«Pies para qué los quiero, si tengo alas para volar»
Frida Kahlo
Aun cuando la sexualidad continúe siendo para algunos un tema prohibido, lo cierto es que muchas de esas ideas, no tan absurdas si se tiene en cuenta el momento histórico en que se produjeron, se han logrado desbancar con el paso del tiempo.
Hoy ya es común escuchar hablar sobre los derechos sexuales, la salud y educación sexual, etcétera. En fin, sobre toda una gama de conceptos que integran la sexualidad a la vida de los seres humanos «potencialmente capaces de asumirla». Lamentablemente, el tratamiento de esta temática para el caso de las mujeres con discapacidad no ha transcurrido con la misma suerte.
Según afirma Castro1, en la literatura se insiste en la atención multilateral a la salud de estas personas que sufren una limitación de sus posibilidades físicas y motoras, se estudia el origen del déficit, las formas de tratamiento y compensación, los procedimientos para recuperar la independencia, ganar en autovalidismo, entre otros muchos aspectos; pero pocas veces se aborda el tema de su sexualidad, pues continúa valorándose como algo inalcanzable para estas personas, sin tener en cuenta que con eso solo se limita sus verdaderas necesidades y se incurre en un acto de potencial violencia, pues implica una limitación de sus derechos. ¿Será que no se les considera potencialmente capaces de asumir una sexualidad satisfactoria?
No se trata de lanzarnos a ciegas a implementar estrategias para impulsar la educación, orientación y terapia sexual de estas mujeres; sino de conocer y comprender «cómo» se da la búsqueda de satisfacción en ellas (para desmitificar las falsas creencias que muchas veces nosotros mismos promovemos).
Me pareció interesante abordar esta perspectiva en las personas con discapacidades físicomotoras severas; y no porque tuviera todas las respuestas, sino porque cuando intentaba imaginarme cómo experimentan la sexualidad, teniendo en cuenta que el placer pasa siempre por lo corporal, lo físico (que no lo genital), me surgían miles de dudas: Y si la parálisis les impide moverse, reconocerse y tocarse a sí mismas, o les imposibilita el coito y dar una caricia, ¿qué hacen? ¿Y si no encuentran pareja: basta solo con el goce autoerótico? ¿Tienen la posibilidad de reproducirse, de tener hijos? ¿Y si los tienen, el niño o niña estará en riesgo de heredar alguna limitación? ¿Por qué es necesaria la educación para la sexualidad de estas personas?
El presente ensayo intenta aproximarse a lo que pudiera ser considerado como la sexualidad de las mujeres con discapacidades físico-motoras, poniendo énfasis en el tratamiento que actualmente la sociedad brinda a sus derechos y en el acto de violencia que implica no reconocerlos.
Generalidades en torno a un tema complejo
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la asociación Mundial de Sexología (WAS) definen la sexualidad como «una dimensión que incluye la identidad sexual y genérica, la orientación sexual, el erotismo, los apegos emocionales/el amor y la reproducción. Se experimenta y expresa en pensamientos, fantasías, deseos, creencias y valores, actividades, prácticas y relaciones. (…) es el resultado del interjuego de factores biológicos, socioeconómicos, culturales, éticos y espirituales».
De todas las definiciones encontradas de sexualidad, la anterior me pareció la más abarcadora y consecuente, aunque en la misma extensión se pierde, quizás, su esencia.
En este ensayo la entenderemos como inherente al ser humano durante todo su ciclo vital, abarcando aspectos tanto biológicos, psicológicos, socioeconómicos, culturales, éticos como espirituales. En un resumen breve, diría que la sexualidad no es más que la búsqueda de satisfacción (placer) que trasciende lo puramente genital, aunque no lo corporal. No obstante, para los fines que se persiguen, el concepto que emiten la OPS y la WAS es oportuno, sobre todo porque se reconocen las cinco dimensiones que la integran: la identidad sexual y de género, la orientación sexual, el erotismo, los apegos emocionales/el amor (dígase vínculo afectivo) y la reproducción.
En el caso de la discapacidad, según la Clasificación Internacional de Deficiencias, Discapacidades
y Minusvalía (CIDDM) (2001), el concepto comprende «toda restricción o ausencia (debido a una
deficiencia) de la capacidad de realizar una actividad en la forma o dentro del margen que se considera normal para un ser humano».
