Un hombre golpea a una mujer frente a un grupo de personas. La mayoría de los testigos desaprueba el hecho, algunos permanecen indiferentes. De repente, afloran las frases más comunes ante escenas de este tipo: «Si le pegó, fue por algo» o «entre marido y mujer nadie se debe meter».
El machismo, con sus resortes culturales, se convierte en la justificación para que los hombres cometan impunemente actos de agresión contra las mujeres en diversos espacios: relaciones de pareja, centros laborales, escuelas, entre otros. A través de la violencia de género, los varones refirman su posición dominante en las relaciones de poder con respecto a las mujeres.
El ejemplo utilizado al inicio del trabajo ha sido muy socorrido en la prensa, no obstante, mantiene vigencia porque la violencia de género es un problema no resuelto. Tampoco es esa la única forma en que se manifiesta el fenómeno, pues además de las agresiones físicas, abundan las verbales, psicológicas, sexuales y económicas.
La violencia no es fácil de identificar, sobre todo porque las normas, valores, creencias, estereotipos y actitudes que aprendemos desde niños, y que son la base de las desigualdades de género, suelen legitimar los comportamientos agresivos.
En la actualidad, en un contexto signado por la cultura machista, las inequidades y la desigualdad, son alarmantes las estadísticas sobre la violencia de género. Según la Organización de Naciones Unidas (ONU), alrededor de 70 por ciento de las mujeres han sido agredidas alguna vez en su vida. Se reconoce, además, que entre 500.000 y dos millones de personas son víctimas de la trata y la prostitución forzada en condiciones que asemejan la esclavitud; cifras en las que ellas representan el 80 por ciento de las víctimas.
Para enfrentar estas realidades, el Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, lanzó en febrero de 2008 la campaña global «ÚNETE para poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas», dirigida a todas aquellas personas que, desde diferentes sectores sociales, puedan realizar acciones positivas a favor de una cultura de paz.
Latinoamérica se sumó a la campaña en 2009, mientras Cuba alcanzaba mayor protagonismo a partir de 2011. Muchas han sido las acciones realizadas en la isla desde entonces, con énfasis en el trabajo comunitario con mujeres y hombres, la obtención de apoyo institucional y la capacitación de líderes de opinión en el arte y el deporte.
Deporte comprometido
En Cuba, suelen reunirse cientos y en algunos casos miles de personas para disfrutar de los espectáculos deportivos. Quienes no asisten a los estadios observan las competiciones en la televisión o las escuchan a través de la radio.
Los escenarios atléticos son espacios idóneos para compartir con familiares y amigos, sin embargo, en muchos de estos escenarios priman también los sucesos violentos, los que involucran a deportistas y aficionados.
Para emitir mensajes contrarios a la violencia se creó la Red de Deportistas ÚNETE, como parte de la campaña mundial por la no violencia. Dicha iniciativa, rectorada por la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades (RIAM), realizó la adhesión de los primeros cinco miembros el pasado 30 de agosto, en el capitalino Pabellón Cuba.
Eugenio George, entrenador del siglo XX en el voleibol femenino; Osmany Torres, ex capitán del equipo sub-17 de fútbol, y los futbolistas de la selección sub-20 Abel Martínez, Andy Baquero y Daniel Luis fueron los precursores del grupo de atletas ÚNETE. Posteriormente se sumaron la entrenadora de fútbol femenino Yunelsis Rodríguez, su homólogo en selecciones masculinas Darién Díaz y Alejandro Céspedes, comentarista deportivo de Tele Pinar.
«Los atletas pueden aportar mucho en un país tan deportivo como Cuba. No debemos permitir que los hechos violentos empañen todo lo bueno que puede generar el deporte en la vida de las personas», apunta Osmany Torres, quien es periodista de la emisora capitalina COCO.
Según Torres, recientemente se ha insertado a la red el luchador santiaguero Ismael Borrero, integrante de la selección nacional del estilo grecorromano. «La incorporación de Borrero permite trabajar con los atletas de deportes de combate, quienes tradicionalmente son estigmatizaos como personas violentas y no siempre es así», sostiene.
La Red de Deportistas ÚNETE también ha integrado a las muchachas del equipo de fútbol femenino de La Habana. Muchas de esas atletas han sufrido discriminación por incursionar en un deporte supuestamente masculino, situación que ocurre en otras disciplinas como lucha libre, levantamiento de pesas y béisbol.
Para la entrenadora de fútbol Yunelsis Rodríguez, no solo se trata de lograr un apoyo de las instituciones, sino de que las atletas fortalezcan su autoestima y sean capaces de exigir sus derechos. Además, agrega, «es una labor que debe involucrar a los varones».
*Fragmentos/ Tomado de Cubahora