Acoso y comunicación: ¿legitimar el problema?

El acoso es una de las maneras en que más frecuentemente se manifiesta la violencia de género. Y una de las más naturalizadas. Sufrido en su mayoría por mujeres en espacios públicos, justo esa naturalización se incluye entre los principales desafíos para su prevención y eliminación. En la legitimación de este tipo de prácticas, sostenidas sobre estereotipos patriarcales, la comunicación ha jugado -y juega- un papel fundamental.

Al cierre de la semana internacional contra el acoso callejero, No a la Violencia invita a cuatro periodistas involucrados con el activismo de género a dialogar sobre el acercamiento a este tipo de violencia desde los medios de prensa y la comunicación pública. Esta vez responden a nuestras interrogantes Carolina García Salas, investigadora del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), Jesús Muñoz Machín, integrante de la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades (RIAM), Mónica Lezcano Lavandera, de Juventud rebelde y parte del proyecto Escaramujo, y Zulema Samuel del Sol, activista del proyecto MÁS, de la Facultad de Comunicación.

¿En qué consiste el fenómeno del acoso como forma de violencia de género?

Carolina García Salas: Mis acercamientos al tema se derivan, esencialmente, de la participación en un estudio sobre los imaginarios juveniles acerca de la violencia contra las mujeres, que realizó el Grupo de Estudios sobre Juventudes (GESJ), del CIPS. Esta investigación formó parte de un estudio comparado entre países de Centroamérica y el Caribe (El Salvador, Honduras, Guatemala, Nicaragua, República Dominicana y Cuba, más Colombia), y estuvo enmarcada en las acciones de colaboración entre CLACSO y OXFAM Latinoamérica.

Creo que el acoso, en tanto forma de violencia, es también resultante de las desigualdades de género; de la construcción, reproducción y legitimación de identidades, roles y estereotipos que subordinan un género a otro. El acoso tiene un marcado acento en la sexualidad y es un tipo de agresión que se puede ejercer de tantos modos como la violencia misma. Si bien es un tema que ha ganado visibilidad en los últimos años, sus expresiones más “sutiles” todavía suelen naturalizarse, circunscribirse al ámbito privado y, en consecuencia, desatenderse.

Jesús Muñoz Machín: Al acoso se le puede considerar una forma de violencia de género, porque está basada en la misma ideología que sustenta otras agresiones machistas: los hombres se creen con el derecho de juzgar (casi siempre en cuestiones asociadas a la apariencia) y acceder sexualmente a las mujeres. En esta manifestación de violencia de género existe una asimetría de poder evidente, en la cual el acoso es la manifestación objetiva de lo que está naturalizado en lo cultural, o sea, en los imaginarios colectivos. Desde que somos pequeños, se nos enseña que ellas y el espacio público nos pertenecen… Es muy raro que a un hombre no se le eduque pensando que las mujeres son para ser miradas, disfrutadas, piropeadas, lo que se convierte en una suerte de eufemismo del acoso.

Mónica Lezcano Lavandera: Desde que la adolescente comienza la pubertad y su cuerpo luce medianamente atractivo –teniendo en cuenta los patrones establecidos como belleza femenina-, se enfrenta sistemáticamente al acoso por parte de hombres. Estos entienden que por ser ellas mujeres “bellas” y “atractivas”, necesitan que se lo recuerden constantemente en contra de su voluntad, con expresiones desagradables y lacerantes, que tienen un impacto psicológico negativo. Tanto en el espacio público como en el privado y laboral, este rezago de la sociedad patriarcal no suele ser entendido realmente como violencia hasta que ocurren daños físicos a las acosadas. Luego, muchas veces estos daños se justifican con la manera en que se viste la mujer, las horas y lugares por los que transita sin compañía o la posición menor a la de un hombre en un puesto de trabajo, entre otras.

Pero aquel comportamiento que te haga caminar con miedo y con asco, que te haga cambiar de ruta, que te impida salir sola, que incluso te haga cuestionarte si usar determinada prenda de vestir o que impida un buen desarrollo profesional, refleja una violación a la libertad femenina y pone en evidencia las desigualdades de género y de relaciones de poder que se establecen en culturas patriarcales como las nuestras.

Zulema Samuel del Sol: El acoso es una de las formas en que se expresa la violencia de género y que se ha hecho cotidiana, porque la gente la ha naturalizado. Las personas piensan que “un piropo bien dicho” no es una forma de violencia, pero, aunque sea muy “bueno” o “elocuente”, el que lo dijo no pidió permiso para entrar a tu lógica de vida y hacer comentarios sobre tu vestimenta o tu forma de ser a través de sus propios criterios. Eso es lo más peligroso de este tipo de violencia, que se ha legitimado, a causa también de la herencia machista que tenemos. Se naturaliza mucho más a través de las propias producciones nacionales, de las películas en las que te ponen el piropo como una forma de cubanía y lo comparan con los pregones. Y es muy importante concientizar que esto no es así.