Considero que tan solo el uso de la palabra estigmatiza. Aunque este debate no es el centro del
presente trabajo, queda la sugerencia para la reflexión, pues en la conceptualización y utilización del término estriban varias discriminaciones. Tampoco se trata de buscar términos que escondan la condición de la persona, sino simplemente de no crearlos. En un intento de atenuar tal efecto, en este ensayo se empleará el término «personas con discapacidad» (nunca discapacitados); aunque actualmente hay quienes utilizan el de «diversidad funcional»2.
Dentro de las clasificaciones de discapacidad que hace la Organización Mundial de la Salud (OMS) (sensorial, intelectual, psíquica), la físico-motora es una de ellas. Se dice que una persona sufre una discapacidad de este tipo cuando «tiene una pérdida parcial o total, transitoria o permanente, de alguna(s) de sus funciones motoras y/o de su integridad física»3.
Al respecto, se hace necesario señalar que no existen suficientes datos, estudios e investigaciones sobre la sexualidad de las mujeres con discapacidades físico-motoras; lo cual también apunta hacia una violación de sus derechos sexuales. Abordar el tema de la discapacidad de la mujer como una cuestión de derechos humanos hace que comprendamos que no se trata solo de un problema físico, sino también de una actitud de la sociedad, de una construcción cultural en torno a cómo se ve a estas personas y a cómo son en realidad.
Las repercusiones de una discapacidad físico-motora en el área sexual (anorgasmia, falta de lubricación, períodos de amenorrea, insensibilidad genital, etcétera) no solo se deben a la patología en sí. También están asociadas a los prejuicios sociales que, en torno al asunto, la sociedad ha construido. Las mujeres con discapacidades físico-motoras también han experimentado rechazo, discriminación; además de haberse relegado el estudio de su sexualidad.
Si bien es cierto que las estadísticas de las lesiones postraumáticas refieren un predominio masculino4, la problemática de la mujer lesionada ha sido mucho menos abordada. La tendencia lleva a considerar que por el rol tradicional pasivo que debe desempeñar en la vida en pareja, sus circunstancias afectan en menor grado a su sexualidad. Sin embargo, se han identificado toda una serie de mitos en torno a este tema que, a la larga, lo único que consiguen es reforzar esa condición «imposibilitante» que la sociedad les ha atribuido ¿Acaso no es esa una forma de violentarlas? Según Bustamante5, algunas de estas falacias pudieran ser:
• Las discapacitadas son asexuales.
• Las discapacitadas dependen de los demás; por tanto, necesitan ser protegidas.
• Una persona normal no se relacionaría con una discapacitada porque ella no es atractiva para nadie.
• Las discapacitadas pueden tener hijos enfermos.
• Las discapacitadas no pueden criar y educar a sus hijos por la incapacidad que poseen.
La realidad se impone: se lucha por el reconocimiento de que todos los seres humanos somos seres sexuados, independientemente de nuestra condición física, por lo que no puede decirse que alguien carece de sexualidad. Existe una gran ignorancia sobre el tema, e incluso una comprensión equivocada del concepto.
Las necesidades sexuales de las mujeres con discapacidades físico-motoras son tan importantes como las de otras personas que no tienen esa condición, por lo que hay que tomarlas en cuenta como parte de su desarrollo integral. Se debe educar a la sociedad y a sus propias familias para que sean entendidas y comprendidas. «Su problema no consiste en aceptarse y adaptarse a sus limitaciones, sino en descubrir sus posibilidades humanas y potenciarlas», asevera Castro6.
Por lo tanto, no se trata de prepararlas para tolerar las frustraciones, para manejar el repudio o para sobreponerse al desprecio; sino de enseñarlas a afirmarse como personas con todo el derecho de asumir su sexualidad plenamente. La riqueza y variedad de la sexualidad humana dan
cabida a que cualquier persona pueda disfrutarlas. Todas las mujeres son aptas para buscar y
encontrar su plenitud sexual.
¿Por dónde pasa la satisfacción sexual de las mujeres con discapacidades físico-motoras?
Marcela Lagarde7 señala que «en el centro de la organización del mundo, como sistema de poder
basado en el sexo, se encuentra el cuerpo subjetivado». La autora asume que los cuerpos no son
solo productos biológicos, pues la sociedad hace grandes esfuerzos para convertirlos en cuerpos
eficaces, sintiéndose luego con la potestad de programarlos y desprogramarlos a su antojo. Cada
cuerpo debe ser disciplinado para fines sociales que la persona deberá hacer suyos. Si no lo logra, vivirá conflictos y problemas de identidad.
