Como parte de los objetivos del Decenio Internacional de los pueblos afrodescendientes (2015-2024), se requieren nuevas lecturas del problema racial en Cuba. Mi propuesta es hacerlas en clave decolonial. El enfoque del tema desde esta perspectiva sitúa la premisa de comprender que “el racismo en las relaciones sociales cotidianas no es, pues, la única manifestación de la colonialidad del poder, pero es sin dudas la más perceptible y omnipresente. Por eso mismo, no ha dejado de ser el principal campo de conflicto”[1].

Lo decolonial no es solo teoría crítica, es movimiento social contra hegemónico. Representa un proyecto histórico de lucha por la igualdad social, desde las poblaciones vunerabilizadas, pero también para ellas y mediante su propia acción política. La invisibilidad del pensamiento social afrocubano de todos los tiempos sigue siendo un asunto a solucionar en la lucha contra el racismo, proceso que obstaculiza el auto re/conocerse a sí mismo(a) y a las fuerzas aliadas. La recuperación de sus historias es premisa para convertir sus narrativas subalternas en base para el fortalecimiento de sus luchas.

La persistencia del racismo en Cuba es una problemática compleja, que refleja tendencias de reanimación. Su contexto explicativo articula la herencia cultural, la desventaja social acumulada, las políticas públicas aplicadas y los nuevos procesos sociales generados durante la transición socialista. Contribuyen a ello diversos factores y agentes tales como:

  • Errónea consideración de la erradicación del racismo, invisibilidad y politización del tema como un peligro para la unidad nacional. Insuficiente abordaje en los procesos educativos y en la historia nacional. Prácticamente, se desconocen a las heroínas negras, que integran una masa sin rostro, ni voz propia.
  • Vía de solución adoptada a partir de políticas públicas universales de inclusión social, sin la sostenida complementación con acciones de focalización y reconocimiento; unido a la capacidad diferenciada para aprovechar las oportunidades de desarrollo y el acaparamiento de estas por determinados grupos sociales, fundamentalmente varones y blancos. Débil evaluación de impacto de tales políticas y de los mecanismos de participación.
  • Recomposición de la estructura social con la ampliación de las desigualdades sociales generadas por la prolongado crisis económica de los noventa y el proceso de “actualización” del modelo económico y social, que reconfigura la estructura de propiedad y dinamiza el sector privado.
  • Desfasaje entre la cobertura legal e institucional y el despliegue de la ciudadanía frente a las nuevas realidades socioeconómicas, ante la discriminación racial y otras. Ello marca la diferencia con países en la región donde “(…) el logro principal desde Santiago[2]había sido la creación en Latinoamérica de agendas, marcos normativos e instituciones especializadas en la lucha contra la discriminación racial”.
  • Accionar aún disperso, poco estructurado y no legitimado jurídica e institucionalmente, de las organizaciones enfocadas de la sociedad civil dedicadas a la problemática “racial”.
  • Insuficiente abordaje académico del tema. También, influyen los imaginarios sociales racializados y las autolimitaciones.

Si bien en Cuba la cuestión “racial” se distingue de la situación mundial y regional, estudios regionales comparados[3]acerca de las desigualdades sociales confirman que no se trata de un racismo estructural. Las transformaciones del problema después del triunfo de la Revolución transitan desde su más alta prioridad en las políticas públicas, su posterior asunción como problema resuelto, hasta su agudización actual. La discriminación racial abandona el espacio privado, se hace más visible en esferas clave de la sociedad, como la laboral y en el acceso a servicios privados.

En julio de 2017 se produce la primera denuncia por discriminación racial conocida públicamente en el país, formulada por una joven negra, y se inicia un proceso penal sustentado en la violación del derecho a la igualdad. Ello ha promovido mayor reinserción del tema en el discurso político y debate público. El racismo va dejando de ser un tema tabú, aunque aún sin un replanteamiento teórico y práctico de fondo diferente en todos los ámbitos.

Se ha demostrado que la población afrocubana predomina en el patrón de vulnerabilidad familiar[4]y especialmente en las situaciones de pobreza.