¿Cómo se legitima o no este tipo de violencia en los medios de prensa y la comunicación en general?

CGS: Creo que, paradójicamente, el acoso en los medios se legitima desde la invisibilidad y la omisión. En el caso de Cuba, hay claros avances en este sentido, pero hasta hace muy poco, cuando se hablaba de violencia de género, solo había referencias a las más tradicionales formas de ejercerla. Todavía hoy la violencia de género se representa con muchos estereotipos. No pocas veces, intentando desmontar unos, se contribuye a la legitimación de otros.

También hay desafíos en el abordaje del acoso o la violencia de género como problemas sociales. Muchas de las representaciones mediáticas vuelven a situarlo solo desde las subjetividades, como si se tratara de un asunto de dos, que atañe únicamente a agresores y víctimas.

De igual modo, es muy común encontrar en los medios construcciones de género tradicionales y hegemónicas, representaciones de lo femenino y lo masculino que no dan espacio a otras formas de ser y relacionarse, estigmatizaciones que sustentan relaciones de poder desiguales y, por lo tanto, la violencia de género.

JMM: Por lo general, el acoso no es tema de discusión en los medios de comunicación, como tampoco lo era en ningún otro ámbito social hasta hace poco. Los medios de comunicación contribuyen a naturalizar este fenómeno cuando muestran los cuerpos de las mujeres para ser observados y poseídos a placer por los hombres en teleseries, películas, novelas, publicidad y, sobre todo, en el video clip.

Son múltiples las manifestaciones de violencia simbólica que legitiman el acoso: fragmentar los cuerpos de las mujeres como si fueran carnes para ser “consumidas” y sin ningún tipo de humanidad; cuando se habla del “piropo” (acoso) como ejemplo de cubanía; y cuando se invisibilizan temas como el exhibicionismo público de los hombres, entre otras cuestiones…

Subrayo lo de la violencia simbólica porque es muy peligrosa, en tanto —como afirmaba siempre Isabel Moya— además de constituir en sí misma una agresión, se convierte en normalizadora de otras manifestaciones, como la violencia verbal, física, sexual, psicológica o económica.

La comunicación legitima el acoso porque al final es el reflejo de las creencias, representaciones, concepciones, valores, conductas e intereses generales y particulares de quienes gestan el proceso comunicativo. Si el acoso está legitimado, o peor aún, es una cuestión silenciada o invisibilizada, por supuesto el tema no se abordará de forma correcta en las diferentes plataformas de producción comunicativa.

MLL: Entender estas acciones como un fenómeno cultural que forma parte de la idiosincrasia del cubano es una forma evidente de legitimación de la violencia sexual y el acoso. En varias plataformas de comunicación se sigue mostrando el piropo y el “agasajo” a la belleza femenina como un hecho que debe producir placer en la mujer.

Creo que lo que realmente determina la legitimación del acoso en los medios es precisamente la no concientización de que el acoso es real y hace daño. Si se sigue mostrando el cuerpo femenino como objeto de deseo sexual en diferentes formatos publicitarios, comerciales y de entretenimiento, sin que exista un reconocimiento por parte de los productores de contenidos y de los directivos que aprueban su distribución de que es una mala práctica, seguirá existiendo el acoso en los medios. O, por otra parte, mientras se sigan generando grandes ingresos a partir de la cosificación del cuerpo femenino y no exista ningún tipo de penalidad por el uso abusivo de ello, seguiremos viviendo en la misma realidad.

ZSS: A veces se entiende y expresa erróneamente el piropo y otras formas de acoso como fenómenos asociados a la cubanía, a la idiosincrasia, a esa forma extrovertida que tiene el cubano de ser. Pensamos que es una forma más de sentirnos cercanos entre nosotros, como puede ser pedirle sal al vecino… Pero no lo es. Que se muestre como un chiste en nuestras películas, que se referencie en algunos artículos periodísticos como una forma del hombre de dar su valía, que la forma en la que la mujer pueda responder o no negativamente a los piropos se asocie a las características propias de una mujer desenfadada o segura de sí misma, es erróneo. Ese estereotipo del hombre educado que construye el piropo para acercarse a la mujer es también una forma en la que se naturaliza.

¿Cuáles son algunas posibles soluciones y acciones para el trabajo de estos temas en la comunicación?

CGS: Es necesario enfocar el tema desde los derechos, sensibilizar a la gente no solo para identificar la violencia sino para actuar frente a ella y diseñar productos comunicativos que visualicen los distintos tipos de violencia e inviten a la reflexión crítica sobre el tema. En este camino, visibilizar el acoso como forma de violencia implica desmontar imaginarios sociales muy fuertemente arraigados, conductas naturalizadas y no pocas veces promovidas y aplaudidas. Esto implica creatividad, sensibilidad y preparación. Los profesionales de los medios también tienen que desaprender valores y modos de relacionamiento asociados a la cultura y la historia de una sociedad patriarcal.

