Cuando se abordan los temas de violencia psicológica, muchas veces queda soslayado el escenario laboral y justamente en ese ámbito ocurre un tipo de violencia que en algunas ocasiones se gesta de manera sutil, pero tiene un fuerte impacto psicológico y físico, que puede llegar a ser irreversible. Nos estamos refiriendo al mobbing1.
Derivado del verbo en inglés to mob («acosar», «hostigar», «acorralar en grupo»), se trata de un proceso complejo, resultado de la participación de factores diversos. El acoso laboral es tan antiguo como el propio trabajo, pues la presión en el entorno de trabajo siempre ha existido. Sin embargo, el fenómeno que nos ocupa, entendido básicamente como una forma de abuso psicológico que ocurre en el lugar de trabajo, permaneció invisible durante mucho tiempo; pero ha adquirido gran protagonismo en los últimos años en el campo de la psicología de las organizaciones.
Una de las posibles causas de esta reciente visualización del fenómeno son los datos aportados desde la investigación y la praxis, los cuales han permitido no solo identificar la existencia del mobbing, sino también los efectos negativos directos que provoca tanto en los trabajadores como en las propias organizaciones.
En la literatura científica hallamos muchos nombres referidos a este mismo concepto: «acoso laboral», «acoso psicológico», «acoso moral», «psicoterror laboral» u «hostigamiento psicológico en el trabajo». Se ha difundido que fue el científico sueco Heinz Leymann quien investigó el fenómeno en la década del ochenta y años después utilizó por primera vez el término mobbing para referirse al problema. La realidad es que todavía hay total consenso en relación con el término y existen desacuerdos en las cuestiones teóricas y metodológicas en torno a esta manifestación de violencia.
El mobbing es una situación laboral repetida y mantenida en el tiempo, que conlleva una serie de agresiones psicológicas que atentan contra la integridad y la dignidad personal y profesional del trabajador afectado. Supone un riesgo laboral con importantes consecuencias físicas, psicológicas y sociales para la salud de la víctima.
Este tipo de conductas agresivas suele surgir de manera discreta, pero puede alcanzar niveles de agresión inimaginables que terminan en una estrategia más para el despido laboral, sin que se presente una comunicación formal para ello, o bien en un procedimiento lícito para hacer saber a alguien que su presencia es indeseable en el sitio de trabajo. El acoso se convierte en la estrategia que utilizan los seres humanos que laboran en el lugar para manejar a su antojo sus intereses dentro de la empresa o institución.
De acuerdo con especialistas, el mobbing es el acoso Constante, Contra alguien y Con intención (la llamada regla de las 3C) que sufre una persona al ser atacada, con razón o sin ella, por compañeros de trabajo, descalificando sus capacidades, compromiso laboral u honestidad.
Entre sus manifestaciones concretas está el gritar, avasallar o insultar a la víctima cuando está sola o en presencia de otras personas, sobrecargarla selectivamente con mucho trabajo y quitarle áreas de responsabilidad clave, ofreciéndole a cambio tareas rutinarias, sin interés o incluso ningún trabajo.
Las víctimas reciben una violencia psicológica injustificada a través de actos negativos y hostiles en el trabajo por parte de sus compañeros, subalternos (vertical ascendente) o superiores (vertical descendente), de forma sistemática y recurrente, durante un tiempo prolongado, a lo largo de meses e incluso años. Lo que se pretende en último término con este hostigamiento, intimidación o perturbación es el abandono del trabajo por parte de la víctima o víctimas.
La característica principal del mobbing es que se trata de un ataque grupal. Los ataques grupales tienen casi siempre un autor intelectual, derivan de ideas preconcebidas sobre cuándo y dónde y a quién atacar, pero sobre todo por qué atacar a alguien, específicamente. El acoso laboral, para que se desarrolle, requiere ser pensado, se necesita tiempo y conocimiento sobre la persona que será acosado/a.
Investigaciones cualitativas y aproximaciones cuantitativas al fenómeno han constatado experiencias dramáticas que han llegado a los asesinatos y suicidios, y también al padecimiento de enfermedades como fibromialgia, parálisis facial, alteraciones mentales y hasta infartos; historias que se pudieron evitar o no debieron haber ocurrido.
A medida que ha sido estudiado, el mobbing, por sus implicaciones para la salud, jurídicas y empresariales, se ha ido colocando en el centro del interés científico en el área de la salud ocupacional y, según Jesús Felipe Uribe, investigador de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), «es un problema de salud pública».
Las mujeres y el mobbing
Al estudiar esta forma de violencia requieren atención especial aquellos grupos de personas que pudieran considerarse «de riesgo» por su propensión a ser sujetos del mobbing. Generalmente, el primero que se menciona es el de las mujeres.
La violencia de género no solo ocurre en los espacios más íntimos como es el hogar, sino que también abunda en los espacios laborales. Este tipo de agresión se caracteriza por un rechazo y/o persecución a mujeres que destacan en el medio laboral, ya sea por sus características físicas, grados de inteligencia o empatía. Estas situaciones las colocan en posición de vulnerabilidad o indefensión; además de que las agresiones pueden progresar a la invasión de aspectos de la vida privada.
