yo creo que es importante que pensemos en lo que pasa en aquellas niñas y niños que pudieran ser intersexuales o que, sencillamente, tienen en su base determinadas condiciones como para no tener luego comportamientos típicos de dimorfismo de género, de lo que se entiende por femenino y masculino.
¿Cómo reaccionan estos pequeños y pequeñas a esa erotización?
IMR: En el mundo hay una tendencia que es muy controvertida: hay concursos de belleza para edades muy tempranas y que tienen puntos de contacto con los concursos de adultos. En Cuba lo vemos en tres dimensiones fundamentales: la ropa (se apresura el uso de tacones), prácticas como tirarle fotos a los 10 años, igual que a los 15 (reforzando esa concepción de persona para ser exhibida) y la potenciación de bailes y canciones que no son propias para su edad. Si todas esas expresiones convergen, vemos que tenemos niñas de 5 o 6 años que empiezan a construirse como adolescentes, sin embargo, su manera de ver el mundo, el desarrollo de su psiquis es el de una niña de 5 o 6 años.
LFA: Sobran los ejemplos para ilustrar esta problemática. En entrevista reciente con Silvia María Pozo Abreu, especialista en Medicina General Integral y Bioestadística, esta estudiosa del tema nos ilustraba acerca de que, en el mundo, las hijas de modelos famosas son expuestas a la profesión de sus madres. En este fenómeno también influyen los concursos infantiles de belleza, donde solamente prima el tener un rostro, busto, es decir, una figura perfecta de niña-mujer. Esto provoca que muchas niñas con poca edad empiecen a medirse por las apariencias.
Aun cuando en Cuba no existan concursos de infantiles de belleza, por ejemplo, no estamos ajenos a esas influencias, en un mundo donde las tecnologías de la información y los medios de comunicación nos acercan, globalizan modas y tendencias, y marcan los comportamientos y la vida de millones de personas.
¿Cómo enfrentarlo?
LQLl: Yo creo, en primer lugar, que se trata de un tema sobre el que hay que hablar. En Cuba contamos con un programa nacional de educación sexual, aún imperfecto, con muchos defectos sobre los que hay que trabajar, pero que parte de una concepción de la educación integral en la sexualidad que debe ir por muchos canales: por la familia, por la escuela, por los medios de comunicación, por todas las instituciones sociales y culturales. Tiene que abarcar todos los sectores de la sociedad, y de muchas maneras, porque hay muchos elementos que son sexistas, que son patriarcalistas, que pareciera que los tenemos naturalizados y que tienen un trasfondo que luego conduce al ejercicio del control y el poder, a las asimetrías que están en la base de la violencia.
Sencillamente, hay que trabajar desde todos los momentos de la evolución de la vida, incluso hasta las personas de la tercera edad. De eso se trata, de muchos sistemas de influencia.
IMR: Aquí debe haber un trabajo mancomunado. En primer lugar, la familia que debe tener en cuenta las edades de los niños y las niñas en muchas de sus conversaciones; con ellos se puede hablar de todos los temas, pero atemperados a su edad, moderar el lenguaje, entender que todas las relaciones entre niño y niña no siempre son de pareja. La familia tiene que replantearse muchas veces la manera en que está educando a los más pequeños, huir de este tipo de modas que, al final, no conducen a nada más que a crear conflictos.
Por otra parte, creo que la escuela debe ser un lugar potenciador para acercarse a los valores fundamentales de la niñez, por supuesto, a tono con los tiempos actuales, incluso añadir otras literaturas que toquen temas con vigencia para que los niños estén insertados en su tiempo.
Los medios de comunicación, por su parte, tienen que trabajar también en rescatar esos programas para la niñez, habría que anunciarlos más, hacerlos visualmente más atractivos, pues en este mundo de tanta visualidad los niños consumen contenidos más visuales que dan una mirada estereotipada de las niñas y los niños (las Barbies, por ejemplo). Uno de los videojuegos más populares para las niñas pequeñas es de las muñequitas.
Esta vulnerabilidad que aparece en las niñas también se ve marcada en una adolescencia con problemas de autoestima, que puede derivar en adultas que conformarán su identidad a partir de su cuerpo; van a ver el valor que tienen como mujeres, como seres humanos, a partir de su cuerpo y de su erotización. Esto puede traer como consecuencia el cambio frecuente de pareja, la ausencia de proyectos de vida u otras prácticas que vienen dadas desde este momento.
LFA: Creo que urge valorar este problema, visibilizarlo e insistir en que va más allá que el hecho de que una niña use mucho maquillaje con poca edad o imite comportamientos adultos. Está en juego la construcción de la identidad femenina y cómo esas menores aprenden a valorarse solo sobre la base del atractivo y el deseo que despiertan. Es un tema a trabajar desde todos los espacios sociales