También hace falta diseñar estrategias adecuadas a las características de públicos específicos, teniendo en cuenta sus hábitos de consumo, códigos, lenguajes y percepciones de la realidad. Resulta imprescindible lograr una mayor diversidad en las representaciones de la violencia hacia las mujeres, a partir de la conexión entre dimensiones como el color de la piel, generaciones, territorio, clases y otras; la interrelación de estas singulariza la violencia y sus repercusiones.

Lograr una política en la que el género sea transversal a todo el sistema de comunicación del país, que regule y potencie construcciones cada vez más plurales de nuestra realidad, es uno de los más importantes retos.

JMM: Creo que lo primero es visibilizar el tema y generar debate público, aspectos en los cuales se dan los primeros pasos desde diversas iniciativas y que han alcanzado mayor presencia mediática en los meses recientes porque la campaña Evoluciona, del Centro OAR, ha focalizado el tema y lo ha colocado en diversas plataformas, radio, televisión y espacios virtuales.

Está claro que el tema del acoso sexual no fluye de manera natural en la programación de los medios de comunicación y suele emerger como parte de todo un movimiento externo de instituciones, organizaciones y activistas que abordan el tema y presionan para colocarlo en agenda. También hay que romper con la idea de que el acoso está solo asociado al tema del “piropo” en las calles, para abordarlo en entornos laborales, estudiantiles, familiares…

De forma paralela se debe trabajar en la sensibilización de la población en espacios más comunitarios, escolares, laborales, familiares, etc., porque la efectividad de los mensajes también depende del grado de conocimiento que tenga la población sobre una temática.

Personalmente creo que se debe trascender la sensibilización e insistir más en la formación más profunda, que realmente permita que en todos los ámbitos existan personas con los conocimientos adecuados para generar acciones proactivas contra el acoso. El espacio mediático es uno de los que necesita seguir insistiendo en la capacitación de sus profesionales.

Para abordar un tema tan naturalizado no creo que sea efectivo hablar todo el tiempo en términos de víctimas y victimarios (aunque sí se debe dejar claro el fundamento patriarcal y machista que sustenta el acoso y las desigualdades de poder entre hombres y mujeres), sino pensar en mensajes más asertivos que insten al involucramiento o colaboración de mujeres y hombres en las posibles soluciones. También sería oportuno mostrar historias de sobrevivientes del acoso —sin re victimizar— y relatos de hombres cuyas prácticas se alejan del machismo.

Otro aspecto importante es referir las consecuencias del acoso en la vida cotidiana de muchas personas que lo sufren o lo han sufrido, enfatizar que es un tema de derechos humanos, de acceso a espacios públicos, de agenda laboral (acoso laboral), en tanto dificulta el pleno desenvolvimiento de una persona en su trabajo y disminuye su productividad.

MLL: La principal acción es trabajar en el cambio de mentalidad y en la deconstrucción de los patrones actuales. Pero es un trabajo intensivo, que implica tiempo y recursos (tanto materiales como humanos), y esos recursos y tiempos muchas veces están destinados a aspectos que se entienden como supuestamente más medulares y necesarios.

Igualmente, debe seguir trabajándose en una política a nivel de país que no solo penalice la distribución y propaganda de materiales que legitimen el acoso, sino que vaya además a aspectos neurálgicos y al parecer más simples como la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres.

ZSS: Una primera solución que los medios deberían aplicar -no únicamente con el tema de la violencia de género- es buscar insumos para trabajar en todas las investigaciones que se han hecho en las diferentes facultades y universidades del país. La Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, por ejemplo, ha realizado experimentos muy curiosos sobre la forma en que la violencia de género es naturalizada por la sociedad.

Los medios y otros actores de la comunicación deben trabajar en función de educar a la sociedad en estos temas. No solamente pensando en los hombres, sino también en enseñar a las mujeres a no tolerar este tipo de agresiones. Además, es necesario hacer un periodismo que se parezca más a las necesidades del día a día y no tenga miedo de aceptar que somos todavía demasiado machistas y que aún nos quedan por rescatar muchos valores para ser una sociedad mejor.

Más allá de estigmas y estereotipos, es importante construir una ciudadanía que se respete a sí misma y en sus relaciones. Muchas veces pensamos que solo en el interior de las casas hay que respetar, pero además es importante entender que las calles también son un espacio compartido en el cual deberíamos preservar la seguridad tanto de mujeres como de hombres.

1 comentario

  1. MUY IMPORTANTE SEGUIR ABORDANDO ESTE TEMA QUE TANTO NOS AFECTA EN NUESTRA SOCIEDAD. GRACIAS POR SU GRANITO DE ARENA EN ESTA LUCHA CONTRA LA VIOLENCIA.

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