Los «cuerpos diferentes» de las mujeres con discapacidades físico-motoras también son sometidos a estos controles y, muchas veces por ello, sufren rechazo y estigmatización. Si el cuerpo es nuestra forma de estar en el mundo, de comunicarnos con los que nos rodean, un inicio del cambio de percepción es
la propia aceptación y cuidado de ese cuerpo diferente. Para las mujeres con discapacidad, estos son pasos previos en la búsqueda del placer sexual.
Un esfuerzo en lo referente al conocimiento de sus cuerpos, al autoerotismo, conduce a mejores vivencias
del placer sexual, en especial en las mujeres, sobre quienes influyen más los estereotipos de «perfección física» instaurados por la sociedad y la cultura.
Las mujeres con discapacidad que no pueden cumplir cabalmente su mandato «de ser para los otros, de ser el objeto de goce, ser las deseadas», ya que otros/as deciden por ellas, son excluidas, marginadas; se convierten en objeto de discriminación. No obstante, a pesar de las dificultades, muchas escogen ser sexualmente activas, asumiendo las privaciones que conlleva el tener un «cuerpo diferente», por ejemplo: algunas posiciones para las relaciones sexuales y fantasías eróticas.
Según Lagarde8, «las transgresiones de las mujeres se expresan en el cuerpo, en sus funciones,
en las relaciones, en su sexualidad y en el poder». Si la mujer con discapacidad no logra aceptar
sus propias limitaciones, se sentirá sexualmente frustrada y aceptará de manera consciente o inconsciente la exigencia cultural de vivir de una manera escéptica, erigiendo en sí misma una
muralla contra sus propios deseos erótico-afectivos.
Cómo asumir su sexualidad es algo que las mujeres con discapacidades aprenden en Programas «Integrales» de Rehabilitación. Se pretende que reconozcan qué pasa con su cuerpo, cómo pueden crear un nuevo patrón de normalidad en la sexualidad, percibir e interpretar estímulos, «desgenitalizar» la relación sexual y, sobre todo, que ganen confianza en sí mismas.
Aun cuando algunas personas se resistan a creer y a aceptar que las mujeres con discapacidad pueden y deben ejercer su potencial erótico sexual, existen señales de cambio en ciertos sectores sociales; no obstante, el cambio de actitud en ese sentido tiene que desbancar toda una historia previa.
Desde una práctica consecuente: desde lo político, lo ético y lo educativo, podemos hoy «construir realidades diferentes» para estas mujeres con discapacidades físico-motoras severas. En algún
sentido, lo que se haga contribuirá a que sean ellas las que tomen las riendas de su vida y asuman
una responsabilidad a la hora subjetivar los acontecimientos de la vida.
Notas
1 Castro, PL. (s/a): «Aspectos psicológicos de las personas con discapacidades físico-motoras severas», en
García, M.T & Castro, P.L.: Psicología Especial Tomo III. La Habana, Cuba. Ed. Félix Varela, 2007.
2 Siguiendo la nueva terminología que proponen miembros del Foro de Vida Independiente: Romañach, Javier y Lobato Manuel: ¿Quién «discapacita» a la sexualidad?, conferencia presentada en el ciclo «Discapacidad e Igualdad de Oportunidades», de la Fundación «Isonomía para la Igualdad de Oportunidades». En: García, M.T.; Arias, G.; Castro, P.L.; Mora B.E.; Fernández, G.:Psicología Especial Tomo I. La Habana, Cuba. Ed. Félix Varela, 2995.
3 Castro, PL. (s/a): ob. cit.
4 Kusnetzoff, J.: «Sexualidad en personas con necesidades físicas especiales», consultado el 1 de noviembre de 2013. Disponible en: http://www.e-sexologia.com, 2002.
5 Bustamante, J.: «Mitos y derechos sexuales sobre los discapacitados», consultado el 1 de noviembre de
2013. Disponible en: www.discasex.com, 2006.
6 Castro, PL. (s/a): ob. cit.
7 Lagarde, M.: «Género y feminismo. Desarrollo humano y democracia» (1996), consultado el 5 de noviembre de 2013. Disponible en: http://www.iasexologia.com (Instituto Andaluz de Sexología y Psicología)
8 Idem.