Una reflexión desde los derechos asertivos para afrontar la violencia contra la mujer

“Cuando una mujer tiene confianza en sí misma, es dueña del mundo y tiene el poder de cambiarlo”.

“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Ti: 1-7)

En su memorable “Ética a Nicómaco”, Aristóteles escribía, hace ya algún tiempo: “Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”.

¡Qué razón tenía el estagirita! ¡Cuán espinoso es el camino para entenderse con los otros!

Resulta que las relaciones humanas constituyen procesos básicamente psicosociales, cuya finalidad es unir y trazar relaciones entre las personas, lo suficientemente estables como para que se puedan formar colectividades, tanto en lo que es común, como en las diferencias. Basta con analizar la historia de la humanidad para percibir que gran parte de los conflictos y desacuerdos entre los seres humanos provienen de la incapacidad para crear y mantener relaciones adecuadas entre ellos.

Mientras se viva en sociedad, es imposible escapar del contacto con otros. Por eso, hombres y mujeres necesitan aprender a desenvolverse eficazmente con sus semejantes, en cualquier tiempo y contexto.

Si bien es cierto que es un ejercicio provechoso para todos, el entenderse socialmente ha sido y es una necesidad a la que se ha aspirado, pero que no siempre se ha logrado adecuadamente, muchas veces perdiendo de vista que las habilidades que la hacen posible pueden ser educadas y sistematizadas desde los procesos de aprendizaje.

En este examen cabe el análisis imprescindible del lugar que ha ocupado la enseñanza escolarizada para que, tanto hombres como mujeres, reconozcan que el respeto a los demás es esencial para una vida grata.

Desde hace siglos, la tendencia dominante en nuestro ámbito educacional ha sido la de legitimar una educación despersonalizada y disfuncional, en tanto reproduce los valores tradicionales y los conocimientos de la ciencia oficial y forma personas conformistas, adaptadas pasivamente a modos de existencia social que se suponen inalterables y estáticos.

En consecuencia, no prepara para la inserción en el mundo de hoy y del mañana, cada vez más complejo y dinámico, ni para hacer frente a los problemas de la cotidianidad, manifestándose como una formación educacional autoritaria y dogmática, estructurada como un calco de la jerarquía social del poder, por lo que no hay espacio para la comunicación, el diálogo, la divergencia, la reflexión y el compromiso; no posibilita tampoco formar personas aptas para vivir en sociedades auténticamente democráticas, construidas sobre la base del consenso, el pluralismo y el respeto a lo diferente.

Múltiples son las investigaciones de corte social, y especialmente de género, en las que se ha podido averiguar que, como tendencia, las mujeres somos educadas para ser dependientes y socialmente sumisas; es decir, para tener en cuenta las necesidades de los otros antes que las nuestras. Y coincido con una colega que afirma que, todavía en la actualidad, una mujer independiente y que sabe defender sus derechos personales es tachada de egoísta, masculina, poco femenina, o histérica.

Si usted sale a la calle y pregunta a las personas si conocen sus derechos en el trabajo, quizás algunas sabrán responder; en la escuela ocurrirá otro tanto; si indaga sobre derechos legales, muchas le harán disertaciones completas y así podrá preguntar sobre derechos de todo tipo, en muchos espacios sociales, y sin duda encontrará algunas respuestas.

Sin embargo, otra cosa sucede cuando se consulta sobre los derechos asertivos de las personas. Pocas saben siquiera qué significa la palabra y así se transita por la vida sin respetar otros criterios y atropellando y violentando a los demás.

Si hablamos de las mujeres, este término adquiere significación especial por dos razones fundamentales: una, porque a nosotras se nos viene preparando desde nuestras pequeñas cunas para que, en muy escasas ocasiones, digamos nuestro parecer, principalmente si el contexto es adverso.

La otra, porque la mayoría de las veces culpamos a los demás, y especialmente a los hombres, de que nos maltratan y no somos respetadas en cualquier interacción con ellos; sin embargo, el inicio de todas las relaciones interpersonales y de género adecuadas y respetuosas pasa por aprender A VALORARNOS Y RESPETARNOS A NOSOTRAS MISMAS.

La asertividad es una expresión adecuada de oposición y también de afecto, de acuerdo con el momento concreto, respetando el derecho por el criterio ajeno. Por lo cual, una persona asertiva tiene libertad psicológica suficiente como para expresar sus derechos y sentimientos personales, sin violar el derecho de los demás y sin sentir ansiedad, culpa o temor por la expresión de los mismos.

En las relaciones de pareja se producen una serie de comportamientos interactivos cotidianos que son muy difíciles de percibir como violencia, pero que son la esencia de la misma, su “caldo de cultivo”.

Investigadores de las ciencias sociales plantean que someter a una mujer, día tras día, al silencio, consigue provocar en ella inhibición, desconfianza en sí misma y disminución de su autoestima, además de sentimientos de desamparo, confusión, culpa y dudas.

Si bien es cierto que la violación de los derechos asertivos ocurre en cualquier sexo, somos las mujeres las más vulnerables en este sentido por haber recibido una educación, desde todos los agentes de socialización, que genera sentido de inferioridad ante cualquier relación social con los hombres.

Este análisis es una invitación a enseñar desde las familias, las escuelas y cualquier espacio en que habite una sola mujer su derecho a decir NO, cuando estime que deba hacerlo:

DERECHOS ASERTIVOS

• Usted es quien debe juzgar su conducta, pensamientos y emociones y hacerse responsable de ellos.