En particular, las mujeres negras son mayoritariamente subalternas en el sector privado y emergente -asociado al turismo y a la inversión extranjera- de la economía nacional, donde se generan mayores ingresos personales y status de reconocimiento social.

Un acercamiento a la situación actual en Cuba implica valorar cuáles son las transformaciones principales en la lucha contra el racismo. La primera de ellas es la ampliación del activismo, que ya no se concentra en lo fundamental en el ámbito sociocultural.

Se ha valorado que el movimiento afrodescendiente cubano se ha ampliado desde su surgimiento en la década del noventa e incluye activistas que desarrollan su trabajo en diversas esferas. Entre estas se encuentran iniciativas comunitarias; proyectos culturales y artísticos; redes de colaboración con la participación de intelectuales y académicos; organizaciones que articulan demandas desde el lenguaje de los derechos ciudadanos y jurídicos; plataformas de diseminación de información sobre la lucha antirracista; así como representantes de organizaciones oficiales vinculadas a estos temas[5].

En segundo lugar, se muestran pasos hacia el establecimiento de una estructura organizativa que integre las diversas fuerzas del activismo afrodescendiente, sobre la base de una plataforma de lucha común o aspectos centrales compartidos y explícitamente acordados. En 2011, manteniendo la independencia organizativa y funcional, confluyen en un mecanismo de integración que es la Articulación Regional Afrodescendiente (ARA), capítulo Cuba (ARAC). Pero se mantienen diferencias de enfoque y prácticas que obstaculizan esta integración.

En tercer lugar, el giro más significativo de esta ampliación lo constituye la extensión al barrio, con el surgimiento de nuevas organizaciones caracterizadas por un amplio liderazgo de mujeres negras, que tienen capacidad de articulación de disímiles proyectos y de diálogo con las academias. Resulta ilustrativo el caso de la Red Barrial Afrodescendiente, con resultados concretos

en el bienestar y el empoderamiento de la población negra. Pero estas organizaciones no han sido reconocidas oficialmente y son invisibles en materia comunicacional.

En cuarto lugar se hallan las iniciativas académicas encaminadas al reconocimiento y la reparación desde las academias, con fuerte participación de mujeres negras. Sobresalen los talleres sobre relaciones raciales y de desigualdad auspiciados por el Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello, el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS) y la Universidad de Harvard, la primera Escuela Internacional de Postgrado CLACSO “sobre afrodescendencias en Cuba” y el replanteo de los vínculos entre academias y activismo hacia una mayor articulación. Se une a estos empeños el hecho de la creación del eje afrolatinidades en el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales en el año 2016; donde por primera vez una mujer negra cubana dirige un grupo de trabajo.

De ese modo, sigue en pie el desafío martiano: “Esa de racista está siendo una palabra confusa y hay que ponerla en claro. El hombre no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una raza o a otra: dígase hombre, y ya se dicen todos los derechos”.

Tal panorama transcurre en una situación regional de desaceleración y retrocesos de la lucha contra el racismo, bajo el impacto de la recolonización neoliberal. Sobre este tema continuaremos reflexionado en venideros diálogos.

 


[1] Quijano, A. (2000). “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina,” en La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas Latinoamericanas, Compilador: Edgardo Lander, Pp. 246-280. Buenos Aires: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.

[2] Conferencia Regional contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, celebrada en Santiago de Chile en el año 2001.

[3] Entre ellos es relevante el estudio Legacies of race: identities, attitudes and politicis en Brazil, realizado por Stanley R. Baileym en 2009, por la Stanford Univesity

[4] Son los grupos familiares sobre los cuales, debido a determinadas características tales como: lugar de residencia, estructura interna, condiciones socioeconómicas, jefatura de hogar, riesgo ambiental, condicionantes históricas y socioculturales, recaen con mayor fuerza los efectos de crisis u otros factores negativos y tienen menor capacidad para afrontarlos.

[5] Universidad de Harvard (2017). El movimiento afrodescendiente cubano: La reunión de Harvard. Boston: Universidad de Harvard.

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