Se detecta sistemáticamente una mayor proporción de hombres acosadores y de mujeres acosadas. Las investigaciones refieren con frecuencia que el porcentaje actual de personas afectadas por el mobbing es más alto en las mujeres que en los hombres. Por su parte, estudios de la UNAM especifican que, a nivel mundial, esta práctica suele ser 2,5 veces más frecuente en contra de las mujeres.
En diversas culturas y a lo largo de la historia de la humanidad las mujeres han sido relegadas al espacio doméstico, a las funciones reproductivas, al cuidado de los hijos y de los esposos.
Con la inserción masiva de ellas en el mercado laboral a mediados del siglo XX se generaron cambios en las relaciones laborales. No obstante, a pesar de que han pasado varias décadas, todavía suceden importantes eventos discriminativos y violentos contra las mujeres, que tienen su origen en las reglas del patriarcado.
Investigaciones encaminadas a explicar el proceso de conformación del acoso laboral dirigido hacia las mujeres en las instituciones y organizaciones explican que ellas registran múltiples experiencias de diferentes tipos de acoso, en tanto están sujetas a las diversas formas de opresión de género construidas históricamente. Así, viven con mayor frecuencia acoso en el trabajo, que no siempre es necesariamente sexual.
El cuerpo femenino ha sido depositario de múltiples violencias y no escapa al acoso laboral. Por ejemplo, suelen ser más burladas las mujeres que no cumplen con los patrones de belleza o no son atractivas. En tanto, las trabajadoras atractivas, que sobresalen del común denominador, se convierten en el blanco de los acosos sexuales y, de esta manera, son doblemente castigadas: por un lado, por las mismas mujeres del entorno laboral y, por el otro, por los hombres.
Por otra parte, suele ocurrir que cuando los hombres sienten que las mujeres pueden rebasar sus logros –por haber obtenido mayores logros académicos, por ejemplo– se desata la agresión directa e indirecta sobre ellas: se dispara el acoso laboral.
Las mujeres, según los estereotipos de género, han estado sujetas a la creencia de que son conciliadoras, sumisas e incapaces de ejercer maldad. En muchos ambientes de trabajo, las mujeres prefieren tener como jefes a los hombres, ya que existe una idea generalizada de que las mujeres agreden más a otras mujeres e impiden su desarrollo profesional.
Esto no es más que la muestra de prejuicios sociales, ya que las mismas mujeres tienden a establecer relaciones más empáticas con algunos hombres y obedecen con mayor facilidad los mandatos masculinos; comportamiento vinculado a la forma en que fueron educadas.
El sistema patriarcal, en tanto que ha formado parte de la cultura dominante durante siglos, ha hecho posible que algunas mujeres desprecien a otras mujeres y no reconozcan sus trayectorias laborales o académicas.
Ya sabemos que, a menudo, el lenguaje camufla un machismo encubierto. Así sucede con otra manifestación del acoso laboral, el mal nombrado «mobbing maternal». No podemos dejarnos engañar por falsos términos, el acoso a la mujer que acaba de ser madre o que está embarazada es una actuación de violencia de género (que no nos asuste usar las palabras adecuadas), pero esta vez enmarcada en el ámbito laboral, en lugar del conyugal. El término correcto para estas situaciones es acoso laboral a la madre trabajadora, o sea, discriminación dentro del entorno laboral a las mujeres por su condición de madres, una forma de discriminación por razón de sexo, ya que solo la mujer queda embarazada.
Consideraciones finales
En relación con el mobbing, existen todavía aspectos importantes que no han sido resueltos. Nos referimos tanto a elementos teóricos y/o metodológicos, como a herramientas prácticas para su detección y enfrentamiento.
Lamentablemente, aunque han ido reduciendo su número, existen todavía bastantes países en los que el mobbing –como concepto- es desconocido, debido probablemente a que se trata de un fenómeno todavía de difusión restringida, de baja visibilidad y de difícil objetivación. En esto influyen la escasez de estudios científicos, las diferencias económicas y los desiguales niveles de desarrollo social.
En cualquier caso, el empleo del concepto del mobbing para el estudio de los ambientes laborales ha permitido reconocer que se está trabajando en ambientes que pueden llegar a ser altamente tóxicos y que se trata de un problema social, económico, conductual y de salud.
El mobbing, como forma de la violencia de género, prevalece en muchas organizaciones, aunque su existencia todavía puede estar en discusión para algunos. Se requiere de reflexiones personales, colectivas y de políticas específicas para frenar las rivalidades que trae como consecuencia la violencia de género, la cual finalmente desencadena violencia laboral.
Salvaguardar los derechos de la mujer como madre, en el trabajo, es uno de los objetivos de la Organización de Naciones Unidas, que propone como situación más favorable no solo que tener hijos no sea motivo de despido, sino que se permita a las madres invertir más tiempo con ellos, permitiendo que escojan su horario laboral.
Participemos con la fuerza que se necesita para que este fenómeno, que es el resultado negativo de unas formas injustas de «organizar» las relaciones de poder en el lugar de trabajo, reciba la atención de las ciencias sociales, de los medios de comunicación social, de las administraciones públicas y de la sociedad en general. Cambiemos, este otro rostro de la violencia.
Notas
1 El profesor Heinz Leymann, doctor en Psicología del Trabajo y profesor de la Universidad de Estocolmo, fue el primero en definir este término durante un Congreso sobre Higiene y Seguridad en el Trabajo, en 1990.