• Usted no está obligada a ofrecer excusas o razones que justifiquen todo el tiempo su comportamiento, salvo cuando está estrictamente establecido que así se haga.

• Usted debe decidir hasta qué punto está obligada a buscar soluciones a los problemas de otros (también debe estar preparado para aceptar que los otros no están obligados a darle solución a los suyos).

• Usted tiene derecho a variar una decisión o un criterio anterior.

• Usted puede cometer errores y debe responsabilizarse con ellos. (Un error no es una catástrofe, todos los seres humanos cometemos errores; lo sano es aprender de ellos y aceptarlos como lo que son, sin exagerar su importancia, ni tampoco minimizarlos).

• Usted tiene derecho a decir “yo no sé” o “no comprendo”. Es absurdo pretender ser infalible.

• Usted tiene derecho a decir NO. Este derecho es sumamente importante en nuestra vida cotidiana porque en múltiples ocasiones nos complicamos demasiado la vida por tratar de quedar bien y, en ocasiones nos sobrecargamos tanto con lo que aceptamos que no quedamos bien en absoluto, ni con los demás, ni con nosotras mismas.

• Usted tiene derecho a ser independiente de la opinión, benevolencia o autoridad de otros y oponerse a ella si es su criterio. (No solo tengamos en cuenta las opiniones y autoridad de los demás, sino también la benevolencia, porque existen muchas sugerencias benevolentes que nos obligan tácitamente a hacer lo que no queremos y a no hacer lo que queremos).

• Usted tiene derecho a pensar y expresar ‘no me interesa’, cuando lo estime oportuno.

A menudo se estereotipa a la mujer como expresión de integridad y corrección en cuanto a su relación con los hombres, pues se supone que debemos siempre asumir posturas ecuánimes, silenciosas, analíticas y metódicas cuando entablamos diálogos con ellos (y créanme que para nada estoy en contra de la afable educación formal y el comportamiento razonado). Pero ello no debe ser indicador de silencios y sumisiones, cuando no estamos de acuerdo con posturas contrarias a las que defendemos.

Siempre será el diálogo en igualdad de condiciones lo que determine nuestros encuentros y no las presiones de comportamientos perfectos en aras de exhibir una postura que nos obliga a dejar de ser nosotras mismas. Pero para lograr lo anterior también debemos de evitar ciertas distorsiones del pensamiento lógico que suelen provocar emociones desagradables en nosotras, y son llamadas ideas irracionales:

PENSAMIENTO TODO O NADA: Usted está viéndolo todo en categorías blanco o negro. Si sus resultados no llegan a ser perfectos, se considera un completo fracaso.

GENERALIZACION EXCESIVA: Usted considera un solo hecho negativo como si fuera un completo modelo de derrota.

ETIQUETACIÓN Y ETIQUETACIÓN ERRÓNEA: Esta es una forma extrema de generalización excesiva. En lugar de describir su error, usted le pone una etiqueta negativa para usted mismo: “soy una perdedora”. Cuando la conducta de alguien no le sienta bien, le pone otra etiqueta negativa: “es un maldito piojoso”. La atribución de etiquetas erróneas implica la descripción de un hecho con un lenguaje muy vívido y con una gran carga emocional.

FILTRO MENTAL: Usted escoge un solo detalle negativo y se fija exclusivamente en él, de modo que su visión de toda la realidad se oscurece, como la gota de tinta que tiñe toda la jarra de agua.

DESCALIFICACIÓN DE LO POSITIVO: Usted rechaza las experiencias positivas insistiendo en que “no cuentan”, por una u otra razón. De este modo, puede mantener una creencia negativa que se contradice con sus experiencias cotidianas.

CONCLUSIONES APRESURADAS: Usted hace una interpretación negativa aunque no existan hechos definidos que fundamenten convincentemente su conclusión.

MAGNIFICACIÓN (CATÁSTROFE) O MINIMIZACIÓN: Usted exagera la importancia de las cosas (como por ejemplo, un error suyo o el logro de algún otro), o reduce las cosas indebidamente hasta que parecen diminutas (sus propias cualidades más notables o las imperfecciones de otro). A esto se le denomina también el “truco binocular”.

RAZONAMIENTO EMOCIONAL: Usted supone que sus emociones negativas reflejan necesariamente lo que son las cosas en la realidad: “lo siento, luego es verdad”.

ENUNCIACIÓN “DEBERÍA”: Usted trata de motivarse con “deberías” y “no deberías”, como si tuvieran que azotarla o castigarla antes de esperar que usted haga algo. La consecuencia emocional es la culpa. Cuando dirige este tipo de enunciación hacia los demás, siente irritación, frustración y resentimiento.

PERSONALIZACIÓN: Se ve a sí misma como la causa de algún hecho negativo externo del cual, en realidad, usted no ha sido básicamente responsable.

Lograr dominio propio de nuestros comportamientos y aprender a expresar respeto por la opinión de los demás es un proceso complejo y extenso. No ocurre de hoy para mañana. Enseñémosles entonces a nuestras niñas y niños, desde los programas educativos, cómo se auto controlan las emociones para lograr establecer relaciones de paz.

Ojalá en nuestros centros educacionales, más allá de aprender las necesarias materias que hoy se imparten, se mostraran también formas prácticas de ser más asertivas. Ese sería un camino certero para reconocer actitudes violentas, pero más que esto, una herramienta para evitarlas.

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